Se preguntó a la Sabiduría: ¿Cuál es el destino del transgresor?
Respondió la Sabiduría: "El mal persigue a los pecadores" (Prov. 13:21).
Se preguntó a la Profecía: ¿Cuál es el destino del transgresor?
Respondió la Profecía: "El alma que peque, morirá" (Ezekiel 18:20).
Se preguntó a la Torá: ¿Cuál es el destino del transgresor?
Respondió la Torá: Traerá una Ofrenda por Culpa, y será expiación para él (Levítico cap. 5).
Se preguntó a Di-s: ¿Cuál es el destino del transgresor?
Respondió Di-s: Hará teshuvá ("retorno"), y le será expiación.
— Midrash Ialkut Shimotzí sobre Salmos 25 —
El concepto de "recompensa y castigo" es uno de los trece principios del credo mosaico. Pero el castigo por la maldad, dicen nuestros Sabios, no es para nada más "revancha" de Di-s que como caer al suelo es un castigo Divino por saltar por la ventana, o la congelación es el castigo de Di-s por dar una caminata descalzo en la nieve.
Tal como el Creador estableció ciertas "leyes" de causa y efecto que definen el comportamiento natural del universo físico, así, del mismo modo, estableció una "naturaleza" espiritual-moral en virtud de la cual hacer el bien resulta en una vida buena y de plenitud, y los actos de malproducen experiencias negativas y de conflicto.
Esta es la perspectiva filosófica de pecado y castigo expresada por el Rey Salomón en el arriba citado versículo de Proverbios: "El mal persigue a los pecadores" — los efectos adversos del pecado son las consecuencias naturales de aquellos actos que contradicen el diseño del Creador para la vida.
La Profecía, que es Di-s permitiendo al hombre unirse a El, tiene un entendimiento más profundo en cuanto al significado del pecado: la conexión con Di-s es la esencia de la vida. Así, la transgresión es más que un acto espiritualmente "perjudicial" — es un acto de suicidio espiritual. En las palabras del Profeta Ezekiel: "El alma que peque, morirá". Violar la voluntad Divina es sabotear el canal de vitalidad que conecta al alma con su fuente.
La Torá tiene una perspectiva más penetrante aún acerca de la dinámica de la transgresión. También ella reconoce que la esencia de la vida del hombre es su relación con Di-s. Pero también percibe la superficialidad del mal, el hecho de que "la persona no peca a menos que un espíritu de necedad haya entrado en ella". El alma del hombre, que es "una parte de Di-s en lo Alto, tal cual", "no desea, ni puede, separarse a sí misma de Di-s". Sólo el ser personal animal —los impulsos materiales y ego-centristas que recubren su alma Divina— es el que puede, a veces, apoderarse del control de su vida y obligarlo a actuar de una manera en total incompatibilidad con su verdadero ser y deseo.
Porque la Torá percibe la superficialidad del pecado, puede orientar al transgresor a recorrer un proceso que le permita desbaratar los efectos negativos de su transgresión, un proceso mediante el cual el transgresor reconoce la insensatez y auto-destructividad de su acto, y reincorpora su auténtico y Divino ser como soberano de su vida.
Este proceso culmina con el transgresor trayendo un korbán (sacrificio animal) como ofrenda a Di-s, denotando el sometimiento de su propio ser animal a la chispa de Divinidad que hay dentro de él.
Así, la Ofrenda por Culpa, y el "sacrificio animal" interior que refleja, logran expiación por el pecado. Desde un comienzo, sólo el aspecto más superficial del ser estuvo involucrado en la transgresión; al renunciar al acto como "comportamiento animal" y someter a la bestia interior para servir a los fines del alma Divina, el transgresor restaura la integridad de su relación con el Omnipotente.
La Esencia del Mal
Hay una cosa, sin embargo, que estas tres perspectivas del pecado tienen en común: la transgresión es un fenómeno negativo, y perdura como tal. Sabiduría la ve como precursora del mal en la vida de la persona; Profecía la ve como antitética a la vida misma; Torá ahonda más profundo, exponiendo al ser jamás tocado por la transgresión y por lo tanto proveyendo la clave para la rehabilitación del transgresor; pero incluso después de la expiación prescripta por la Torá, la transgresión misma perdura como un suceso negativo. La Torá misma define ciertos actos como contrarios a la voluntad Divina; de modo que nada en la Torá puede cambiar el hecho de que, en el momento en que se cometió, la transgresión constituyó una traición a la relación entre Di-s y el hombre.
Di-s, sin embargo, está más allá de todo eso. En última instancia, "pecado" y "virtud" son de igual insignificancia ante El; obviamente, ningún acto humano puede de manera alguna agregar a, o disminuir de, Su perfección. En las palabras del versículo: "Si pecas, ¿cómo Lo has afectado? Si tus transgresiones son cuantiosas, ¿qué Le has hecho? Si eres justo, ¿qué Le das? ¿Qué puede recibir El de ti?".
Di-s nos ordenó las mitzvot únicamente en nuestro propio beneficio: hizo que ciertos actos constituyeran Su "deseo" y "voluntad" a fin de permitirnos introducir algo de Su eternidad, armonía y perfección, en nuestra imperfecta existencia temporal y fragmentada; y nos prohibió las transgresiones, haciéndonos al mismo tiempo vulnerables a sus tentaciones, a fin de proveemos del potencial para logros mayores aun: el potencial para teshuvá, "retorno Teshuvá, en su sentido más absoluto", es la transformación de equívocos y fracasos del pasado en una fuerza para bien. Cuando la persona reconoce la devastación espiritual que sus pecados han descargado sobre su alma, y procede entonces a canalizar la frustración y desesperanza que acarrea semejante realización para convertirla en un intenso anhelo por reconectarse con su fuente Divina y su ser esencial, se ha remontado en el tiempo, en efecto, para redefinir el significado de la transgresión.
En vez de distanciarlo de su Creador, sus transgresiones pasadas producen ahora el efecto opuesto, habiendo sido explotadas para abastecer un anhelo por Di-s mucho más poderoso que cualquier cosa que hubiera podido haber experimentado en toda una vida de inalterable devoción.
Esta es la perspectiva de Di-s sobre la transgresión: como facilitadora de teshuvá.
Sabiduría, Profecía y Torá son, todos, parte de una realidad polarizada por el bien y el mal; sólo pueden percibir el daño infligido por el pecado o, en el mejor de los casos (como en el de Torá), la manera en que podría rehabilitarse.
La realidad de Di-s, sin embargo, es íntegra y exclusivamente buena desde Su perspectiva, sólo existe la esencia positiva de la transgresión, el propósito positivo para el que El creó la susceptibilidad del hombre al mal y su capacidad para el pecado desde un primer instante.
Tal como es vista por su Creador, la transgresión es el potencial para un nexo más profundo entre El Mismo y el hombre, un nexo nacido de la transformación del mal en bien y de la necedad en logro.
(Basado en Sijot del Rebe, incluyendo una carta en Igrot Kodesh, Vol. V, pág 3)
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