Hay una parte de mi interior a la que la festividad de Rosh Hashaná realmente le desagrada. Rosh Hashaná es también llamado Iom HaDín, el "Día del Juicio", y yo simplemente siento temor a ser juzgado. ¿A quién le puede gustar tener miedo, sentirse amenazado o pensar en la posibilidad de recibir un castigo? Esta festividad es también denominada Iom HaZikarón, el "Día del Recuerdo". En este día D-os recuerda absolutamente todo –cada una de las cosas que hice en el año pasado, por diminuta que ésta haya sido- y luego decide mi destino para el año que comienza.
Sin embargo, hay otra parte mía que siente mucho amor por Rosh Hashaná. Es una oportunidad para hacer un balance de mis acciones, reflexionar e integrar cambios para ser mejor y perfeccionar mi relación con los demás. En realidad el juicio me devuelve el control sobre mi destino. Me asegura que a D-os le importan las elecciones que hago y que mi presencia en este mundo marca una diferencia.
Hay un verso del libro de los Salmos que resume mi ambivalencia. Los sabios asocian este verso con Rosh Hashaná: "Sirve a D-os con temor y alégrate en Él con temblor". Esto parecería ser una paradoja, o me siento feliz y me alegro, o estoy asustado y tembloroso. ¿Cómo es posible tener estos dos sentimientos a la vez? A pesar de eso, de alguna manera en Rosh Hashaná me regocijo con mi temblor.
En Rosh Hashaná, cuando reconozco que D-os es el único e incomparable Rey y Juez, mi yo interior se siente atemorizado y abrumado.
Mi ilusión de ser autosuficiente sin tener que rendirle cuentas a un poder superior queda hecha añicos. Esta ilusión egoísta es lo que la Cábala denomina la klipá, la dura caparazón. Cuando esa caparazón se rompe, es que me doy cuenta que no puedo hacer lo que tenga ganas, cuando sea que se me ocurra o dondequiera que yo lo desee. No soy un ser independiente y autodefinido. Soy responsable frente a alguien. Es algo que puede atemorizar al yo interior, pero es también muy reconfortante.
Quiero sentir responsabilidad, porque si no soy responsable, entonces tampoco soy importante. Por lo tanto en Rosh Hashaná, mientras que mi dolorido yo interior queda hecho pequeños pedazos, mi verdadero ser interior, el alma, recibe motivación y se regocija.
Si no soy responsable, carezco de importancia. En Rosh Hashaná temblamos de alegría porque sabemos que, en realidad, el juicio de D-os es una expresión de profundo amor y protección.
EL SHOFAR
En Rosh Hashaná, cuando se hace sonar el shofar (el cuerno de carnero), se empieza con un toque largo que anuncia la llegada del Rey y el inicio de Su poderío. Luego el shofar vuelve a sonar, pero ahora emite unos pocos sonidos, más cortos y fragmentados. El sonido de este segundo toque refleja el resquebrajamiento del yo interior. La presencia del Rey abruma al yo interior y lo destruye. Luego, y por extraño que parezca, de la destrucción emerge esa nueva fuerza, otro toque más largo, que alude a la creación de uno mismo. Esta es una de las interpretaciones de las diferentes variantes en los toques del shofar.
En hebreo el primer toque se denomina tekiá, que quiere decir hacer sonar un cuerno, pero también significa clavar firmemente una estaca en la tierra. En otras palabras, nos indica que debemos establecer firmemente en nuestros corazones la verdad que D-os es el Rey único y Juez verdadero. La serie de sonidos que sigue se denomina shevarim que, literalmente, quiere decir "rupturas". Esto alude al resquebrajamiento de la klipá –la dura caparazón-creada por nuestro yo interior, que pretende que somos independientes de D-os. Sin embargo, una vez que el yo interior ha quedado destruido, hacemos sonar otra vez más el toque de tekiá, que ahora expresa el establecimiento del alma. Ahora, en la amante presencia de D-os, es que sabemos que somos fuertes y estamos llenos de confianza. El juicio de D-os en realidad afirma nuestra capacidad para poder marcar una diferencia, la verdad que somos importantes y que Él nos ama.
El toque del shofar acompaña a tres temas que están presentes en nuestras plegarias de Rosh Hashaná: maljiot (la realeza), zijronot (los recuerdos) y shofarot (plural de shofar). Maljiot significa que D-os es el Rey. Rige sobre todos nosotros porque fue Él quien nos creó. Este mundo es Su Reino y nosotros somos sus súbditos.
Zijronot quiere decir "los recuerdos". Aunque Él es nuestro Rey y a Su lado, en comparación, podemos sentirnos diminutos, zijronot nos recuerda que a los ojos de D-os somos grandes. Él se acuerda de nosotros y nos protege. D-os toma nota de absolutamente todo lo que hacemos porque para D-os, cada uno de nosotros tiene importancia y es digno de atención. Él es nuestro Rey y nosotros somos Sus súbditos, no Sus objetos. Él es como un Rey que se preocupa por nosotros y, por lo tanto, somos el objeto de Su autoridad y amor para con nosotros. A diferencia de un tirano o un dictador que trata a su pueblo como si fuera un objeto a ser usado para su propio interés o placer, Él solo desea lo mejor para nosotros. Zijronot afirma que D-os nos recuerda y jamás se olvida de nosotros. Aunque en nuestras vidas haya momentos en que nos sentimos olvidados, esto es solo desde nuestra perspectiva. D-os siempre nos recuerda, nos protege y se preocupa por nosotros.
El tercer tema presente en las oraciones de Rosh Hashaná es shofarot, que en su traducción literal quiere decir "los sonidos del shofar" pero que, simbólicamente, se refiere también a los toques del shofar que fueron escuchados durante la entrega de la Torá en el Sinaí. Esto afirma nuestra creencia que D-os no solamente nos ama y se preocupa por nosotros, sino que Él nos brindó la manera de amarlo y prestar atención a las manifestaciones de Su presencia en la tierra; a través de las mitzvot (mandatos divinos) de la Torá podemos amarlo y unirnos con Él. Este es el significado de las enseñanzas de la Torá y el propósito último del cumplimiento de las mitzvot.
De hecho, el juicio de D-os afirma nuestro poder para marcar una diferencia. Al escuchar el poderoso sonido del shofar en el Sinaí, el pueblo de Israel literalmente salió volando. El midrash nos enseña que la inmensidad y la intensidad de la revelación fueron tan sobrecogedoras, que todas las almas volaron de sus cuerpos. Por eso D-os, por decirlo así, envió a los ángeles para que volvieran a colocar a las almas de los judíos en sus cuerpos y los revivieran. Si bien quedamos completamente anonadados por la revelación de D-os, Él nos dio la fuerza para sostenernos en su presencia.
Esta es la misma dinámica que se pone en práctica en Rosh Hashaná. Por un lado, nos sentimos temerosos y amenazados y por el otro, hay algo que inspira mucha confianza al saber que el Rey es compasivo, que nuestras elecciones tienen importancia para D-os y que Su juicio nos guiará a la elección del bien más importante, una vida de Torá y mitzvot, para que podamos disfrutar del máximo placer: amar a D-os y unirnos a Él.
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