Una vez, el sexto Rebe de Lubavitch, Rabino losef Itzjak Schneersohn, de bendita memoria (1880 - 1950), se dirigió a cierta persona en una carta usando el título de "hombre temeroso de D-os" (ish ierei Elokim). El secretario del Rebe comentó que la reputación de esa persona no justificaba un título tan distinguido.

El Rebe le contestó: "cuando un técnico de laboratorio examina una muestra de sangre, busca con el microscopio alguna traza del sospechado elemento o célula. Se considera que el descubrimiento de aunque sea una milésima del uno por ciento de ese elemento es muy significativo, ya que significa que esa 'minúscula traza' tiene el potencial de crecer y desarrollarse hasta convertirse en un factor muy tangible en la vida de la persona."

"Así también", dijo el Rebe: "examino el alma de la persona bajo un microscopio espiritual. Nunca dejo de encontrar allí una traza de temor de D-os. Para mí, esa 'minúscula traza' es muy significativa. De hecho, a conferir ahora a la persona el título de 'persona temerosa de D-os', acentuamos esa cualidad que hay en ella, y la animamos a crecer, desarrollarse y convertirse en una realidad tangible en la vida de esa persona".

En un seminario al que asistí una vez, el conferencista preguntó al público: "¿Qué hace exitosa a una persona?" Las respuestas fueron: "una persona que es honesta", "entusiasta", "amable", "que tenga integridad", "que se preocupe por los demás" y así por el estilo. La mayoría de los ítems mencionados como una receta para el éxito tenían más que ver con una actitud que con una capacidad. Refiriéndose a alguna capacidad, una persona podría decir: "Simplemente, no la tengo en mí", pero cuando se trata de actitudes positivas; son cosas que cada uno de nosotros posee, como mínimo en forma de una "minúscula traza". Solo necesitamos descubrirlas y permitir que se desarrollen.

Nosotros creemos que toda persona tiene una traza de honestidad, buena voluntad, gentileza, urbanidad y así por el estilo. Nuestra tarea como padres, esposos, amigos y simples prójimos es encontrar esa traza -aún si tuviéramos que emplear nuestros microscopios interiores- y estimularla.

El autor y conferencista de motivación Zig Ziglar sugiere que cada mañana nos paremos frente a un espejo y digamos: "Soy una persona honesta, soy una persona que se preocupa por otros". Deberíamos ir más allá, y hacer una lista con todos los rasgos de carácter que nos gustaría revelar en nosotros mismos. Deberíamos animar a nuestros hijos para que hagan lo mismo.

El paso siguiente es actuar en la forma que actuaría una persona que poseyera esos rasgos. Tal como no podemos aprender a pilotear un avión o a tocar el violín simplemente leyendo acerca de ello o escuchando conferencias sobre el tema, el desarrollo del carácter también requiere práctica. Conozco padres que llevan a sus hijos a visitar a personas internadas en un hospital o en un hogar de ancianos. Animan a sus hijos para que usen algo de sus dinerillos para ayudar a otros. El practicar actos de caridad y de bondad de manera constante es lo que hace bondadosa a una persona.

En pocas palabras, los pasos son: creer que tenemos las actitudes en cuestión y practicarlas hasta que se convierten en una segunda naturaleza.