Estimados Lectores:

Esta semana leemos en la Torá los terribles decretos del Faraón de Egipto sobre el pueblo judío, sin duda el más terrible de ellos era la orden de tirar a todo niño varón al río Nilo. El versículo es el siguiente:

“Todo niño que nazca debe ser arrojado al Nilo, pero a toda niña la harán vivir”.

La crueldad del faraón parece no tener límites, pero hay algo que llama la atención del versículo. ¿Por qué se obsesionaba que las niñas debían vivir? Se entiende que si querían matar a los varones y no a las niñas, era suficiente que el versículo dijera solo la primera parte. Vemos que la segunda parte era también un cruel decreto sobre los hijos de Israel.

Los egipcios adoraban al Nilo, el Nilo era el medio de vida de la mayoría de sus habitantes, pero en vez de agradecerle al Creador del cielo y la tierra, adoraban al emisario, sería como agradecerle al tenedor por darme de comer.

Por eso el Faraón no solo se conformaba con matar a los niños, sino que también quería que las niñas “vivieran” pero al estilo egipcio, con la cultura del materialismo, no solo quería destruir nuestros cuerpos sino también nuestras almas.

Muchas veces caemos en la tentación de pensar que nuestro sustento viene de nuestros buenos negocios, o dependen de cuanta educación tengamos o de cuan inteligentes y astutos seamos.

Esto sin duda es necesario, pero solo como intermedio para lograr ser exitosos, pero debemos saber que el verdadero origen de nuestro sustento y de nuestro éxito es la bendición divina.

¡Shabat Shalom!

Rabino Eli Levy