“Números” es el nombre con el que comúnmente se conoce al cuarto de los Cinco Libros de Moshé. Sin embargo, en hebreo se llama Bamidbar, que significa “En el desierto”. Es interesante notar que esta parashá siempre se lee justo antes de la festividad de Shavuot, el “Tiempo de la Entrega de la Torá”. ¿Cuál es la conexión entre ambos?
Nuestros sabios enseñan que no alcanza con que Di-s nos haya entregado la Torá; también debemos estar preparados para recibirla. ¿Qué nos hace dignos de recibir un obsequio tan valioso e infinito como la Torá? Ahí es donde entra el concepto del “desierto”.
Un desierto es una tierra de nadie. No tiene dueño y, por lo general, es estéril. De la misma manera, quien estudia Torá debe asumir una actitud similar a la de un “recipiente vacío”. La humildad es una condición esencial para poder absorber la sabiduría divina. Mientras estemos llenos de nosotros mismos, de nuestro ego o de nuestras ideas preconcebidas, no seremos capaces de asimilar ni de integrar la Torá en lo profundo de nuestro ser. Incluso si ya tenemos cierto recorrido en el estudio, debemos recordar —como decía el Rebe de Kotzk— que “aunque sepas mucho, seguís siendo un desierto sin desarrollar”.
Además, al ser un espacio sin dueño, el desierto está disponible para quien quiera reclamarlo. Nadie tiene el monopolio sobre la Torá. No es patrimonio exclusivo de los rabinos, de los alumnos de ieshivá o de quienes observan todas las mitzvot. “La Torá que nos ordenó Moshé es herencia de la congregación de Iaakov” (Devarim 33:4). Es cierto que adquirir la Torá exige mucho esfuerzo y dedicación, pero también sabemos que, si nos entregamos con constancia, podemos lograrlo. De hecho, varios de los grandes sabios del pueblo judío a lo largo de la historia fueron personas sencillas, artesanos, zapateros o sastres.
Maimónides, en sus Leyes del Estudio de la Torá (3:1), escribe: “Israel fue coronado con tres coronas: la corona de la Torá, la corona del sacerdocio y la corona de la realeza. El sacerdocio fue privilegio de Aharón... la realeza, de la casa del rey David... pero la corona de la Torá está disponible para todo Israel, y es la más importante de todas”.
No obstante, aunque la Torá esté “libre para todos”, como el desierto, debemos acercarnos a ella con entrega y humildad. No se trata de adaptar la Torá a nuestros hábitos o estilos de vida, sino de ajustarnos nosotros a sus enseñanzas, dejando de lado el ego y los prejuicios.
Y así como el desierto es un lugar solitario y deshabitado, quien se compromete con la Torá puede encontrarse a veces aislado. Puede que expresemos nuestras convicciones con sinceridad, solo para descubrir que estamos solos. Tal vez defendamos nuestros valores con firmeza y terminemos, como Abraham, “del otro lado” del mundo. Nuestros principios pueden resultar impopulares, especialmente si desafían ciertas agendas o incomodan a otros. No importa. Ser fieles a Di-s y a Su Torá significa servirlo en toda circunstancia.
Que el título literal de nuestra parashá, Bamidbar, y todas las enseñanzas que encierra, nos sirvan como preparación adecuada para la hermosa festividad de Shavuot. Que podamos recibir la Torá con alegría y compromiso, y que este momento sea realmente significativo y memorable para cada uno de nosotros.
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