Un cuenco de maná, el alimento que cayó del cielo mientras los judíos atravesaban el desierto.
Arte de Rivka Korf Studio
El maná (en hebreo, מן, que se translitera más exactamente como man) era la milagrosa sustancia comestible que caía cada día del cielo durante el período de 40 años entre el Éxodo y la conquista de Israel, proporcionando sustento a nuestros antepasados durante sus viajes por el desierto.
Un mes después de su éxodo de Egipto, a los israelitas se les acabó la comida, y el domingo 15 del mes de iar acudieron a Moisés y Aarón en busca de alimento. Esa noche llegó milagrosamente una bandada de aves de corral, y a la mañana siguiente cayó del cielo una sustancia comestible especial, que recibió el nombre de maná.1 Existe la opinión de que, aunque el pueblo pidió sustento el día 15 de iar, todavía les quedaba algo de comida, y el maná no empezó a caer hasta tres días después, el 18 de iar (que más tarde se convertiría en el día de Lag BaOmer).2
Hay diferentes opiniones respecto al origen del nombre maná. Algunos dicen que man significa “porción de comida”;3 otros afirman que obtuvo su nombre porque la primera vez que los judíos lo vieron, dijeron “man”, que significa “qué”, en lengua egipcia.4
Para más información, véase Dos hogazas de maná.
Descripción y entrega sanitizada
El maná tenía el tamaño de una semilla de cilantro y el color de un bedolaj blanco, que según los comentaristas es un cristal fino.5
Para que el maná se mantuviera limpio, soplaba un viento del norte que barría el suelo y luego la lluvia lo lavaba. A continuación, el suelo se cubría con una capa de rocío y el maná caía sobre él, tras lo cual se cubría con otra capa de rocío, como si estuviera empaquetado en una caja.6
Lecciones de fe: Tamaños de porciones limitadas
El maná sirvió como una gran lección de fe. Cada día caía suficiente maná para que cada persona comiera un ómer (aproximadamente 43 onzas), lo que bastaba para sentirse saciado durante un día. No estaba permitido guardar el maná de un día para otro;7 las sobras debían desecharse fuera de la tienda,8 de lo contrario se volverían agusanadas e incomestibles.9 Esto enseñó una gran lección de fe. Al no tener reservas, los israelitas debían tener plena confianza en que Di-s proveería sus necesidades cada día.10
Doble porción para el Shabat
El primer viernes después de que empezara a caer el maná, los israelitas salieron y descubrieron que había una doble porción para cada persona. Moisés explicó que la porción extra era para el Shabat, el día de descanso, en el que no caería maná.11 Para conmemorar esta doble porción, en Shabat hacemos la bendición Hamotzí sobre dos hogazas de pan.12 Esto también sirve como recordatorio de que, al igual que el maná vino del cielo, nuestro sustento depende en última instancia de Di-s.
Para más información sobre esto, véase Alimento de bebés.
