La Rabanit Jaia Mushka Schneerson - Esposa de nuestro Rebe, Menajem Mendel Schnnerson

Nacimiento

Un shabat, el 25 de Adar de 5661 (1901), en la pequeña ciudad de Lubavitch, reinaba una atmósfera de gran felicidad. Una inmensa alegría recorría la casa del Rebe Shalom Dover Z' L: había nacido su nieta, hija de su único hijo y descendiente, Rabí Iosef Itzjak Z' L (quien luego fue su sucesor).

En la primera misiva en la que hacía mención al nacimiento de la niña, el Rebe Shalom Dover Z' L escribió: "...y desde la profunda satisfacción de mi corazón, agradezco a Di-s por todo lo bueno que nos ha dado y porque con su gran benevolencia nos otorgó vida y nos permitió estar presentes y llegar hasta este instante, y que de la misma forma lleguemos a muchas otras alegrías y fiestas".

Tan importante fue el nacimiento de la niña para el abuelo que le envió a su hijo un telegrama en el que decía: "...si es que aún no se le ha colocado nombre, recomiendo que se la llame Jaia Mushka, que es lo correcto de acuerdo con mi entender...". Esa misma semana, envió otro telegrama, donde entre otras cosas decía: "Mazal tov, por la colocación del nombre de Jaia Mushka a nuestra nieta”.

En medio de la Segunda Guerra Mundial

La Rabanit Jaia Mushka Z' L contaba que cuando debieron huir de París, tuvieron la oportunidad de ocultarse en las afueras de la ciudad, sin embargo, el Rebe Shlita insistió en ir a Vichy. No fue fácil para ellos conseguir un lugar en uno de los últimos trenes. Tuvieron que afrontar un gran peligro y solo llevaban consigo el talit y los tefilin. Luego, siguieron viaje hacia Niza, en el sur de Francia, que se hallaba bajo el dominio de Italia, y era, en ese momento, uno de los sitios más seguros, donde acudieron muchos judíos para refugiarse. Allí estuvieron cerca de ocho o nueve meses hasta el comienzo del verano de 1941. El peligro fue muy grande durante ese año pues se había instaurado el toque de queda.

La milagrosa llegada a Nueva York

El 28 de Sivan de 1941, el Rebe y la Rabanit Z' L llegaron a puerto seguro luego de esquivar los peligros que conllevaba el viaje de Europa a Nueva York, ya que los nazis atacaban las naves que zarpaban de los diferentes puertos europeos.

El perfil de una gran mujer

Desde su llegada a los Estados Unidos y hasta el día de su desaparición física, que fueron 47 años, la Rabanit se movió dentro del ambiente de los jasidim al que estaba acostumbrada desde su niñez en Lubavitch.

Allí quedó revelada definitivamente su personalidad. A pesar de ser la esposa del "Gran Rabino", cumplió al pie de la letra con el versículo de los Salmos (Tehilim) "Gloriosa es la hija del rey dentro del palacio". Con recato, delicadeza, una inteligencia profunda y afilada y una fuerza poderosa, se ocultó tratando de no aparecer en público, de la misma manera que trató de no sobresalir ni en el más mínimo detalle. Sin embargo, hubo personas que tuvieron el alto honor de conocerla y es de ellas de quienes recibimos referencias desconocidas de su vida.

Una mujer de recato

La Rabanit se distinguía por su recato y modestia y escapaba de los honores como del fuego. Cuando asistía a cualquier sitio, se empeñaba en esconder su identidad.

También, cuando realizaba compras, se preocupaba de hacerlo en lugares en los que nadie la conocía. Cierta vez, Halbershtam (su ayudante) se atrevió a preguntarle por qué se alejaba tanto de los honores.

Ella le respondió con total simpleza: "Créeme que no necesito que se me rindan honores. Las manifestaciones de honor no me interesan en absoluto".

En cierta ocasión, la Rabanit acudió a un negocio de ropa en Nueva York para comprarse un tapado. También se encontraba allí, la esposa de un importante rabino de la Comunidad de Estados Unidos. Alguien le deslizó un comentario a la esposa del rabino: "La Rabanit de Lubavitch se encuentra en el lugar". La esposa del Rabino se acercó a la Rabanit, le dio la mano y charlaron por un instante. Al concluir la conversación, la Rabanit se apresuró a terminar su compra y dejar el lugar. Al salir, le dijo a Halbershtam: "No podemos volver a este negocio. Ya saben quién soy".

Recibiendo sufrimientos con amor

En los últimos años, cuando la Rabanit Z' L enfermó, padecía angustias y sufrimientos, cada dolor era soportado en completo silencio. Jamás nadie la oyó quejarse, suspirar o lamentarse. Cuidó su noble conducta y su hidalguía tratando de no molestar ni preocupar a quienes la rodeaban. Incluso, le ocultó a su propio esposo gran parte de su afección para evitarle congoja y desasosiego.

Cuando fue absolutamente necesario internarla, se hizo con rapidez extrema. Había que proporcionarle una transfusión de sangre en forma urgente. Mientras se efectuaban todos los preparativos y la Rabanit Z' L aguardaba sentada, se sintió descompuesta y pidió un vaso de agua. A los pocos instantes, su alma pura se elevó hacia los cielos. Esto sucedió después de la medianoche del 22 de Shvat de 5748.

Cuentan los jasidim que la abuela del Rebe anterior, es decir, la bisabuela de la Rabanit, desaparecida físicamente en el mismo mes muchos años antes, falleció luego de rezar sus oraciones. Devolvió el Sidur, pidió tomar un vaso de agua y luego, inmediatamente, falleció.

Lo increíble es que su abuela, la Rabanit Shterna Sara Z' L, asombrosamente, falleció en el mismo mes de Shvat, y fue en un shabat, luego de la Tefilá, y también pidió tomar un vaso de agua.

Existen muchas situaciones similares entre estas tres santas mujeres, la relación es comprensible por sí sola.

Pequeñas anécdotas

La Rabanit Z' L, en sus últimos años, sufría considerablemente de la vista. Cierta vez, le preguntaron: "Judíos de todo el mundo piden al Rebe una brajá (bendición). ¿Por qué usted se priva de esto? A lo que simplemente respondió: "Es muy importante para mí no causarle ningún dolor".

Cada vez que la Rabanit daba a conocer alguna respuesta del Rebe, la daba siempre verbalmente y agregaba: "Así fue exactamente su respuesta".

Jamás agregó o explicó alguna de las palabras de su esposo, solo se limitaba a repetir en forma precisa las expresiones vertidas por el Rebe.

Cuando ella no se sentía bien, y el Rebe le sugería una consulta médica, como siempre estaba preocupada por la salud de su esposo, ella aceptaba con la condición de que el doctor lo examinara también a él. Por supuesto, que esta sugerencia era aceptada.

Amor al prójimo

Aunque su desaparición causó un gran dolor en todo el ámbito judío, se llevaron a cabo reuniones para despertar el ser judío, expresando las palabras que su esposo (durante 60 años), el Rebe, mencionó el primer día de duelo (shivá) en su nombre: "VehaJAI (su nombre era Jaia) iten el libó", (Eclesiastés 7-2), "Y el que vive debe poner esto en su corazón", que significa que es una obligación para cada uno de nosotros aumentar el estudio de la Torá y el cumplimiento de las mitzvot, pero sobre todo, incrementar la mitzvá del amor al prójimo.