Una persona puede vivir el día a día, o puede tener un objetivo claro en la vida. Para dicha persona, cada decisión importante se hace en términos de ese objetivo. Algunas personas están tan fuerte y completamente enfocadas en su objetivo, que aún decisiones aparentemente pequeñas y actividades comunes de todos los días están firmemente dirigidas hacia su meta y esperanza en la vida.

Lo mismo se puede aplicar a un pueblo entero. A través de su historia, el pueblo judío ha tenido una serie de objetivos que se interconectan unos con otros. Este Shabat encontramos dos objetivos centrales vinculados. El primero tiene que ver con la lectura semanal de la Torá.

Comienza el quinto libro de la Torá. El quinto libro, Devarim (Deuteronomio), se diferencia claramente de los otros cuatro libros. Los libros anteriores de la Torá se enfocan en el relato de los eventos como sucedieron: la creación del mundo, el diluvio, la vida de Abraham, sus descendientes esclavizados en Egipto, liberados en el Éxodo, recibiendo la Torá en el Sinaí, construyendo un Santuario y varios eventos específicos durante los cuarenta años en el desierto.

En cambio, el quinto libro consiste de las palabras de Moshé al pueblo judío en el último año de su vida, preparándolos para entrar a la Tierra de Israel. El quinto libro fija su atención en el futuro, consciente del pasado, pero preparando al pueblo judío para algo que va a suceder.

El pueblo judío ya ha pasado por muchas diferentes etapas de experiencias, incluyendo la amarga esclavitud y el paso por el desierto por cuarenta años. Ahora están prontos para entrar a la Tierra Prometida, y junto con su líder Moshé, pueden mirar confiadamente hacia el futuro.

Esta es una forma en que este Shabat expresa el alcance de un objetivo: el pueblo judío está a punto de entrar a la Tierra Santa.

Ahora llegamos a un segundo objetivo complementario. La parashá de esta semana siempre se lee en el Shabat anterior al ayuno del 9 de Av. Este ayuno recuerda la destrucción del primer y segundo Templo y muchas otras tragedias. Pero el Ayuno de Av es más que un triste lamento del pasado. En su esencia íntima, también genera una mirada audaz y expectante hacia el futuro.

¿Por qué? Porque somos capaces de mirar hacia atrás a dos milenios de sufrimiento, y en particular los horrores de medio siglo atrás. Hemos viajado a través de nuestro desierto en la historia. Ahora somos capaces de mirar hacia adelante, con la perspectiva de la enseñanza judía, hacia la venida del Mashíaj y la reconstrucción de nuestro hermoso Templo en Jerusalem.

Es cierto que hemos visto muchas veces lágrimas en nuestro largo pasado. En siglos recientes, y en décadas recientes, hemos visto mucha confusión. Uno puede preguntarse, leyendo los periódicos, ¿qué nos depara el futuro? Pero nuestros sabios están claros en su visión: el futuro está lleno de alegría.

El mensaje central de cómo debemos encarar este futuro radiante, prepararnos para ello y hacerlo suceder está expresado en los versículos finales de la haftará de esta semana: “Sion será redimida a través de la justicia [Torá], y los que retornen a ella, a través de la rectitud [caridad]” (Isaías 1:27). A través del estudio de la Torá, enseñando justicia en todos los aspectos de la vida, y buenos actos como la caridad, podemos hacer que el glorioso futuro, el objetivo del judaísmo para nosotros y el resto de la humanidad, suceda ahora.