El tema fundamental de Rosh Hashaná es la coronación de D-os como Rey sobre nosotros. Una coronación es una ceremonia solemne que inspira reverencia, y santo tremor en el corazón de todo judío ya que el inicio de los “Días de Reverencia” va más allá del temor al castigo. El término específico para este sentimiento es “irat haromemut” (Reverencia por la grandeza de D-os), el temor que surge de la contemplación por parte de cada judío de su papel personal en la coronación del Rey.
Además de los aspectos colectivos de la veneración en Rosh Hashaná, la coronación renueva el vínculo personal de cada judío con D-os, su conexión interna directa como un individuo. Cada hombre y cada mujer le piden personalmente a D-os que acepte la coronación, creando así el vínculo de “Nosotros somos tu pueblo y Tú eres nuestro Rey.”
Por lo tanto omitimos tajanun, las plegarias diarias de súplica, y no nos confesamos en Rosh Hashaná, aunque es el primero de los Diez Días de Arrepentimiento; ya que el dolor por las acciones del pasado, por más grande que sea, es olvidado en el estado de ánimo diferente que la coronación evoca: ser uno con D-os y irat haromemut.
Además, el arrepentimiento en ese momento no es el remordimiento ordinario por el pasado y una resolución para el futuro, sino “teshuva” de acuerdo con su significado interno: el regreso del alma a su fuente. Este servicio espiritual corresponde precisamente al vinculo individual renovado de la coronación del Rey.
Únicamente después de la festividad es que el arrepentimiento ordinario comienza, con la confesión y el slijot, que vienen como una consecuencia necesaria de la coronación. La unidad renovada con D-os evoca el deseo y la resolución de ser adecuados para tal exaltada condición, requiriendo un esfuerzo vigoroso para desarraigar cualquier cosa que la disminuya, por ejemplo, el pecado, y hasta el pecado accidental.
(Igrot Kodesh, vol. 22, p. 510)
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