¿Qué haces si tienes una visión y estás decidido a que esa visión se vea implementada en la vida de cada hombre, mujer y niño en la faz de la tierra? Solo tú puedes hacer que otros vean lo que ves, y solo tú puedes comunicar la urgencia, motivación y capacitación necesarias para hacer que esto suceda. Pero eres un único individuo, ¿cómo puedes unir las separaciones que hay entre tú y ellos?

“Desde cuando era un niño que iba al Jeder”, el Rebe de Lubavitch menciona en una de las cartas que escribió en su 54.° cumpleaños en 1956, “e incluso antes de ello, ya había comenzado a tener en mi mente una visión de la futura redención: la redención de Israel de este último exilio, una redención capaz de explicar el sufrimiento, decretos y masacres de este Galut”.

La Redención, por supuesto, no es simplemente la visión de un niño excepcional que ha crecido en el pogrom de la ciudad de Nikolayev en la primera década del siglo xx. La visión de un futuro libre de ignorancia, sufrimiento, que encarna la bondad y perfección de su Creador, es un tema que es mencionado por varios profetas de la Torá y es la aspiración de cientos de generaciones de judíos. Pero últimamente, nadie ha hecho que esta visión sea la sustancia de su vida, como lo hizo el Rebe.

Asumiendo el liderazgo de Jabad en 1950, el Rebe se puso a sí mismo una meta: llegar a cada persona de la faz de la tierra e inspirar a todos para que vuelvan al camino de la Torá y así lograr la redención global y personal. Para conseguir eso, el Rebe inventó el “Shliaj” (emisario).

El hombre es una criatura contradictoria. Por un lado, el ser humano es la más egoísta de las creaciones de Di-s. Otras formas de vida están contentas si su día de trabajo les asegura alimento y refugio. Nosotros queremos saber si estamos usando nuestros talentos al máximo y si estamos produciendo algo que es claramente nuestro. Otras criaturas se preocupan en sobrevivir y perpetuar su especie, nosotros también buscamos reconocimiento, cumplimiento y “autorealización”:

Por otro lado, siempre buscamos la unión y fusión con algo más elevado que nosotros: una comunidad, para ser parte de ella; alguna causa, para servir. Dentro de nosotros, reside una autoabnegación, un deseo de dejar el ego y ser absorbidos por lo Divino. Empresarios, políticos y comandantes políticos, cualquiera que necesita motivar a otras personas para que realicen lo que se les solicita, generalmente, tienen uno u otro de estos rasgos humanos. Un empresario, por ejemplo, puede fomentar la creatividad e iniciativa y lograr una “marca personal” en el mercado, o también, podría poner énfasis en el trabajo en equipo y lealtad a la empresa, y de esta forma trascender lo personal. Cada método tiene sus inconvenientes y limitaciones. Porque si bien cada uno cultiva una de las cualidades humanas básicas anteriores, cuando lo hace también va en contra de la otra, no menos fundamental, del alma humana. Y luego, está el método del Shliaj.

La palabra Shliaj significa “agente” y “emisario”; es un término que se utiliza en la Torá cuando alguien tiene el poder otorgado por otra persona de actuar en su lugar. La primera vez que aparece este concepto es con Eliezer, cuando Abraham le pidió que encontrara una esposa para su hijo Itzjak. Él eligió a Rivká, y ella fue legalmente esposa de Itzkaj aunque él no la vio ni habló antes con ella. Como dice en el Talmud: “El Shliaj de una persona es como si fuera él mismo”.
El Shliaj no renuncia a su intelecto, deseos, sentimientos, talentos y estilo de vida a favor de quien va a representar, sino que los incorpora en el cumplimiento de su misión. El que lo envía está actuando a través de todo el Shliaj, no solo a través de sus acciones físicas, sino también a través de su personalidad, que ahora es una extensión de la personalidad de él mismo.

El Rebe tomó el concepto de Shlijut y lo transformó en una forma de vida. En las cinco décadas de su liderazgo, el entrenó y motivó a miles de hombres, mujeres y niños para que actuaran como sus representantes personales y emisarios en cientos de comunidades alrededor del mundo.

Dentro del rol de Shliaj, está también el desafío de incorporar nuestras propias iniciativas y creatividad a la misión. El Rebe insistió en que los programas y actividades de Jabad sean por fuerzas e inclinaciones del Shliaj y por las necesidades y circunstancias particulares de su localidad.

Pero tampoco los envió solos. Él les dio el poder de que sean “como el mismo”, por lo que cada acto del Shliaj está imbuido con la conciencia de que está actuando como una extensión de él, de que sus pensamientos y sentimientos, decisiones y deliberaciones, esfuerzos y satisfacciones están ahora sirviendo como extensiones de las habilidades y personalidad del Rebe.

Nunca antes en la historia de nuestro pueblo hubo alguien que haya formado tantos seguidores, tan diversos, tan motivados y con tanto éxito en la consecución de su visión.

Hace ya más de diez años del fallecimiento del Rebe, y la necesidad de su visión cada vez se agudiza más. Nuestro mundo lo necesita más que nunca. Sin embargo, en cierto sentido, él está aquí más que nunca, su presencia es tangible en miles de vidas imbuidas con su pasión y compasión, su sabiduría y compromiso.