Hace poco un padre me escribió comentándome que su hijo es sumamente quejoso. “Reclama permanentemente y no está conforme con ninguna situación, siempre encuentra una faceta negativa en todo. ¿Qué puedo hacer al respecto?”
Le expliqué que en la tradición judía, antes de Rosh Hashaná (el Año Nuevo), acostumbramos a desearnos mutuamente “un año bueno y dulce”. ¿Y por qué la doble expresión?
Pensamos que todo lo que D-os nos brinda es bueno. Pero hay dos formas de “bueno”, dulce y amargo.
Algunas situaciones son tanto “buenas” como “dulces”, lo que significa que podemos sentir su bondad. Otras situaciones son “buenas” pero no “dulces”, es decir, no se llegan a percibir como algo bueno. Quizás mucho tiempo después, lleguemos a descubrir que en realidad eran algo bueno, o quizás nunca lleguemos a saberlo.
Antes de Rosh Hashaná rezamos a D-os para que todo lo que suceda en el nuevo año no solamente sea “bueno” sino también “dulce”. Le pedimos a D-os que nos brinde cosas buenas que podamos ver, sentir y experimentar como tales.
El Talmud nos enseña que cuando nos sucede algo que pensamos que es malo, inmediatamente deberíamos decir “Gam zu letova”, “También esto será para bien”; en lo que sucedió debe de haber algo bueno, aún si no podemos verlo inmediatamente.
Puedes elegir dicho refrán o decir “¡fantástico!”, “genial” o cualquier otro mensaje positivo con el que te sientas a gusto, siempre y cuando se practique una y otra vez. Trata que tus hijos practiquen esta positiva costumbre hasta que se convierta en una segunda naturaleza. Y así, antes que te des cuenta, cuando suceda algo amargo (D-os no lo permita), en lugar de maldecir o quejarte por lo penoso de la situación, nuestra reacción inmediata será decir que “también esto es para bien”.
En una oportunidad un padre y su hijo iban corriendo para alcanzar la puerta de embarque del avión que los llevaría a una importante celebración familiar en otra ciudad. Cuando llegaron a la puerta de embarque les informaron que el vuelo había sido cancelado. La reacción del hijo fue inmediata: “Esto es terrible, no puedo creerlo...” Por el contrario, el padre dijo: “¿Por qué te haces mala sangre? ¡Esto es genial! Me alegro que hayan cancelado el vuelo”. Sorprendido el hijo le preguntó “¿Qué quieres decir con que esto es genial?” El padre le explicó: “Se me ocurren tres motivos por los cuales han suspendido este viaje. Pueden haber surgido problemas técnicos, o quizás el piloto no se haya sentido bien, o las condiciones del tiempo no son buenas. Cualquiera haya sido el motivo, prefiero no haber estado en ese avión y me parece genial que hayan cancelado el vuelo”.
Así como con todo lo que sucede en la vida, “con la práctica nos vamos perfeccionado”, o por lo menos estamos más cerca de hacer mejor las cosas y la mejor forma de aprender es a través de la constante repetición y el refuerzo positivo. De modo que, cada vez que nosotros o nuestros hijos aplicamos esta actitud positiva, nos detenemos un momento para darnos cuenta de cómo estamos cambiando y nos vamos convirtiendo en personas más positivas.
Esta actitud positiva por parte de un padre o una madre es muy contagiosa y se extiende rápidamente. Tarde o temprano, cuando lleguen noticias amargas escucharás a tus hijos gritar con toda sus fuerzas “¡Es genial!”. Si bien esto no cambiará la situación, sin duda hará que cambien nuestros sentimientos con respecto a lo sucedido y que podamos enfrentarla más fácilmente.
Inténtalo, ¡te va a gustar!
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