¿Qué es la galut?
Galut significa exilio. Hace unos 2000 años el pueblo judío fue llevado lejos de su tierra y enviado a una penosa galut que dura hasta el día de hoy. Esperamos y ansiamos el día en el que nuestra galut y el sufrimiento lleguen a su fin, en el que se nos regrese a la Tierra prometida, con la llegada de nuestro redentor, el Mashíaj.
¿Por qué estamos en la galut?
La galut se suele describir como un castigo por nuestros fracasos. Pero esto es sólo una parte de la historia. En el “acuerdo entre las partes” entre Di-s y Abraham, en el que se estableció por primera vez que habría un pueblo judío, Di-s le informó a Abraham que sus descendientes serían extranjeros en tierra ajena. La galut del pueblo judío fue decretada incluso antes de que hubiera un pueblo judío.
De manera similar, se suele pensar que la era mesiánica tiene como primer propósito que Di-s tenga la oportunidad de recompensar a su pueblo por los milenios de galut durante los cuales lucharon con lealtad y estuvieron a su servicio. Si bien este es uno de los motivos para la redención, no es su propósito definitivo.
El segundo verso del Génesis nos dice: “Y la tierra estaba sin orden y vacía, y las tinieblas cubrían la superficie del abismo, y el espíritu de Di-s se movía sobre la superficie de las aguas”. Sobre esto, el Midrash comenta: “‘El espíritu de Di-s: este es el espíritu del Mashíaj”. En otras palabras, Di-s creó la luz y la oscuridad: tanto la luz y la oscuridad físicas como sus equivalentes metafóricos: la redención y la galut. E incluso antes de esa época concibió un tiempo en el que la luz haría que la oscuridad se desvaneciera. Concibió el espíritu del Mashíaj.
La era mesiánica fue en realidad la principal motivación para crear mundos. En palabras del Midrash: “Di-s deseaba una morada en los reinos más bajos”. La fuente divina de nuestro mundo físico está tan oculta que sentimos que somos seres por completo independientes; no sentimos ni percibimos a Di-s, de hecho, incluso tenemos la capacidad lógica desafiante de negar la fuente misma de nuestra existencia, de la que dependemos en cada momento.
Y Di-s deseaba “habitar” –ser percibido y reconocido– en este ambiente “bajo” y hostil.
Este deseo se cumplirá con la llegada del Mashíaj. Y para cumplir esa meta, antes necesitamos someternos a la galut.
¿Cómo es eso?
Cada una de las creaciones de Di-s está infundida de un alma, de una esencia espiritual. Pero este núcleo está oculto. En lugar de objetos que proclaman ser creaciones de Di-s, a las que se les garantiza la existencia sólo para aumentar su gloria, ellos proclaman –de manera verbal o de otras formas– que son seres independientes.
Es nuestra tarea romper con esta farsa, destruir el ocultamiento. Esto se logra cada vez que utilizamos un objeto en el servicio de Di-s. Un acto semejante revela el objetivo definitivo de esta creación en particular. Cuando usamos una mesa para estudiar la Torá, cuando usamos cera para encender las velas de shabat, cuando usamos dinero para la caridad, cuando usamos nuestros pies para caminar hasta la sinagoga: todos estos actos sirven a un objetivo en particular, revelan la esencia divina de otro componente de la creación.
Esta es la razón subyacente por la cual a lo largo de los siglos nuestro pueblo ha sido esparcido por todos los rincones de la tierra. Estas “chispas” de santidad incluidas en la creación se dispersaron por todo el mundo, y así se hizo necesario que un judío hiciera una bendición sobre un vaso de agua en Shanghái, que pusiera una mezuzá en Uzbekistán y que usara las aguas de Johannesburgo como una mikve. Hoy, con la globalización de los mercados, esto es aún más sencillo: podemos sentarnos en Estados Unidos y encender menorot “made in China”...
De esto se trata la redención: no es un cambio radical en la creación, sino el descubrimiento del ser más verdadero de la naturaleza, logrado gracias a nuestra temporada en la galut.
A hora, el efecto que tenemos en los objetos que elevamos está oculto. Cuando llegue el Mashíaj, nuestros ojos se abrirán y veremos el fruto de nuestro esfuerzo milenario.
Lo interesante es que por eso la palabra hebrea para decir “redención”, gueulá, se forma con las mismas letras que la palabra hebrea para decir “exilio”, golá, con la única adición de la letra álef,que transforma la palabra “exilio” en “redención”. La álef, que tiene el valor numérico del uno, representa al único Creador, al que insertamos –revelamos– en cada componente de la creación y así conducimos al objeto a un estado de redención. Con la sucesiva revelación de las álefen cada componente de la creación, llevamos al mundo entero a un estado de redención. Un mundo en el que Di-s es revelado.
En un sentido más profundo, la tragedia de la galut no se limita al desplazamiento físico y no se define necesariamente como una persecución y un sufrimiento. La galut es un momento en el que la presencia de Di-s está oculta, en el que casi todos los rastros perceptibles de la relación que compartimos con él se han desvanecido. No sentimos ni vemos el amor que Di-s siente por nosotros, y no nos sentimos en verdad sus hijos. Podemos estudiar su Torá y seguir sus mandamientos –y se nos dice que al hacerlo nos conectamos con él– pero no lo sentimos.
Es por eso que incluso los judíos que hoy viven en Ierushaláim dicen en sus rezos: “Por nuestros pecados fuimos exiliados de nuestra tierra”. Porque incluso alguien que se encuentra físicamente en la Tierra de Israel está en la galut.
En los primeros años de nuestra condición de pueblo, se sentía la presencia de Di-s. Él intervenía con frecuencia y abiertamente en los sucesos de este mundo, y en especial en nombre de su pueblo elegido. Esto nos motivó a querer conectarnos con él; el amor que se nos mostraba provocó un sentimiento recíproco de nuestra parte; era Di-s el que avivaba la relación.
La era mesiánica es la consumación de nuestra relación con Di-s, y para ganar este privilegio tenemos que probar que la relación es real para nosotros, que es parte de quienes somos, tanto que mantenemos la relación de manera incondicional, incluso en la ausencia de una revelación de reciprocidad por parte de Di-s. Incluso cuando permanecer leales a él nos cuesta muchísimo.
Dos mil años de oscuridad espiritual no nos han disuadido. Hemos probado nuestra fidelidad a través del fuego y del agua, más allá de la sombra de la duda. La galut ha perdurado más allá de su utilidad: ¡es tiempo de la redención!
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