Tres niveles de entrega y preparación
El maná caía de tal manera que los justos lo encontraban a las puertas de sus tiendas; la gente común tenía que salir del campamento para recoger lo que cayera allí, y los malvados tenían que ir muy lejos para encontrar sus porciones.13
Además, para los justos caía listo para comer, similar al pan horneado; para la gente común, caía en forma de tortas sin hornear, que requerían una preparación mínima, y para los malvados llegaba sin procesar, por lo que tenían que molerlo.14
Una persona tenía hasta la cuarta hora del día para recoger el maná; después de ese tiempo, se derretía al calor del sol.15 El Midrash relata que el maná derretido creaba arroyos que proporcionaban agua potable a muchos de los animales del desierto. Si un miembro de una nación cercana comía uno de esos animales que había bebido de los arroyos infundidos con maná, podía probar su sabor.16
Sabor y nutrición
La Torá describe su sabor como similar al de algo frito en aceite y miel. El maná se adaptaba al gusto de cada individuo: para el adulto sabía a comida de adulto, mientras que para un bebé sabía a leche materna. Al desearlo, uno podía saborear en el maná cualquier cosa que quisiera, ya fuera carne, fruta o grano.17
Curiosamente, los israelitas se quejaron más tarde a Moisés de que echaban de menos los calabacines, sandías, puerros, cebollas y ajos. Si el maná podía saber a cualquier cosa del mundo, ¿por qué añoraban esas verduras? El Talmud explica que, como esas verduras podían ser perjudiciales para las mujeres lactantes, el maná no adoptaba su sabor. Otra explicación es que, aunque podía saber como esos alimentos, no adoptaba su textura, como ocurría con otros.18
Al ser un alimento celestial, el maná solo contenía materia nutritiva y era totalmente absorbido por el cuerpo, por lo que después de consumirlo los israelitas no necesitaban expulsar ningún producto de desecho.19
Joyas y otras bondades
Según la tradición, junto con el maná caían todo tipo de gemas y perlas preciosas.20 Además, desprendía un olor fragante y, durante los 40 años que los israelitas viajaron por el desierto, sirvió de perfume para las mujeres.21
El maná como medio de resolución de conflictos
El Talmud cuenta que el maná se utilizaba para resolver muchas disputas. Por ejemplo, si dos personas se presentaban ante Moisés para un juicio, una diciendo: “Robaste a mi siervo”, y la otra respondiendo: “Yo no lo robé, sino que tú me lo vendiste”, Moisés les decía: “Por la mañana habrá un juicio”. ¿Cómo se resolvía el asunto? Si al día siguiente el siervo encontraba su cazo de maná en casa de su primer amo, quedaba claro que había sido robado, porque el maná seguía siendo del primer dueño. Y si encontraba su cazo de maná en casa de su segundo amo, era evidente que había sido vendido.22
Cuándo dejó de caer el maná
El maná cayó durante los 40 años que los israelitas estuvieron en el desierto, y dejó de caer tras la muerte de Moisés cuando entraron en la tierra prometida.
Una jarra de maná está escondida
Di-s ordenó a Moisés que guardara una porción de maná a lo largo de las generaciones para que los judíos vieran cómo Di-s los había sostenido en el desierto.23 Aarón recogió un poco de maná y lo puso en una jarra dentro del Santo de los Santos (el lugar más sagrado del Templo). El Midrash relata que permaneció allí durante muchos años, y en los días del profeta Jeremías, cuando este reprendió a los judíos diciéndoles: “¿Por qué no os dedicáis a la Torá?”, ellos respondieron: “¿Debemos dejar nuestro trabajo y dedicarnos a la Torá? ¿De qué nos mantendremos?”. Entonces sacó la vasija de maná y les dijo: “Ya veis la palabra del Señor”.24 No dice “oíd” sino “ved”. En otras palabras, Jeremías estaba diciendo: “Con esto se mantenían vuestros antepasados. Di-s tiene muchos medios para preparar comida para los que Le veneran”.25
Nuestros sabios nos cuentan que “cuando el rey Salomón construyó el Templo Sagrado, sabiendo que estaba destinado a ser destruido, construyó un lugar para esconder el Arca, al final de pasadizos ocultos, profundos y sinuosos”. Finalmente, 22 años antes de la destrucción del Primer Templo, el rey Josías escondió la jarra de maná junto con el Arca en ese pasadizo especial oculto.26 Según la tradición, sigue escondida allí, esperando ser redescubierta con la venida de Mashíaj.
El Midrash relata que este último trozo de maná nos recuerda que, al igual que en el desierto, cuando los judíos se ocupaban exclusivamente de aprender la Torá, Di-s los sustentaba con el maná; así también, en la era mesiánica, seremos sustentados con alimento del cielo al centrarnos exclusivamente en profundizar en la Torá.27 ¡Que esto ocurra pronto en nuestros días!
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