Ok, grité demasiado fuerte cuando le grité a mi hija. Ok, tal vez no merecía todo el enojo que dejé salir. Pero, sí merecía parte de él ¿no?
Quiero decir, después de lo que hizo, ¿simplemente iba a dejarlo pasar? ¿Sin decir nada? ¿Pretender que no pasó nada?
¿En qué se convertiría, entonces? ¿Debería tolerar todo, por el simple hecho de no enojarme?
De acuerdo, sí, el clima de la casa fue un tanto desagradable durante la tarde, luego de que yo le grité y ella se fue con esa mirada en su cara a su cuarto y se encerró.
Tienes razón, asusté a los otros niños que sólo me miran de lejos y se quedan callados el resto de la tarde, mientras esperan que yo no me enoje con ellos.
Y, sí, yo estaba de mal humor cuando llegué a casa, y, sí, eso influyó de alguna manera en mi reacción. ¿Pero, aún así, debo simplemente dejarlo pasar? ¿Quiero decir, no necesita Jaia un poco de disciplina, a veces?
Tu dignidad, me dijo mi esposa.
¿Qué? ¿Qué tiene que ver mi dignidad en todo esto?
Cuando gritas así, pierdes tu dignidad, me dijo.
¿Mi dignidad? La cuestioné con exasperación. Pensé que estábamos hablando de ella, sobre su conducta, su necesidad de discernir lo correcto de lo incorrecto.
Puedes hacer eso con dignidad, dijo ella, de nuevo. Cuando pierdes tu temple, pierdes tu dignidad.
Ok, ella me atrapó. Me senté, preparado para oír más. Respiré profundamente e intenté guardarme mis defensas en el bolsillo lo bastante como para oír lo que ella tenía para decir.
Jaia te ama, me explicó. Pide tu aprobación. Ella y los niños notan tu más leve mirada de disgusto, dijo convincentemente.
Si simplemente hubieras hecho algún gesto, le habrías dado el mensaje, le habrías enseñado la lección, y, todavía, conservarías tu dignidad intacta.
¿Simplemente un gesto?, pregunté incrédulo.
Simplemente un gesto, repitió. Jaia—todos ellos—están absolutamente sintonizados contigo. Tú eres su padre. Ellos te aman y quieren que estés contento con ellos. Cuando no es así, ellos lo notan y les importa. Si creyeras esto, no tendrías que enojarte. Y si no te hubieras enojado, conservarías tu dignidad. Y si conservas tu dignidad, les estarías enseñando cómo conservar la suya también.
¡Wow! Eso es mucho para digerir. Demasiado para pensar. ¿Cuándo se volvió mi esposa tan sabia? Y de dónde sacó el coraje para decirme todo esto; a este marido conocido no especialmente por aceptar críticas, aunque sean ligeras; sobre todo de su esposa; a esta persona que a menudo ve crítica donde ni siquiera la hay.
¿Ésta era una crítica?
Bueno, me detuve a pensar y no pude decir que era una crítica. Sentía que estaba cerca de la crítica. Tenía la textura y el aroma a crítica. Pero, había algo en la manera en que mi esposa me lo decía que no se sentía como crítica. Pero sí se sentía muy importante. Como algo que yo debía escuchar si simplemente bloqueaba el ego de mis orejas.
¿Quieres decirme que si yo simplemente hiciera un gesto los chicos entenderían el mensaje?
Sí, me dijo, aunque también tendrás que explicar por qué estás haciendo un gesto. Pero no tienes que gritar para hacer eso. Tu disgusto se nota lo suficiente.
¿Y cuando grito? pregunté.
Es doloroso, dijo ella. Impacta en sus pequeños corazones. Esos corazones que te aman.
¡¡Oh, no!!
Pero no quiero ser tan responsable con mi conducta, chillé. ¡Qué hay sobre la espontaneidad, alegué. ¿Puedo volver a ser yo mismo alguna vez? Clamé al Altísimo.
Claro, contestó. (Mi esposa, no el Altísimo) Sólo no te enojes tanto. No lo necesitas, y hiere tu dignidad. Y los niños quieren que conserves tu dignidad.
