Entre los jóvenes judíos solía ser una práctica bastante difundida jugar a las cartas en Janucá. El juego favorito era llamado "kvítlaj" que se parece en mucho al blackjack.

La práctica de semejantes juegos en Janucá presenta algunas preguntas importantes.

¿Está permitido el juego, cuyo resultado se basa primariamente en la suerte, por dinero? ¿Está permitido el juego en general? ¿Se permite participar en loterías estatales o provinciales?

Según fuentes rabínicas, hay dos prohibiciones que podrían estar vinculadas con el juego.

La primera se aplica a casos en los que un ganador, al tomar el dinero del perdedor, podría estar realmente comprometiéndose en una forma de robo. El perdedor podría haberse convencido a sí mismo, como lo hacen los jugadores, que estaba destinado a ganar, negándose con ello a aceptar la posibilidad de que la suerte no esté a su favor. Por lo tanto, al insistir en que pague, el ganador está forzando de hecho al perdedor a ceder un dinero que nunca admitió genuinamente que fuera de su adversario. Sin embargo, como Rabí Moshé Isserlis lo ha dictaminado (en el Shulján Aruj 207:14), cuando cada jugador pone la cantidad aventurada abiertamente sobre la mesa de juego, entonces el ganador puede tomar posesión de lo que legítimamente ha adquirido.

Una segunda prohibición queda implícita por nuestros Sabios, quienes dijeron: "Los jugadores no contribuyen al bienestar común" (Sanhedrín 24b), y como Maimónides explica: dado que los jugadores se abocan a la ociosidad, no corresponde que un hombre se ocupe de cosas que no contribuyen al establecimiento del mundo (Hiljot Guenevá 6:8 11). Esta referencia, sin embargo, es para los jugadores profesionales y no para el participante ocasional.

Aunque generalmente desaprobado por nuestros Sabios, la siguiente anécdota indica que hay un tiempo y un lugar para todo!

Cierto día, el Poznaner Rebe recibió una conmovedora carta de una angustiada mujer. Se quejaba de que su esposo estaba enfermo e incapacitado de trabajar, y que ella no contaba con los medios necesarios para alimentar a sus seis pequeños niños. El Rebe no tenía el dinero para ayudar a la desanimada madre, de modo que se embarcó en una notable empresa. Fue al club de mercaderes de su pueblo y pidió permiso para unirse al juego de cartas que estaba en curso. El pedido ocasionó considerable sorpresa entre todos los presentes, pero por supuesto fue concedido.

Tras unos pocos minutos de juego, el Rebe arrojó la carta de la mujer sobre la mesa anunciando: "¡Corazones son triunfos!"

Todo los jugadores leyeron la carta. Su contenido, más la muy especial atmósfera creada por la inaudita visita del Rebe y la todavía más sorprendente maniobra con la carta durante el juego, resultó en su disposición a entregar de buena gana todo el dinero que se había acumulado sobre la mesa.

Esta historia tiene muchas moralejas, pero un punto incidental que puede ser aprendido es el siguiente: uno puede estar seguro de que el Poznaner Rebe no se habría unido a una pandilla de asaltantes callejeros para hacerse de su saqueo, bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, unirse ocasionalmente a jugadores de cartas para un corto momento mientras se persigue una causa altamente ponderable, no se equipara a volverse socio de pecadores.

Indudablemente, no hay robo involucrado en la aceptación de lo ganado en casinos o loterías pues el dinero es entregado de buena gana. Sin embargo, ¿es razonable abocarse a estas formas de juego?

¡No!

Todas las apuestas conducidas por instituciones comerciales están apreciablemente diseñadas en contra de los clientes, quienes a la larga están forzados a perder. Además, el estado no debería fomentar que gente se lo tomara a la ligera y se entregara a soñar esperando llegar a ser millonaria de un día al otro.

