¿Cómo es que Iaakov y Esav terminaron siendo tan diferentes? Mismos padres, misma crianza, la misma leche materna, y sin embargo, son drásticamente diferentes entre ellos.

De hecho, proveen una metáfora para la batalla interminable que reina en nosotros: El Divino Iaakov y su deseo de trascendencia versus el instinto Esav, con su insaciable auto satisfacción.

Todos tenemos nuestros temas, nuestros lugares a los que preferimos no volver. Esav nace pelirrojo y tan peludo como un adulto, y así quedó: Edom: rojo, intenso, impulsivo, violento. Desde el día de su nacimiento, se ve a sí mismo como una creación estática; y eso es lo que es, y eso es lo que será hasta muera. No ve otra razón para solucionar las cosas con su hermano, para dirigirse al “otro lado”. Él es simplemente Esav.

Iaakov también nace con sus cosas. Tímido, ratón de biblioteca, el “niño de mamá”. Pero, está dispuesto a reconocer y a enfrentar a Esav. Se viste con las vestimentas de Esav, y le dice a su padre que él le va a cazar la carne. Iaakov lo mira a Esav a los ojos.

Es tenebroso. ¿Puede uno vestirse como Esav y sin embargo, no convertirse en Esav?

Iaakov lo logra, impresionando a su padre lo suficiente como para asegurarse la bendición, y es dejado sólo, para hacer frente al nuevo ser que acaba de descubrir, a traerlo al mundo cruel y bruto que está fuera de la carpa, en donde Esav está cómodo. Pasa años como un pastor en la casa de Laban. Prospera, a pesar de las dificultades en el camino. Eventualmente, se siente lo suficientemente poderoso para encontrarse con su hermano, aquél al cuál una vez temió.

Todos tenemos nuestros temas, nuestros lugares a los cuales preferimos no ir. La forma más fácil es dejar a los perros durmiendo, y dejarlos ser lo que son. Heridas descubiertas sólo parecen evocar sentimientos dolorosos. Pero, si no nos dirigimos a nuestros temas, simplemente van a la deriva. Si no hacemos frente a Esav, nos convertimos en Esav.

Y esa es la diferencia entre ellos. Iaakov y Esav cada uno tiene “el otro lado”; Iaakov estaba dispuesto a reconocerlo y a lidiar con él, mientras que Esav optó por ignorlarlo.

Nosotros tenemos la elección. Como Shem le dijo a Rivka cuando estaba embarazada de los mellizos. “Dos fuerzas dominantes hay dentro de ti; cuando uno se eleva, el otro cae” (Comentario de Rashi, Génesis 25:23). Si elegimos mover el bote, podemos madurar con nuestras peleas y salir todavía más fuertes. Si barremos nuestras fuerzas opositoras dentro nuestro, debajo de la alfombra, se van a acumular y nos vamos a terminar tropezando.

Cuando vamos a donde más tememos, salimos del otro lado como “Israel”, hemos peleado y hemos ganado. Como el ángel derrotado le dice a Iaakov (Génesis, 32:29): “Tu nombre no será más Iaakov, sino Israel, porque tú has dominado el poder con el ángel de Di-s y con el hombre, y has prevalecido”.

Seamos Iaakov, no Esav.