Un principio fundamental en la fe judía es que no hay intermediarios entre D-os y Su mundo; nuestra relación con Él no es asistida por ninguna tercera parte. A la luz de esto, hay varias afirmaciones de nuestros sabios que requieren explicación.

Cuando la Torá habla de la fe de Israel en D-os luego de los milagros del Éxodo, dice: “Ellos creyeron en D-os y en Moisés Su servidor”1 . Notando que la Torá usa el mismo verbo (vaiaaminu, “y ellos creyeron”) para referirse a la creencia de Israel en Moisés y el Todopoderoso, el Mejiltá declara: “Aquél que cree en Moisés cree en D-os.”

Por ello el Zohar se refiere a Moisés como el raia mehemna de Israel, una frase que se traduce tanto como “pastor fiel” como “pastor de la fe.” Este último sentido implica que Moisés es el proveedor de la fe de Israel, una fuente y conducto para la fe de ellos en D-os.

El Talmud va aún más lejos, aplicando lo mismo a los sabios y estudiosos de la Torá de todas las generaciones. Citando el versículo2 , “Amar al Señor tu D-os y apegarte a Él”, pregunta: “¿Es posible apegarse a lo divino?” y responde: “Todo aquel que se apega a un estudioso de la Torá, la Torá lo considera como si se hubiera apegado a D-os mismo.”3

El factor de la consciencia

La explicación, dice Rabí Schneur Zalman de Liadi en su Tania, está en entender la metá- fora padre/hijo empleada en la Torá para describir nuestra relación con D-os. “Ustedes son hijos del Señor vuestro D-os”, dice Moisés4 . Mientras estábamos en Egipto, D-os habla de nosotros como “Mi primogénito Israel”5 .

¿En qué forma D-os es nuestro padre? Hay, por supuesto, paralelos obvios. Como un padre, D-os nos crea y nos provee con sustento y dirección. Nos ama con el amor sin límites que lo perdona todo de un padre. Rabí Schneur Zalman profundiza más en la metáfora, examinando la dinámica bioló- gica y psicológica del modelo padre-hijo y empleándolo para entender mejor nuestra relación con cada uno y con nuestro Padre celestial.

Un pedazo microscópico de materia, que se origina en el cuerpo del padre, dispara la generación de una vida. En el útero de la madre, una sola célula se desarrolla en un cerebro, corazón, ojos, oídos, piernas, uñas. En poco tiempo emerge al mundo para funcionar como un ser humano que piensa, siente y logra cosas.

Físicamente, lo que se originó en el cuerpo y psiquis del padre, es ahora un individuo distinto e (eventualmente) independiente. Sin embargo, en un nivel más profundo el hijo se mantiene inseparable de su progenitor. En palabras del Talmud: “Un hijo es un miembro de su padre.” En el corazón mismo de la consciencia del hijo yace una verdad ineludible: él es el hijo de este padre, una extensión de su ser, una proyección de su personalidad. Corporalmente se han vuelto dos entidades distintas; en esencia, son uno.

Uno puede argumentar: quizás es en la mente del hijo, el asiento de su consciencia de sí mismo e identidad, donde vive la singularidad del padre y su descendencia. Aquí se siente la relación del hijo con su padre; aquí reside el reconocimiento de su unión intrínseca. Pero el cerebro es sólo uno de los muchos órganos y miembros del hijo. El resto de él puede surgir de su padre, pero ahora es una entidad totalmente separada.

Obviamente esto no es así, así como no se puede decir que sólo los ojos ven o sólo la boca habla. Las partes componentes del ser humano componen un todo único e integrado; es la persona la que ve, la persona la que habla, la persona la que es consciente. La uña del dedo del pie del hijo, en virtud de su interconexión con el cerebro, no es menos una con el padre que el cerebro mismo, el órgano que facilita esta unidad.

Pero ¿qué pasa si la uña, o cualquier otro miembro del cuerpo, corta su conexión con el cerebro? Esto la cortaría de su centro de vitalidad y conciencia, y como resultado también de su origen parental. En otras palabras, la unidad de todos los miembros y órganos del hijo con la esencia de su padre depende de que mantengan su conexión con su propia mente, una conexión que los impregna con la consciencia de esta unidad.

El cuerpo Israel

También Israel está compuesto de muchos “órganos” y “miembros”. Están los grandes sabios de cada generación que dedican su vida a la asimilación de la esencia divina de la Torá, cuyo ser está permeado por completo con la consciencia de la verdad de D-os.

Ellos son la mente de la nación. Israel tiene un corazón, los individuos cuyas vidas ejemplifican la compasión y la piedad; y manos, los grandes constructores y triunfadores. Todos y cada uno, desde el “Moisés de la generación”6 hasta el “soldado a pie” común, forman una parte integral del cuerpo del primogénito de D-os, cada uno es por igual “un miembro del padre.”

Pero como en la relación física padre-hijo, es la mente del hijo la que posibilita esta conexión con su padre. En la medida que los muchos órganos y miembros del cuerpo se mantengan como un todo integrado, todos son por igual el hijo del padre. La mente no está sirviendo como un “intermediario”, D-os libre, sino que cada parte del cuerpo, incluyendo la uña, posee el autoconocimiento que hace a los dos cuerpos, ostensiblemente distintos del padre y el hijo, una única entidad. Pero es sólo en virtud de su conexión con su mente que esta consciencia reside dentro de todas las partes del hijo.

Lo mismo se aplica al “cuerpo” que es Israel. Es nuestra conexión vital con nuestra “mente”, los sabios y líderes de Israel, la que nos integra como un todo único y nos impregna con nuestra conexión a nuestro Creador y Fuente.

Es verdad que un judío no puede cortar su conexión con D-os, igual que una uña del cuerpo del hijo no puede elegir separarse por sí misma y deshacer su relación con su padre. Pero a pesar de que no podemos cambiar lo que somos, podemos determinar hasta qué punto se expresará en nuestra vida diaria nuestra identidad como hijos de D-os. Podemos elegir, D-os libre, desasociarnos de los líderes que D-os implantó entre nosotros, desterrando así nuestra relación con Él al subconsciente de nuestra alma. O podemos intensificar nuestra conexión con la “mente” de Israel, haciendo que nuestra conexión con el Todopoderoso sea una realidad tangible y vibrante en nuestras vidas.