"La luz al final del túnel." "Tu enciendes mi vida." "Es un iluminado."

Si grabaras cada palabra pronunciada en las últimas 24 horas, probablemente encontrarías muchas referencias relacionadas con la luz.

Luz, brillo, fulgor - éstas son las metáforas que utilizamos cuando deseamos hablar sobre la esperanza, la sabiduría y bondad. La llama de la vela, el rayo de luz, el carbón resplandeciente - éstas son las imágenes en las que nosotros reconocemos nuestro anhelo por un mundo mejor, más sabio, más virtuoso, más espiritual.

Nos inspira el hecho de que un cuerpo luminoso como el sol, simplemente siendo lo que es, puede tener semejante efecto profundo en entidades tan lejanas, enriqueciéndolas con luz, calor moderado, energía y vitalidad. Nos inspira el hecho de que una llama diminuta puede desterrar la oscuridad de una habitación. En ese caso, no todo no está perdido. Si nuestras propias almas son "las velas de Di-s" (como Rey Salomón proclama en el Libro de Proverbios), entonces después de todo, no somos tan pequeños. El mundo aun puede transformarse. Todo lo que necesitamos es ser como somos de verdad, actuar con nuestra bondad innata, y la oscuridad se ira lejos.

Una vez por año, celebramos esta verdad. Durante ocho días y noches, celebramos el poder de la luz: en orden ascendente -una pequeña llama la primera tarde, dos llamas la segunda, tres en la tercera - encendemos la menora de Januca, recordando esa victoria milagrosa, hace 22 siglos, de la calidad sobre la cantidad, el espíritu sobre la materia, el coraje sobre el poder. Y rezamos por el día en que dichas victorias no sean "milagros" sino, la forma natural en la que Di-s conduce el mundo.