El Oasis milagroso
El desierto por el cual transitaron nuestros ancestros era árido e infértil, inhóspito de toda forma de vida. A pesar de la travesía de cuarenta años por el desierto, nuestros ancestros sobrevivieron. Di-s les proveyó con Maná, agua fresca y una tienda protectora de nubes, creándoles así un oasis milagroso, un clima inusual de vida.
Transformar el clima del desierto en un clima apto y confortable para la vida, era un milagro deliberado. Es un axioma de la fe judía que Di-s no realiza milagros en vano. ¿Fue esta transformación de cuarenta años del orden natural realmente necesario, cuando Di-s podría haber llevado simplemente a nuestros ancestros directamente a la Tierra Prometida, obviando así, la necesidad de un milagro?
La narración Bíblica no es una historia. La Torá es un libro de instrucción, y los episodios descritos en ella, tienen relevancia en nuestras vidas, incluso en esta era moderna. ¿Cuál es la relevancia hoy en día de la travesía de nuestros ancestros por el desierto hace 3.300 años?
Di-s equivale a Vida
La diferencia entre el suelo de un desierto seco y frío, y una explanada suave es que esta última da vida, y la otra, obstruye la vida. La tierra fue creada por Di-s con el propósito de nutrir y cultivar vegetación. El clima árido del desierto, obstruye esta emanación de vida. Esta obstrucción, tiene un significado simbólico.
La vida es sinónimo de Divinidad, ya que Di-s es la fuente de toda vida. El suelo que nutre vida, es simbólico a la Divinidad, es en donde la energía Divina expulsa vida.
Di-s continuamente irradia Su energía, pero no siempre la podemos alcanzar. Fuerzas sucias espirituales, llamadas Klipá (“cáscaras”) obstruyen esta corriente natural y nos ocultan la presencia de Di-s. Los místicos vieron el desierto como sinónimo de Klipá, erguido diametralmente opuesto a Israel y Jerusalém, lugar en donde se encuentra la inminente presencia de Di-s.
Entrando en el Desierto antes que a la Tierra Prometida
Antes que nuestros ancestros pudieran espiritualmente entrar a la Tierra Prometida y absorber su Divina Energía, debían transformar su Klipá colectiva. Cada uno de nosotros tiene una Klipá que tapa nuestra mente y corazón. Obstruye el deseo natural de cumplir con los mandamientos de Di-s y de estudiar Torá. Al ocultarrnos la energía de Di-s, hace que en cierto sentido nos separemos de Di-s.
Es esta Klipá la que lleva al hombre a que caiga en la tentación. La Klipá es nuestro demonio interno que nos lleva a pecar. Nos tienta con placeres prohibidos. Es un oponente formidable que no es fácil sobrellevar.
Nuestros Sabios proclamaron hace tiempo que si no fuera por la ayuda que recibimos de Di-s, no podríamos ganar la batalla. Mientras nuestros ancestros se preparaban para entrar a la Tierra Prometida, recibieron esta asistencia Divina en su marcha de cuarenta años por el desierto.
El desierto, es sinónimo de los poderes de la Klipá, amenazantes en ir en contra de la búsqueda de nuestros ancestros de la Divinidad. Al transformar el desierto en un oasis de vida, Di-s les permitió a nuestros trascender su Klipá personal y formar un albergue interno de Divinidad. Cuarenta años en el desierto fue suficiente. Como enseñaron nuestros Sabios, lleva cuarenta años ascender verdaderamente a un plano superior.
Transformando nuestro Desierto Personal
Cada mañana cuando nos levantamos del sueño, el judío debe rezar a Di-s. La hora de la plegaria es un momento sagrado, es nuestro pequeño Israel privado, la Tierra Prometida a la que debemos entrar. Pero antes de entrar a nuestro pequeño Israel debemos transformar nuestro desierto. Logramos esto, al cumplir con la Mitzvá de caridad.
La caridad es una herramienta muy poderosa que ayuda a combatir a nuestro desierto. Dar parte de nuestros ahorros y ganancias, no es tarea fácil. Después de todo, investimos una gran cantidad de energía consiguiendo nuestra fortuna, y debemos dar parte de ella a aquellos que no la han ganado.
Al forzarnos en contribuir con caridad, ayudamos a transformar nuestra Klipá. Ayudamos a romper la barrera de hierro del egoísmo. Una vez que hemos conquistado nuestro desierto, podemos entrar a nuestro pequeño Israel y sumirnos en la plegaria.
¿Por qué Di-s nos creó así? ¿Por qué no nos dotó de una naturaleza dócil, que queramos naturalmente obedecer Sus mandamientos y cumplir con Su deseo?
La obstrucción Crea Intensidad
Porque aguas mansas, carecen de intensidad. Para presenciar el asombroso poder del agua, debemos primero obstruir su flujo. Si pones un tapón que obstruya la corriente natural del agua, entonces elevarás su presión. Cuando quitas el tapón, uno puede presenciar un frenético momento en el que el agua comienza a correr en grandes cantidades.
De manera similar, sin esta pelea y desafío espiritual, es casi imposible estimular la profundidad de nuestro pacto con Di-s. Al dotarnos con nuestra pequeña Klipá contra la que debemos pelear y combatir en nuestra búsqueda de santidad y pureza, se nos está dando la oportunidad de cavar más profundamente dentro de nosotros y de estimular nuestra profunda conexión con Di-s.
La tentación estimula la naturaleza del alma de sobreponerse a ella. Cuanto mayor es la tentación, mayor será el deseo de sobreponerla. De la misma manera en la que se crea la presión, sucede con nuestro pacto, hasta que llegamos a un punto de frenética desesperación. Es ahí, cuando juntamos todas las reservas de nuestra energía y nos catapultamos sobre la obstrucción, en una búsqueda desesperada por un abrazo apasionado de Di-s.
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