Todo lo que existe –ya sea un objeto, un ser vivo, un hecho o un recuerdo del pasado–, cada cosa, es el resultado de una chispa divina.
Esa chispa no se desprende del fuego ni de la energía electromagnética. La chispa divina de un objeto es su significado, aquello que verdaderamente intenta transmitir, el lugar que ocupa en el rompecabezas gigante de la historia al que llamamos tiempo.
Los cabalistas nos enseñan que cuando se creó el mundo, todas las chispas estaban diseminadas. Algo así como si tomáramos un libro y arrojáramos todas las palabras y letras que lo componen al aire. Y es precisamente por eso que tantas de las cosas que comprenden este mundo parecen carentes de sentido, aburridas, confusas, feas y hasta a veces horribles.
Nuestra tarea es rescatar y liberar la chispa que habita en cada cosa para poder así obtener un mundo bello, armonioso y significativo. Para conseguirlo, debemos colocar las piezas del rompecabezas nuevamente en su lugar, de forma tal que cada cosa comience a cobrar sentido, otorgando verdadero significado y valor a cada una de ellas.
Por ejemplo, al dinero.
No tiene ningún sentido acumular dinero o malgastarlo en cosas que no benefician a nadie. Por el contrario, invertirlo en formas que beneficien a todo el mundo es una manera de encontrarle un sentido real al dinero. Estas inversiones tienen como objetivo generar en las personas un sentimiento de autosuficiencia y posibilidad de una vida mejor sin dañar el medio ambiente o a otras personas.
Otro ejemplo son los inventos.
Todo lo que se inventa también posee una chispa divina, solo que esa chispa debió aguardar su momento en la historia para aparecer. Pero una vez que se materializa, es nuestro deber descubrir qué lugar ocupa en el gran esquema de los objetos, permitiendo a las personas tomar las riendas de sus vidas e incrementar el nivel de entendimiento entre ellas y la sabiduría en el mundo.
También podemos pensar en las experiencias de vida. Ya sea un viaje de vacaciones o una persona que conocemos. O quizás un trabajo que empezamos o un curso que realizamos. Una amistad. Un triunfo. Un fracaso. Donde sea que vayamos y sea lo que fuere que veamos, habrá algo que podremos aprender de esa experiencia, algo que nos provea un entendimiento más profundo de la vida y del creador de la vida.
A medida que develamos el significado de cada cosa, más cerca está el mundo de alcanzar su completitud. Una vez que se alcanza una cantidad significativa de chispas liberadas, el mundo comienza a entonar con claridad la melodía para la cual fue creado.
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