Isaac quería nombrar a Esaú como su sucesor porque reconocía el potencial de Esaú para convertirse en un valiente guerrero de Di-s, dedicado a combatir el mal. A pesar de que Isaac había visto a Esaú sucumbir a las mismas tentaciones a las que él se hubiera resistido, Isaac sintió que si bendecía a Esaú, este abrazaría la causa del bien y la rectitud. Con su superior poder, sofisticación, y habilidad, Esaú sería entonces capaz de lograr los propósitos de Di-s en la tierra mucho mejor de lo que Jacob podría hacerlo.
Rebeca se dio cuenta del error de Isaac. Era verdad que Jacob no era un guerrero astuto y audaz como Esaú. Pero la aguda percepción que Jacob había desarrollado dedicándose al estudio de la Torá, le proveería con la astucia necesaria para sobreponerse al mal cuando lo tuviese que enfrentar. Es más, la devoción de Jacob a la Torá le dio un impulso mucho más fuerte para hacer del mundo un hogar para Di-s, que el que Esaú podría tener alguna vez.
De la sabiduría de Rebeca aprendemos que el tener habilidades y poder en sí mismo no nos transforma en líderes confiables. Podemos desarrollar mejor nuestras cualidades de liderazgo estudiando la Torá con devoción, y debemos buscar los líderes entre los estudiosos de Torá.1
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