Queridos lectores:
¿Las adversidades de la vida los abruman y los hacen sentir desconectados de Di-s?
Los primeros padres de nuestro pueblo nos dan una lección poderosa sobre cómo encarar tiempos como estos. En sus últimos años, a Abraham y a Sara les ordenan ir a Canaán.
Canaán, el antiguo nombre de la Tierra de Israel, también significa “comerciante”. El comerciante simboliza la riqueza, la abundancia, la oportunidad. Espiritualmente, además, el nombre representa una profunda cercanía a Di-s. Abraham experimenta una relación más cercana con Di-s, y recibe la promesa de que heredará Canaán.
Pero luego se presenta un desafío… “Había una hambruna en la tierra, y Abraham partió hacia Egipto”.
Espiritualmente, una hambruna es una prueba de fe cuando se nubla nuestra espiritualidad.
Abraham le da instrucciones a Sara: “Cuando los egipcios te vean, dirán ‘Ella es su esposa’, y me matarán… Por eso, te pido que digas que eres mi hermana, para que me beneficien a causa de ti…”.
Hay una lección metafórica, espiritual, en esas palabras.
En Canaán, una tierra de generosidad espiritual, Abraham y Sara viven abiertamente como esposo y esposa, y se aman sólo como pueden hacerlo los matrimonios.
Pero luego Sara y Abraham terminan en Egipto —Mitzráim, en hebreo—, un nombre que connota contratiempos y limitaciones. Abraham le da instrucciones a Sara para que oculte su verdadera relación y diga que es su hermana.
La relación entre hermanos es innata y constante. El vínculo con un cónyuge, por otro lado, es elegido; su amor es una creación y está sujeto a cambios. Eso es lo que le otorga al matrimonio la intensidad y la pasión que lo caracterizan.
El rey Shlomó habla de la relación del pueblo judío con Di-s como si se tratara de una relación de hermanos.
En Canaán, cuando estamos en un espacio en el que sentimos la presencia y la generosidad de Di-s en nuestras vidas, Di-s es nuestro amado, nuestro esposo.
Pero luego llega la hambruna. Es un periodo de escasez y desafío, que pone a prueba nuestra resolución. La relación se vuelve tensa. Ya no sentimos la riqueza, el “comerciante” de Canaán. Estamos en Egipto, un lugar de meitzarim, de limitaciones.
Aquí viene la lección: “di que eres mi hermana”. Debes darte cuenta de que incluso en los momentos en los que te sientes desconectado de Di-s, de tu pueblo y de tu alma, Di-s está contigo. Di-s no es sólo un esposo, sino también un hermano.
Somos el pueblo de Di-s porque la divinidad está en nuestro ser desde el nacimiento. Como el vínculo entre hermanos, puede no siempre ser pasional, pero siempre está ahí.
Ansiamos una relación con Di-s que esté viva, que sea vibrante y apasionada, como la relación de un cónyuge cariñoso. Queremos sentirnos como si viviéramos en la Tierra Prometida, rodeados de bendiciones espirituales.
Pero incluso cuando pasamos por nuestras hambrunas personales —momentos de meitzarim, contratiempos y adversidades— nuestra relación con Di-s aún existe.
Y siempre podemos acceder a este amor y revivirlo.
Chana Weisberg,
Editor, TJW
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