Una mujer escucha por casualidad a otras dos mujeres en el supermercado lamentando el comportamiento de una cierta adolescente. A medida que la mujer escuchaba más y más de la conversación, se ponía cada vez más irritada por el mal comportamiento que estaba escuchando y se empezó a preguntar qué tipo de padres tan malos e irresponsables serían los que permiten que continúe esa situación. Más tarde, una de las mujeres menciono el nombre de la adolescente en cuestión y ella se dio cuenta, para su horror, ¡que se trataba de su propia hija! Por supuesto que en ese momento, se dio cuenta cuan diferente hubiera juzgado la situación si lo hubiera sabido desde un principio. Después de todo, cuando se trata de nosotros y lo nuestro ¡siempre vemos las cosas diferentes!

En las líneas de apertura del Libro de Deuteronomio, la Torá nos dice: “Estas son las palabras que transmitió Moshé a todo Israel...” (Devarim 1:1). La Torá luego relata como Moshé (en una forma muy sutil y no ofensiva) recuerda al Pueblo Judío de sus fallas a través de los años en el desierto. La Torá específicamente relata que el habló de esas fallas “a todo Israel”. Cuando Moshé habló con Di-s, sin embargo, él contó solo los aspectos positivos y las virtudes del Pueblo Judío. Argumentó a su favor, no importa lo que hubieran hecho mal. Siempre buscó justificar sus acciones, por más difícil que esto fuera.

Podemos aprender mucho sobre buenas cualidades de carácter de estos eventos. Frecuentemente nos encontramos en una situación en la que escuchamos algo sobre alguien, estando en una posición en la que podemos decir algo que puede cambiar las cosas para bien. Sin embargo, nos quedamos callados. Moshé nos enseña que esto no debería ser así. Si es absolutamente necesario, debemos encontrar un momento apropiado para llamar la atención sobre algo que sentimos necesario a un amigo cercano o un conocido. Pero esto solo se aplica en nuestra relación con esa persona y en nuestra comunicación privada con ella. Cuando hablamos a otros sobre esa persona, o escuchamos que otros hablan de ella, siempre debemos buscar dar el beneficio de la duda, abogar a su favor por más improbable que sea el escenario.

Llevando esto un paso más lejos, el ideal debería ser abogar en favor de esa persona en nuestra propia mente y no solo con otras personas. Así como siempre encontraré una buena excusa y justificación cuando se trata de mis propias acciones y defectos, si realmente apreciara y respetara a mi colega, aplicaré la misma generosidad cuando se trata de sus aparentes fallos.

La tradición jasídica lleva esta idea aún más lejos y enseña que cuando se trata de uno mismo, se debería ser muy crítico, siempre buscando mejorar nuestro comportamiento y nunca satisfacernos con excusas débiles. Cuando se trata de otras personas, deberíamos ir al extremo opuesto y buscar atribuir intenciones positivas o buenas justificaciones a sus acciones, por más improbable que esto sea.

Estamos actualmente en un período en el calendario Judío en el que guardamos luto por la destrucción del Segundo Templo como resultado del “odio gratuito” entre judíos. El único antídoto para el odio gratuito es el amor incondicional. Un buen comienzo es dar a los demás el beneficio de la duda y juzgarlos siempre favorablemente.

Que todos encontremos favor en los otros y con Di-s y que merezcamos paz y armonía en nuestros días.