Janucá se representa generalmente como una festividad que celebra la victoria en la lucha por la libertad religiosa.
El Talmud nos cuenta que las profecías de importancia perdurable fueron registradas, mientras que las profecías relevantes sólo para esa época en particular no lo fueron. Nosotros podríamos sugerir la misma norma para las festividades que llegaron hasta nuestros días y aquellas que quedaron en el pasado, sin perpetuarse. Así, Janucá debe tener una importancia relevante en cada generación, incluida la nuestra.
La amenaza helenista en el siglo II a.e.c., no fue simplemente una de carácter militar o económica, social o política, aunque fue todo eso. Era predominantemente religiosa. Esta misma amenaza existe en nuestros propios días, en la forma de una secularización, o la exclusión de Di-s de la vida judía.
Este secularización echa raíces cuando las mitzvot se atribuyen al genio del hombre, y la Torá a la sensibilidad del hombre y su perspicacia. Cuando lasmitzvot deben pasar revista como racionales, y la Torá es considerada como una disciplina intelectual igual a cualquier otra, el judaísmo sufre la amenaza de la secularización: la conflagración de Janucá tiene lugar nuevamente.
Al HaNisím, una recitación que se incorpora a las plegarias cotidianas durante Janucá, está llena de alusiones importantes que distinguen entre lo racional y lo sagrado (la voluntad de Di-s), y el intento helenista de sostener al primero y suprimir al segundo.
Al HaNisím describe cómo los griegos quisieron "hacer olvidar a Israel Tu Torá y violar los jukím (decretos) de Tu voluntad".
Un número de puntos llaman nuestra atención:
¿Por qué `Tu Torá´"? ¿Cuántas Torá hay?
¿Por qué jukím? Este es apenas uno de los tres tipos de ordenanzas Divinas.Jukím son leyes no-racionales que nosotros no podemos comprender verdaderamente, como la de Vaca Roja, las leyes del kashrut y así sucesivamente. Los mishpatím son leyes racionales, leyes sociales que nadie disputa, como no matar y no robar. El tercer tipo son los edot, leyes testimoniales, conmemorativas, como matzá en Pesaj y velas en Janucá, las que traen a la vida nuestra historia. ¿Por qué fueron citados solamente losjukím?
¿Por qué `de Tu voluntad´? ¿No son todas las mitzvot `de Tu voluntad´?
Los griegos, al menos ideal si no necesariamente siempre de hecho, se dedicaron a la sabiduría, la filosofía, además del atletismo, el drama, etc. Los primeros historiadores fueron probablemente griegos. Los griegos consideraron al hombre como el pináculo, la autoridad suprema, y a la mente humana como su guía.
Imagínese a los griegos entrando a Jerusalén, visitando una Ieshivá donde se estudia Torá. Observan gente docta dedicada a las enseñanzas de sus padres, enfrascada en la enérgica argumentación y el sutil análisis de los textos. Esto es exactamente lo que Grecia admiró. O los intrincados simbolismos y rituales de Pesaj que rememoran una experiencia nacional de siglos en el pasado. Los griegos podían apreciar a un discípulo que estudiaba las Escrituras un par de horas, luego matemáticas y astronomía, luego la parte legal de la Torá, etc., estudios "seculares" y estudios de Torá, sin que ninguna distinción separase a uno del otro.
Este idílico cuadro era perfectamente consonante con Grecia. Ellos podrían fomentar el estudio de la Torá bajo este sistema. Un ensamble de los productos más finos del atributo más fino de hombre — su mente.
La erudición era todo un bocado, el intelecto del hombre en acción.
Los judíos, por supuesto, se rehusaron a aceptar este concepto foráneo. Un trascendente principio estaba en juego aquí.
Los estudios seculares y religiosos no eran iguales. El hombre creó o descubrió lo secular, las ciencias, la filosofía, las artes. El los podría alterar, mejorar, rechazar y aceptar según deseara. El hombre era el creador, el supremo. El griego no podría aceptar la Torá como dada por Di-s y por lo tanto siendo diferente de la filosofía o las matemáticas.
La doctrina griega era que la Torá es la creación del hombre, sujeta al cambio, a la modificación, al rechazo, al mejoramiento, como todas las creaciones del hombre, y estaban decididos a desarraigar cualquier cosa que le negara igualdad. Es "Tu (la de Di-s) Torá" lo que los griegos objetaron, no simplemente la "Torá".
La actitud griega no fue rechazar las mitzvot en general. Los mishpatím eran civilizados, el cemento que mantiene cohesionada a la sociedad. Las leyes protegen de sus opresores a los débiles. Las leyes permiten que los hombres resuelvan sus conflictos civilmente, sin el recurso de la violencia, el mayor enemigo de la civilización. "Ven a la corte y el juez decidirá quién tiene razón, no el dólar o el club". No cada civilización tiene leyes que son idénticas a la ley civil de la Torá, pero ellas todavía pueden ser bastante razonables, racionales, lo suficientemente justas de cualquier manera, como en la séptima de las Siete Leyes de Noaj.
