Muchos de nosotros en este nuevo milenio tiene un "lado espiritual", un "ser religioso" o como queramos llamar a esa parte de nosotros que está en contacto con "algo superior"...

Así que la pregunta no es realmente si lo tenemos, sino qué es exactamente. ¿Es algo que tiene que ver con autoayuda, algún hobby o alguna sesión de terapia?

El Talmud, refiriéndose a esta pregunta hace más de 1500 años, lo pone en estos términos: ¿cómo llamaría usted al lugar que Di-s ocupa en su vida—una montaña, un campo, o una casa?

Era algo más para cada uno de los tres Patriarcas del pueblo judío. Hay un lugar—el Monte del Templo en Jerusalem—el cual la Torá considera como el punto focal de la presencia de Di-s en nuestro mundo. Cuando Abraham estaba allí, se llamaba "la montaña de la revelación de Di-s". Para Isaac, el lugar era un "campo". Jacob se pasó una noche allí y lo proclamó "la casa de Di-s."

Los cabalistas resumen las vidas de los tres Patriarcas de esta manera: Abraham era la encarnación del amor, Isaac personificó el temor, y Iaakov era la esencia de la verdad.

1. amor, 2. temor, 3. verdad

1. El problema con el amor es que puede ir demasiado lejos, afectando los límites entre uno mismo y el otro. Abraham era la perfección del amor, pero su hijo, Ishmael, era un ejemplo de amor destructivo.

2. El problema con la humildad, el compromiso y la autodisciplina es que pueden desviarse hacia la crueldad—Esau es un ejemplo de un "Isaac corrupto".

3. La verdad, por otro lado, es lo que es; y no porque se quiera obtener algo. La verdad es amor que respeta los límites; la verdad es compromiso combinado con compasión. La verdad no es una montaña, ni una parte de la tierra que intenta ser cielo; ni un campo, sometiéndose al arado. La verdad es una casa: un lugar que alberga vida, que cuida sus necesidades, un lugar que permite ser.

Claro, la casa no puede existir sin la montaña y el campo. La verdad sin la pasión está muerta; la verdad sin compromiso no tiene cimientos. Para ser "nosotros", debemos subir nuestras montañas y trabajar nuestros campos. Pero debemos recordar que vivir verdaderamente no es lograr o someter, sino habitar nuestros logros y compromisos. O como lo expresa el Midrash: hacer del mundo una casa para Di-s.