Al comienzo de nuestra parashá, Moshé recuerda lo que Di-s les dice a los hijos de Israel: “Bastante han permanecido en este monte. Vuelvan, partan…” (Devarim 1:6-7). Este monte es el Sinaí, escena de la revelación de la sabiduría y la voluntad de Di-s para el hombre. Aun así, Di-s nos dice: “Ya han estado aquí suficiente. ¡Sigan adelante!”.

Siempre debemos estar listos para movernos hacia adelante, para seguir hacia la siguiente etapa. Para tomar lo que tenemos y propulsarlo hacia adelante. ¿Cómo se supone que naveguemos por un camino despejado, a través de la confusión que conlleva la vida cotidiana? ¿Cómo reconciliamos esto con nuestro pasado? ¿Cómo utilizamos nuestra experiencia de vida, tanto individual como colectiva?

Un joven niño viajaba desde Ierushaláim hacia el Galil.

Llegó a un cruce de caminos con cuatro direcciones y, para su espanto, descubrió que el cartel de la intersección, con sus flechas, que apuntaban a las ciudades, se había caído.

Ahora no tenía modo de saber qué camino debía tomar para llegar a su destino.

¿Qué iba a hacer?

Pero él sabía de dónde venía: de Ierushaláim. Al arreglar el cartel de modo que Ierushaláim apuntara al camino del que él había venido, pudo darse cuenta de qué dirección debía tomar.

Esta es la clave. Moverse hacia adelante es esencial, pero para lograrlo debemos entender de dónde venimos. La Torá es nuestra experiencia de vida colectiva. Nuestra herencia y nuestra historia son nuestros letreros. Si las usamos como punto de partida, si sabemos de dónde venimos, seremos capaces de llegar adonde nos dirigimos, de tomar el camino correcto, sin desviarnos ni perdernos.

Sí, el progreso es algo inevitable (e incluso positivo). Sin embargo, debe combinarse con un conocimiento y una valoración del lugar donde comenzamos y de nuestro marco de referencia. De esta manera, seremos capaces de trazar un futuro claro y luminoso, lidiaremos con los desafíos del mundo moderno sin rodeos y usaremos el progreso de manera positiva para alcanzar nuestro destino final.