Rabí Israel ben Eliezer, mejor conocido como el Baal Shem Tov –“El Maestro de Buen Nombre”– tenía la capacidad de encender el corazón de todo aquel que se cruzara en su camino mediante sus enseñanzas, cuyos temas eran el amor, la felicidad, la admiración y la contemplación.
De joven, siendo huérfano, perteneció a un grupo ambulante de tzadikim ocultos que estudiaban las técnicas de la cabalá. Sin embargo, tuvo la capacidad de ir más allá de las enseñanzas de sus maestros y así logró comprender la verdadera esencia de esta sabiduría ancestral, al punto tal que consiguió transformarla en algo relevante para la vida cotidiana de las personas más simples.
En Rosh Hashaná, el Año Nuevo, de 1705, el Baal Shem Tov se acostó en el piso de su habitación en un profundo estado de trance. Sintió cómo su alma ascendía a las esferas espirituales más altas, más alto de lo que jamás había ascendido antes, hasta llegar a las salas del cielo, a la sala del mashíaj, un alma que aguarda el momento preciso para descender a este mundo y liberar a toda la humanidad de sus ataduras, tanto físicas como espirituales.
Ingresó a la sala y preguntó: “maestro, ¿cuándo vendrás?”
El mashíaj le respondió, “cuando tu fuente se propague hacia el exterior”.
Fuente. El Baal Shem Tov sabía exactamente lo que esa palabra significaba. Y a su vez, entendió la implicancia de esa respuesta. No alcanzaba con que la fuente desbordase para que sus aguas dieran vida al mundo exterior. No, las fuentes mismas debían expandirse hacia el exterior, lo más que pudieran, hasta que no existiera un lugar que pudiera ser considerado exterior. Cada rincón del mundo, cada criatura que habite en él, cada ser consciente… todo debía convertirse en una fuente de sabiduría interior.
Después de todo, para el creador de las cosas, no existe exterior ni interior. Se encuentra en todas partes, en todas las cosas y todo es expresión de su unicidad, para que no haya nada en este mundo que no pueda convertirse en una fuente, porque no existe nada fuera de él.
Por lo tanto, esta es nuestra tarea diaria. Hacer que nuestro exterior se convierta en una fuente de nuestra sabiduría interior.
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