El gran sabio Shloime llegó a la ciudad anunciando que tenía la capacidad de responder a cualquier pregunta. David, un niño de 11 años, decidió poner el sabio a prueba: se acercaría a él con el puño cerrado y le plantearía: “Tengo en mi mano una mariposa: ¿está viva o muerta?”. Si el sabio respondiera que está muerta, abriría la mano y mostraría que está viva. Si respondiera que está viva, apretaría la mano, matándola, y al abrir el puño verían todos que el sabio se equivocó.

David se presentó ante el sabio con la pregunta. Todos esperaban ansiosos la respuesta.

—Si la mariposa está viva o muerta depende de ti —dijo el sabio con un brillo en los ojos—. La respuesta está en tus manos.

La frase que abre la lectura de esta semana, Toldot1 , llama la atención por su estructura. “Estos son los descendientes de Isaac, hijo de Abraham; Abraham engendró a Isaac.”

¿No es de suponer de que si Isaac era hijo de Abraham, fue Abraham quien lo haya engendrado? ¿Por qué tiene que especificarlo?

Encontramos varias respuestas.

El comentarista Rashi2 , basándose en lo que dice el Midrash, explica que debido a que Isaac nació recién cuando Abraham tenía cien años, había burlones que decían que Sara había quedado embarazada del Rey Avimélej quien la había raptado3 . Por eso D-os hizo que la cara de Isaac sea igual a la de Abraham para que no haya ninguna duda que “Abraham engendró a Isaac”.

Otra explicación dice que cuando hablamos de la “descendencia de Isaac”, el futuro del pueblo judío, no alcanza con la primera parte del versículo, “Isaac, hijo de Abraham”, sino que es menester tener también la segunda parte, “Abraham engendró a Isaac”.

¿Qué quiere decir esto?

Muy a menudo cuando se le pregunta a un judío sobre su judaísmo te responde contándote de su pasado: “Mi padre era un hombre muy religioso”, “Mi abuelo era un rabino en Polonia”, “Mi abuelo fue uno de los fundadores de la Comunidad tal o cual”. Con esto no hay ninguna garantía de “descendencia”, de futuro. En cambio cuando uno responde, “mi hijo es el rabino de la comunidad”, “Mi nieto es un activista en tal o cual comunidad”, “Mi nieta ganó el Jidón Tanaj”, ahí sí que hay esperanza que la cadena milenaria seguirá. Después de todo, la fuerza de una cadena depende del eslabón más débil que tiene. El pedigrí con el cual nací no es indicativo de la fuerza de mi identidad judía; es lo que yo hice y hago, los hijos y nietos que crié, lo que refleja mi condición de judío y con la cual puedo enorgullecerme.

La enseñanza para nosotros hoy en día está más que clara. No podemos conformarnos con que nuestros antepasados hayan sido grandes judíos. Nuestros sabios declaran4 que uno es envidioso de todos menos de sus alumnos e hijos... Así que seguramente estaremos más que felices que nuestros hijos sepan más que nosotros y que sean más fuertes en su judaísmo que sus padres y abuelos.

¿Cómo se logra?

La manera de lograrlo es asegurando que los hijos tengan una educación judía como D-os manda. Desafortunadamente muchos padres se conforman con que su hijos reciban una educación judía menos que mínima y, como resultado, carecen de los conocimientos y experiencias judíos más elementales. A menudo se descarta dichas experiencias judías como “religiosas” y por lo tanto irrelevantes para los judíos “modernos” de hoy. El tiempo ha demostrado que una educación “judía” sin conocimientos y experiencias religiosas fuertes lleva a la asimilación, la indiferencia y la eventual desaparición.

En un estudio publicado hace poco por el Pew Forum5 , basado en entrevistas con unos 3.475 judíos norteaméricanos, salen unos números que son muy preocupantes por un lado y reconfortantes por otro. Por un lado se ve una tendencia hacia la asimilación, principalmente entre los judíos seculares. Por otro lado vemos la fortaleza que tienen aquellos que han gozado de una educación judía con fuertes bases religiosas.

Me hace recordar la siguiente historia:

El Profesor Sabelotodo llegó a la ciudad anunciando que podía responder cualquier pregunta. David, un niño de 11 años, decidió comprobar que el Profesor no tenía todas las respuestas. Iba a acercarse a él con el puño cerrado y le iba a plantear lo siguiente: “Tengo en mi mano una mariposa. ¿Está viva o muerta?”. Si el diría que estaba muerta, abriría la mano y mostraría que estaba viva. Si diría que estaba viva, apretaría la mano, matándola, y al abrir el puño verán todos que el sabio se había equivocado.

Dicho y hecho. Se presentó ante el Profesor con la pregunta. Todos esperaban la respuesta.

El Profesor reflexionó y luego de unos instantes dio su respuesta.

“Si la mariposa está viva o muerta depende de tí,” dijo con un brillo en los ojos. “La respuesta está en tus manos.”

Esta, para mi, es la enseñanza del comienzo de la lectura de esta semana. El futuro del pueblo judío está en nuestras manos. Los que ya fueron, ya fueron. Los que todavía no están, todavía no están. Nosotros sí estamos. Tanto el sentido del pasado como la situación del futuro depende de la educación judía que reciban nuestros hijos y del ejemplo que vean en nosotros, sus padres y abuelos.

En 1981 salió una canción que me conmovió de una manera y ahora me conmueve de otra. Se trata de un Zeide (abuelo) y su rol en la educación y cultivación de sensibilidad judía de la familia y como cuando fallece deja un vacío. Termina con las siguientes preguntas:

¿Quién será el Zeidi de mis niños?

¿Quién será su Zeidi sino yo?

¿Quién será el Zeidi de nuestros niños?

¿Quién será su Zeidi sino nosotros?

En aquel entonces era hijo y nieto; ahora que soy padre y abuelo resuena de otra manera...

Para escuchar la canción en inglés: http://tinyurl.com/kfykxko

Para escuchar la canción en español: http://tinyurl.com/kxnzmwh