La porción de la Torá de esta semana, Toldot, nos presenta a la familia patriarcal de Itzjak, hijo de Abraham, que dice: "Y esta es la descendencia de Itzjak, hijo de Abraham. Abraham había engendrado a Itzjak". Visto que no podemos considerar que la Torá es redundante, este versículo inicial plantea la siguiente pregunta: Una vez que se nos ha dicho que Itzjak es "hijo de Abraham", ¿es necesario recalcar que "Abraham había engendrado a Itzjak"?
El midrash explica que dicha aseveración sirve como testimonio divino de que Itzjak era el hijo biológico de Abraham. Que en virtud de los rumores que circulaban en los que se aseguraba que Itzjak había sido engendrado por el rey filisteo Abimelej, Di-s le había dado una apariencia física similar a la de Abraham para que el mundo no tuviera dudas de que "Abraham había engendrado a Itzjak".
Otro comentario del midrash que desarrolla este tema nos dice que ese parecido físico entre Abraham e Itzjak era un reflejo de su parecido espiritual: sus méritos, sus nobles búsquedas, incluso el ADN espiritual de padre e hijo eran completamente idénticos.
Sin embargo, esta declaración de similitud espiritual ̶ sin mencionar el parecido físico ̶ es bastante curiosa.
Se nos dice que la principal forma de servicio de Abraham es por medio de su misericordia (jesed). Esto se demuestra en reiteradas oportunidades por medio de sus incesantes actos de hospitalidad, compasión y benevolencia. Él abría la puerta de su hogar a los viajeros hambrientos y se acercaba a otros para enseñarles con ternura, paciencia y sensibilidad.
Itzjak, por su parte, se vinculaba por medio de la severidad y la moderación (gevurá). Era una persona mucho más exigente. Esto se refleja en su desafiante e implacable actividad de cavar pozos. Incluso, cuando sus enemigos seguían tapándolos y destruyéndolos, Itzjak retiraba las piedras y la suciedad para descubrir las aguas que se encontraban debajo. Con fuerza y determinación, quitaba la shmutz, la maldad y la falsedad que se encontraban en la superficie, para destapar los reservorios de bondad y verdad enterrados.
De hecho, todo lo que sabemos sobre Abraham e Itzjak parece querer demostrarnos que eran muy diferentes. Que si alguna vez hubo un padre y un hijo tan distintos entre sí, ese es el caso de estas dos personalidades tan individualizadas. Sin embargo, el midrash afirma que, de hecho, Abraham e Itzjak se parecían en todo sentido.
En esta paradoja ubicada en el corazón de la familia de Israel, yace la verdadera belleza de nuestro pueblo. Situaciones diferentes requieren soluciones diferentes. En los días de Abraham, en los que no había conciencia de la presencia divina, el mundo necesitaba de alguien con su personalidad. En los tiempos de Itzjak, cuando la hostilidad estaba acechando a la vuelta de la esquina, el mundo necesitaba de alguien con la personalidad de Itzjak.
A pesar de esto, ambos individuos, quienes asumieron con firmeza las diferentes misiones que les tocaron con distintos métodos y características, son considerados idénticos en espíritu (y en esencia) porque su objetivo final era el mismo. Sus principios, valores y devoción hacia Di-s eran exactamente iguales. Abrieron caminos diferentes, pero ambos caminos llevaban al mismo destino: construir un entorno más santo y moral donde vivir.
El gran maestro jasídico, Reb Zushe de Hanipoli, una vez, señaló que, cuando pensaba en la pregunta que lo aguardaba al final de sus días en la tierra, no temía que le preguntaran: "Zushe, ¿por qué no alcanzaste la grandeza de Abraham, de Moshé o del Rey David? Este interrogante no lo preocupaba. Lo que verdaderamente temía era que le preguntaran: "Zushe, ¿por qué no alcanzaste la grandeza de Zushe?"
Cada uno debe explotar al máximo su propio potencial, ni más ni menos.
El judaísmo y el estilo de vida de la Torá celebran la individualidad. Cada uno está dotado de sus propios talentos, pasiones y formas de expresarse. En lo que respecta al carácter y a la personalidad, no existen dos personas iguales. Esta es la forma en que fuimos creados por Di-s, ya que solo podemos comprender su verdadera intención en la creación de este mundo por medio de las diversas expresiones de las multitudes que él creó.
Todos y cada uno de los judíos ̶ hombre, mujer, niño ̶ toca un instrumento diferente y especial en esta sinfonía que es el judaísmo. Dentro del contexto y el marco de la halajá y la tradición, existen infinitas maneras y modelos de servir al Todopoderoso. Desde lo intelectual hasta lo emocional, desde lo ritual hasta lo artístico, cada uno es llamado a experimentar todos los acercamientos, incluso, si brillamos en un área más que en otras. Lo que inspira, estimula e intriga a algunos puede no hacerlo a otros. Sin embargo, en la cima de todo, se encuentra ese lugar en el que todos somos y debemos mantenernos idénticos. La verdadera similitud entre todos los hijos de Abraham, Itzjak y Iaacob yace en los objetivos esenciales de vivir y desarrollarse según los principios de nuestra sagrada Torá.
Dejemos que cada instrumento de la orquesta contribuya con su sonido y su ritmo especial. No obstante, asegurémonos de estar todos tocando la misma melodía, guiados por el único Director de orquesta que existe, para que en vez de ser una cacofonía de sonidos disonantes, podamos producir una hermosa sinfonía de armoniosa diversidad.
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