Ni despreciaron los griegos los edot. Su respeto por la historia se refleja en los rituales y símbolos que recuerdan el pasado. Cualquiera con sentimiento apreciará los edot. Un número elevado de judíos no-observantes participa en el Seder de Pesaj, no más como una experiencia religiosa que como una nacional, o como un tiempo de reunión del clan, asamblea anual de parientes. Así que los edot y los mishpatím son aceptables al secular.
Los jukím, las mitzvot inexplicables, aquellas que "las naciones del mundo y el impulso perverso (iétzer hará) dentro del hombre ridiculizan", se basan puramente en la fe. La razón no los obliga, ni lo hace la emoción. Y esto era algo que los griegos no podrían soportar. ¿Ninguna razón y ninguna emoción? Entonces, ¿por qué rayos los judíos las observan?
La respuesta del judío a este desafío era simple pero inconcebible a los griegos.
"Porque Di-s nos lo ordenó, por eso".
¿Pero por qué los ordenó?
"Porque eso es lo que El quiso".
Ninguna razón, simplemente Su voluntad. Los mishpatím los ordena la razón, los edot se justifican con el sentimiento; los jukím aparecen sólo porque Di-s los quiere, nada más. Este era el punto de distanciamiento entre el judío y el griego, la idea que apartaba a Israel. Esta fue la esencia de Janucá, la importancia de la plegaria de Al HaNisím.
El Jasidismo frecuente y profundamente considera esta pregunta de "voluntad versus razón". ¿Cuál es superior?
El hombre fue creado a imagen de Di-s, lo que podemos suponer debe interpretarse como que el hombre es paralelo a Di-s. Al conocer al hombre podremos estudiar a Di-s, y el corolario, para conocer a Di-s estudiamos al hombre. La Torá nos cuenta algo acerca de Di-s, y nosotros extrapolamos respecto del hombre. Sabemos algo sobre el hombre, y extrapolamos hacia Di-s.
Jabad explica las facultades manifiestas del hombre, perceptibles a otros, como el alma expresándose a sí misma hacia afuera de sí.
El principio de este proceso es el intelecto, el hombre que piensa una idea. El pensamiento pronto llega a ser verbalizado mentalmente, luego sigue desarrollándose, es articulado plenamente, se vuelve comunicable. Las conclusiones apropiadas serán eventualmente derivadas de este pensamiento. Esta podría ser una máquina que traducirá la idea abstracta en forma física, o un veredicto de culpabilidad o inocencia en una sala del tribunal. En el contexto jasídico puede ser una emoción consonante con el pensamiento que la engendró.
La meditación en la plegaria debe ser destilada en un sentimiento, por ejemplo, de gratitud a Di-s cuando Su generosidad es cuidadosamente apreciada, o de afecto hacia el semejante de uno cuando se cavila acerca de la esencia del hombre y los nexos que unen a la humanidad.
Todo esto describe las facultades particulares del alma, comenzando con el principio seminal de una idea a medida que se desarrolla en una conclusión absoluta. (Obviamente, apenas si hemos tocado los bordes de los flecos, pero el tema es demasiado extenso para nosotros en este momento. Lo dicho debería bastar para comprender el punto que tratamos de aclarar).
El hombre no es intelecto. El intelecto es un poder específico del hombre, tal como el amor es un poder específico de la emoción, y podríamos enumerar capacidades estéticas y otros talentos como otras facultades manifiestas del alma, pero básicamente externas al alma. El alma tiene facultades, pero las facultades no son el alma. Hay algo más alto que el intelecto en su forma más pura, casi un intermediario entre el alma y el poder. Uno de estos, un poder abarcante* tan distinto del poder particular como intelecto y emoción, es la voluntad.
Es trans-racional.
La voluntad es más una inclinación del alma, una tendencia, una propensión, que un poder separado.
¿Por qué querría el hombre, o Di-s por extrapolación, esto y no aquello? La pregunta no es "válida" porque supone que hay una respuesta lógica, una que está en el dominio de la razón. Pero la voluntad no está en el dominio de la razón sino que es superior al intelecto. Está más cerca del alma que la razón, aunque no es idéntica al alma. La voluntad precede al intelecto, por lo que el intelecto no puede explicar la voluntad.
Los griegos, adulando al intelecto, sin reconocer nada como superior a la mente, no podrían aceptar este tipo de actitud, y la conducta que resulta de ésta. Por lo tanto, desearon cancelar los jukím (las ordenanzas no-racionales) que son dictadas por Su voluntad (superior al intelecto, de hecho plausiblemente dirigiendo al intelecto).
El mensaje contemporáneo de Janucá, entonces, nos recuerda que la Torá no está sujeta a modificación como lo está cualquier documento y principio moral humano. La Torá es sagrada, es dada por Di-s. Como tal, sus principios pueden no ser racionalmente imperativos, pero como voluntad de Di-s, ellos imponen la más alta moralidad.
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