Queda mucho por decir acerca de hacer dinero con el antiguo sistema es decir, ganándoselo con trabajo. Después de todo, se nos dice: "Cuando comas el fruto de la labor de tus manos, serás feliz" (Salmos 128:2). Vivir nuestras vidas esperando milagros, incluso dependiendo de ellos, puede a veces verse como una clase de arrogancia. Nosotros, como gente ordinaria, no deberíamos pretender merecer que se nos otorgue ayuda Divina de una manera milagrosa o altamente improbable, tal como ganar el primer premio en una lotería donde las chances son menos de una en un millón.

Tal era la situación con la que el Gaón Rabí Eljanán Wasserman se topó durante un viaje a Manchester, Inglaterra, en 1937, cuando se encontró con el conocido filántropo Shaul Rosenberg. Su reunión tuvo lugar en una época en que Rosenberg sufría un desastroso golpe financiero, y en su desesperación había comprado un boleto de lotería esperando verse afortunado.

Conociendo la santa naturaleza de Rabí Eljanán, Rosenberg se volvió a él pidiéndole una bendiciendo que estaba convencido resultaría eficaz. Rabí Eljanán tomó por ambas manos al peticionante y pronunció con gran emoción:

"Reb Shaul, como recompensa por los extraordinarios actos caritativos que has realizado durante tantos años, que el Todopoderoso te conceda buena salud".

Rosenberg estaba perplejo, pero creyendo que el Rabí había entendido mal, superó su bochorno y repitió su pedido de una bendición en cuanto a la lotería. También trató de explicar por qué estaba obligado a ganar dinero de esta manera.

Una vez más, Rabí Eljanán tomó firmemente las manos del hombre y repitió su plegaria de buena salud.

Rosenberg era lo suficientemente listo como para darse cuenta de que el Rabí dijo lo que dijo, por cualquier razón que fuere, bastante deliberadamente, y respetuosamente cambió de tema.

Tres días después Rosenberg se desplomó en la calle y fue llevado al hospital, donde los médicos dijeron a su familia que había sufrido un derrame muy severo y sobreviviría, como mucho, un par de días. Sin embargo, el paciente persistió, recobrando eventualmente el conocimiento y el uso de todas sus facultades. Su recuperación creó sensación entre los expertos médicos, uno de los cuales exclamó: "Las chances de que Rosenberg sobreviviera semejante ataque eran menos de una en 1.000.000".

No hay registro de qué era lo que Rabí Eljanán pensaba cuando deliberadamente le dio una bendición diferente a la que se le había pedido. Podría ser que él desaprobara la participación en loterías por las razones mencionadas antes o por sus propios motivos. De todos modos, el paciente se dio cuenta de que, después de todo, fue beneficiario de una bendición para ganarse una lotería, específicamente "la lotería de la vida", en la que recuperó su salud pese a las tremendamente reducidas chances que tenía.

Debe destacarse que hay situaciones en las que, si bien los riesgos son muy altos, el juego no solamente es permisible sino que realmente constituye unamitzvá.

Por ejemplo, Rabí Iosef Caro, autor del Shulján Aruj (el Código Judío de Leyes), explica que uno está obligado a arriesgar la vida, esto es, entrar en una situación en la que hay una probabilidad apreciablemente alta de que uno pueda perder su vida, para salvar a alguien que de otra manera seguramente perecería.

Por supuesto, el mejor ejemplo conocido para ilustrar que este tipo de juego de alto riesgo, con la propia vida, es muy meritorio, es provisto por la historia misma de Janucá.

Los Macabeos se sintieron obligados a rebelarse contra sus opresores griegos, quienes estaban decididos a abolir las prácticas del judaísmo. Al iniciar una revuelta, ellos ciertamente se embarcaron en un peligroso curso de acción. Un resultado favorable era altamente dudoso. Era, como repetimos en nuestros rezos en Janucá, una sublevación de "pocos contra muchos y débiles contra poderosos". Pero losJashmonaím no se dejaron guiar por los principios prácticos de las probabilidades. Ellos razonaron que si no actuaban ya mismo, las enseñanzas de Di-s y el modo de vida prescripto por El indudablemente habrían de extinguirse. Así, sin considerar la probabilidad de éxito, su camino era el único que tenía chance de llevarlos de regreso a Di-s.

Por eso Matitiahu proclamó: "Todos los que están del lado del Señor, que me sigan".