Ellos dicen adáptate o muere. ¿Pero debemos deshacernos de lo viejo para adoptar lo nuevo? ¿La elección está limitada a moderno o anticuado, o podemos ser tradicionalistas contemporáneos? ¿Pueden coexistir el pasado y el presente?
Al comienzo de la Parashá de esta semana leemos que Moisés mismo estaba ocupado con una misión especial mientras los judíos abandonaban Egipto. Moisés tomó con él los huesos de José. Más de cien años antes del gran Éxodo, José hizo jurar a los Hijos de Israel que lo llevarían con ellos cuando eventualmente abandonaran Egipto. Como virrey de Egipto José no podía esperar ser sepultado en Israel cuando muriera, como lo fue su padre Jacob. Los egipcios no tolerarían que su líder político fuera sepultado en una tierra extranjera. Pero él hizo que sus hermanos se comprometieran solemnemente a que cuando llegara el momento y todos los israelitas partieran tomarían sus restos con ellos.
Y fue así que mientras todos los demás estaban ocupados empacando, cargando sus burros y preparándose para el Gran Viaje por el Desierto, Moisés estaba ocupado con esta misión, cumplir la sagrada promesa hecha a José generaciones antes.
Pero José no fue el único re sepultado en la tierra santa. Sus hermanos también recibieron el mismo honor y último homenaje. Sin embargo es sólo a José a quien menciona explícitamente la Torá. ¿Por qué?
La respuesta es que José fue único. Mientras que sus hermanos eran simples pastores que atendían a sus rebaños, José se encargaba de los asuntos de estado de la más poderosa superpotencia de la época. Ser un judío practicante mientras se pasea plácidamente por las praderas no es complicado. Sólo en los campos, comulgando con la naturaleza, y lejos del ajetreo y el bullicio de la vida en la ciudad, uno puede ser más fácilmente un hombre de fe. Pero manejar una gigantesca infraestructura gubernamental como el hombre de estado más elevado en la tierra y aun permanecer fiel a las tradiciones de uno —no es sólo una novedad, es inspiración absoluta.
Fiel como fue desde la vida simple de un joven pastor hasta el centro de la capital para hacer equilibrio con los roles de virrey y judío, José representa la tradición en medio de la transición. Es posible, enseñó al mundo, ser un tradicionalista contemporáneo. Uno puede cabalgar exitosamente en ambos mundos.
Ahora que estaban por abandonar Egipto, los judíos estaban enfrentando un nuevo orden mundial. Atrás quedaban la esclavitud y la opresión, y en su lugar estaba la libertad. Durante ese tiempo de transición, sólo José podía ser su modelo de conducta. Necesitarían su ejemplo para mostrarles el camino hacia esa tierra desconocida, la nueva frontera.
Es por eso que la Torá sólo menciona a José como aquel cuyos restos salieron con el pueblo. Necesitaban tomar a José con ellos así, al igual que él, también harían su propia transición exitosamente.
Desde que dejamos Egipto, hemos estado deambulando. Y cada traslado ha traído con él sus propios desafíos. Desde Polonia a América o de Lituania a Sudáfrica, toda transición vino con choques culturales para nuestra psiquis espiritual. Cómo ganarse la vida y seguir cuidando el Shabat como lo hacía en el shtetl cuando el dueño de la fábrica dice "Cohen, si usted no viene el sábado, ¡no se moleste en venir tampoco el lunes!" Era una prueba de fe que no era para nada fácil. Muchos sucumbieron. Pero muchos otros se mantuvieron firmes y sobrevivieron, y hasta florecieron. Fue la prueba de la transición —y aquellos que tomaron como modelo a José pudieron hacer la transición mientras permanecían comprometidos con la tradición.
La democracia y la cultura de los derechos humanos han hecho que parte de la vida judía fuera de alguna forma más fácil, pero aun abundan los desafíos. En todas nuestras transiciones de hoy, debemos continuar aprendiendo de José.
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