Rab Mordejai Eliahu, de bendita memoria, ex Rabino en Jefe Sefaradí de Israel, contó:

“El Rebe una vez se enteró de un plan para humillar personalmente a un primer ministro de Israel. Hizo todos los esfuerzos para detener a los individuos de hacerlo. Dijo: ‘Criticar sus acciones, sí; humillarlo a él, no’."

“Hay que tener una fuerza especial para criticar y amar al mismo tiempo.”

Este equilibrio delicado y único entre amor y crítica, preocupación y compasión, verdad y tolerancia, recuerda a otro Rebe: Moshé.

Cuando comienza el libro de Devarim, a Moshé le quedan cinco semanas de vida. Tiene mucho que decir al pueblo que lideró durante 40 años, y aún más a la gente cuyo futuro prometedor pero incierto está más allá del Río Jordán. El quinto libro de Moshé es de este modo, esencialmente, su última voluntad y testamento. Así es como comienza:

“Estas son las palabras que transmitió Moshé a todo Israel en la margen oriental del Jordán, en el desierto, en la Aravá, frente al Iam Suf, entre Parán y Tófel, Laván, Jatzerot y Di Zahav.” (Devarim 1:1)

¿Estas son las palabras? ¿Qué palabras?

Este versículo sólo parece catalogar el itinerario israelita en el desierto, no haciendo mención de ninguna palabra dicha por Moshé. ¿Quizás fueron sacadas? uno se pregunta.

El comentador bíblico Rashi ofrece una idea creativa. “Estas son las palabras” se refiere a las palabras de crítica que Moshé dirigió a los israelitas. Moshé enumera aquí todos los lugares donde los judíos hicieron enojar a D-os. Por lo tanto, “en el desierto” no es una referencia nostálgica al paisaje de un viaje memorable, sino que sirve para introducir las palabras de Moshé a Israel, en las cuales recuerda sus muchas transgresiones contra D-os, por medio de mencionar los lugares donde se equivocaron. Las notas geográficas del versículo delinean las caídas de los israelitas, no sus paradas.

Por ejemplo: “En el desierto”, alude a cuando los israelitas enojaron a D-os en el desierto, diciendo “Hubiese sido mejor morir a manos de Hashem” (Shemot 16:3). “En la Aravá” (planicie): Los criticó por su adoración de la deidad del Baal Pe’or en las planicies de Moab. “Frente al Iam Suf”: Una referencia a su rebelión en el Mar Rojo, cuando dijeron “¿Acaso no había sepulturas en Egipto que nos llevaste a morir al desierto?” (Shemot 14:11). Y la lista sigue (como la enumera Rashi)...

Lo que es extraño aquí es la forma velada en la que Moshé elige criticar a su pueblo. ¡Es algo inusual para un hombre cuyo sello fue la claridad y la verdad! La alusión ¿no deja lugar para la confusión?, algo problemático para cualquier líder en cualquier momento.

Pero aquí está la verdadera grandeza de Moshé, o más bien la grandeza de su verdad. La verdad que él personificaba y comunicaba no era fría y metálica, del tipo que parece crítica y condescendiente. Sino que era una verdad cálida y tierna, envuelta en un abrazo, atada con sensibilidad y adornada con compasión. Por lo tanto, a pesar de que esas palabras de reproche eran absolutamente necesarias, cuando las dijo, Moshé se aseguró de aludir en vez de acusar, de rodear en vez de atacar directamente, para abrir, en vez de cerrar, los corazones y mentes del pueblo al que se dirigía. Evitó herir con el corazón. Moshé enseñó que humillar es aniquilar, sin importar el transgresor o la transgresión.

Los comentaristas indican que hubo dos instancias de pecado nacional que Moshé no mencionó en sus últimas palabras. La primera sucedió en Mará: “No pudieron beber agua de Mará porque era amarga... Entonces el pueblo se quejó contra Moshé...” (Shemot 15:23-24). La segunda ocurrió en Kadesh: “No había agua para la comunidad, por lo que se congregaron contra Moshé... El pueblo discutió con Moshé... ¿Por qué trajeron a la comunidad de Hashem a este desierto, para que muramos aquí...?” (Bamidbar 20:3-4).

Lo que es particularmente llamativo de la omisión de Moshé de estas transgresiones es que fueron dirigidas no (solo) a D-os sino a él mismo. Nos podemos imaginar cómo esas acusaciones deben haberlo herido, especialmente la de Kadesh. Y ni mencionar que como resultado indirecto de eso, Moshé sufrió el golpe más duro de su vida: D-os no le dio la posibilidad de cumplir su sueño de entrar a la Tierra Santa.

Aun así, increíblemente, esta omisión calculada de sus palabras no fue a pesar de la herida y la traición que sintió, sino debido a ellas. Moshé temió que su agravio personal se pudiera de alguna forma introducir en el tono de sus palabras, y que como resultado, sus palabras de amonestación estuvieran manchadas con un ángulo amargo, poniendo a los oyentes a la defensiva, posiblemente alejándolos en vez de acercarlos.

Esta es la forma de pensar de un líder que ama a su rebaño. ¿De qué serviría mencionar Mará y Kadesh, si podría existir la posibilidad de que pudieran atrofiar en vez de asistir el crecimiento de su pueblo amado? Moshé reconoció cuán sensible es la gente cuando se la crítica, y se ajustó y se desprendió de sí mismo en consecuencia.

A veces tenemos la responsabilidad de amonestar. Cuando eso sucede, debemos asegurarnos que no haya mordedura en nuestro ladrido. Porque será detectada por el receptor y la crítica será descartada. Cuando sea necesario amoneste, pero asegúrese que sea de todo corazón.