Cada niño que desea saber en qué noche de Janucá nos encontramos, simplemente cuenta las velas que están ardiendo en la Menorá (candelabro de 8 velas).

"Pero... papá, ¡¡¡hay cuatro velas encendidas en tu Menorá, no tres!!!"-dice mi hijo.

"¿Cuatro velas? Ah, la que se encuentra por encima de todas no cuenta" le contesto.

Y después de todo ¿por qué el Shamash no cuenta? Es él quien enciende las demás velas y quien está parado allí cuidándolas, por si alguna de ellas titubea y requiere una renovada propulsión de luz.

En realidad, siempre es así: Quien cocina y sirve la comida, nunca es realmente parte de la fiesta, aún después de quitarse el delantal y sentarse junto a todos a la mesa. El guía de turismo nunca aparece en las fotos (en realidad él es quien las toma) El shadján (casamentero) no siempre es el invitado de honor en una boda.

Sólo la Menorá de Janucá parece apreciar el verdadero significado del "Shamash"- la vela que está al servicio- colocándola en lo alto, por encima de todas las demás.

"¿Por qué el Shamash no cuenta? pregunta nuevamente mi hijo.

Miro al Shamash, que arde en su puesto, solitario, olvidado, ignorado. Y de alguna forma percibo que él no desea estar en otro lugar...