No puedo creer que estoy de nuevo en la misma posición, que estoy haciendo lo mismo: empacar. Otra vez nos mudamos. Rodeados de cajas, la tarea es desalentadora. “¿Tengo que hacer esto otra vez?”, me pregunto. “¿Por qué?”. Nadie contesta. No queremos mudarnos, en especial no ahora, en medio del invierno y con un bebé, pero se vendió nuestro departamento y ahora tenemos que irnos. ¿Pero adónde? Aún no lo sabemos. Pero las cajas están aquí y yo empiezo a empacar. Nos mudamos, otra vez. La misma historia nos sucedió hace sólo dos años. En siete años, nos hemos mudado cinco veces.
Mudarnos.
Otra vez.
Lo primero que guardo son mis libros de cocina. Sé todas las recetas de memoria y las he ido cambiando de todos modos. ¿Qué otra cosa puedo empacar que no necesitemos ahora? Fotos. Mi pequeño está al lado mío mientras empaco, y me pregunta quiénes son las personas y “¿qué es eso?”. Fotos. Recuerdos. Las imágenes y los recuerdos inundan mi mente y por un momento me transporto a un lugar y a un momento diferentes. Miro las fotos. Me miro a mí misma en las fotos. Miro cuánto he cambiado, cuánto he crecido.
Mudarnos.
Otra vez.
Mira cuánto hemos cambiado, cuánto hemos crecido.
¿Qué sigue? Miro a mi alrededor el departamento al que aún, por el momento, llamo mi hogar. Hay tanto que empacar. ¿En serio tenemos tantas cosas? Yo pensaba que vivíamos una vida sencilla y mira cuántas cosas poseemos. Estoy abrumada y me siento bendecida. ¿En verdad necesito todo esto? Es tiempo de ordenar y regalar cosas.
Mudarnos.
Otra vez.
Trato de ver el vaso medio lleno… Al menos habré adelantado algo de limpieza para Pésaj. Empiezo a reírme, porque si no, voy a llorar.
La frase “judío errante” viene a mi mente. Siento que soy un ejemplo de este título, el del judío errante. Me pregunto por la fuente de esta frase. Luego de dejar Egipto, el pueblo de Israel se trasladó durante cuarenta años y se mudó cuarenta y dos veces; rompió incluso nuestro record. No hay dudas de que erraron. Me pregunto si cada vez que se mudaban pensaban: “Ay, no, no otra vez”. Es interesante el hecho de que la Torá describa cuánta gente se quejaba por la comida y por el agua, pero no mencione ninguna queja sobre las constantes mudanzas. Lo único que hace es felicitar al pueblo que acampó y se trasladó por la palabra de Di-s. No veían las mudanzas como una molestia, sino como un simple medio para alcanzar su objetivo, el camino para llegar de un lugar, físico y espiritual, a otro.
Mudarnos.
Otra vez.
Cada mudanza tiene un propósito.
Nos mudamos, y yo no quiero, pero pienso en todas las veces que lo hemos hecho y debo decir que incluso cuando parecía algo difícil, resultó ser para nuestro bien. De no habernos mudado, no hubiéramos crecido, y con esta mudanza sé que también vamos a crecer.
Únete a la charla