Dignidad. ¡Qué palabra! ¡Qué concepto! ¿Qué significa exactamente? ¿Cómo puede perderse? ¿Dónde puedo encontrarla?
Dedúcelo, vas a ver que lo conseguirás, me dijo con confianza, de tal manera de preservar tu...Dignidad. Terminamos la conversación con mi ego intacto.
Así que, empecé mi investigación donde cualquier buen estudiante lo habría hecho: el diccionario.
Dignidad: La presencia de compostura y ecuanimidad en la conducta, a tal punto que inspire respeto; equilibrio y gracia. Sinónimo: Decoro.
Intrigado, seguí el link a decoro.
Decoro: …tener conciencia en el hablar y la conducta propia, como también al lugar y ocasión…Compostura en la conducta.
Compostura, otra vez. Yo tenía que chequear eso.
Compostura: comedimiento, moderación, prudencia.
Esto es de lo que mi esposa estaba hablando, ¿no? "…conciencia en el hablar y la conducta propia…", "compostura y ecuanimidad". Mi enojo había estado fuera de compostura con la ocasión y con mi hija. Había hecho lo contrario a "inspirar respeto".
Empecé a pensar en mi pequeña Jaia tratando de recibir y contener mi arranque de energía negativa. Estaba enojado por mi propia causa, no por ella. No sólo estaba perdido yo mismo, sino que me había olvidado de mi hija, también. Ella simplemente se sintió agobiada por mi intensidad, incapaz de absorberla o entenderla. Estaba asustada, y yo podía imaginar su mente y su corazón acelerándose frente al poder de mi voz, mis palabras y mi expresión. No había ninguna manera de que este enojo pudiera tener algún efecto positivo. Mi enojo estaba solamente contento con su propia expresión. Y comportándome así, había perdido, lo que mi esposa mencionaba, mi dignidad. Y mi hija había sufrido las consecuencias.
Más tarde, ese mismo día, estaba estudiando un libro sobre Sefirot, los diez "atributos" divinos que Di-s asume para crear e interactuar con nuestra existencia.
Estaba estudiando sobre Jesed (expansión/bondad), Guevurá (justicia/severidad) y su fusión en Tiferet (belleza, o como lo podría llamar ahora: dignidad).
En la descripción que leía, la palabra "ecuanimidad" era usada para describir Tiferet, cuando el diccionario había usado esta palabra para describir dignidad, decoro y equilibrio.
El pasaje estaba describiendo el equilibrio entre "lo que se vertía" y la vasija que lo contenía. Cuando hay equilibrio, el resultado es la belleza. Cuando las cosas encajan correctamente, cuando la forma encaja perfectamente con el contenido, cuando hay equilibrio y las proporciones son correctas, las cosas son hermosas. Tienen gracia y belleza.
Aplicado a la conducta, pensé, ella tiene dignidad y decoro.
Los cabalistas dicen que cuando lo que se vierte es mayor que el vaso que lo puede contener, el resultado es que el vaso se rompe. Cuando lo que se vierte es demasiado poco, el resultado es una vasija con un faltante. Pero cuando, lo que se vierte es simplemente lo justo y el vaso lo suficientemente grande, el resultado es la belleza, el encaje perfecto.
No era difícil ver la referencia a mi hija y mi conducta. A medida que continuaba leyendo era como si las palabras estuvieran impresas sobre el contorno vago de su cara mirándome, a veces sonriendo, a veces expresando el susto y la angustia que sintió cuando le grité.
El párrafo siguió describiendo la manera en que Di-s Se expande y Se contrae para que cada recipiente, sin importar su tamaño, pueda contener la cantidad exacta de Divinidad sin romperse. Ahora tenía una idea de lo que se requería de mí. Así de estimulante como parece, pensé: ya que fui creado a imagen de Di-s, Él probablemente me había dado los recursos que yo necesitaba para lograr lo que parecía imposible.
Necesitaría emparejar el contenido de mi expresión para que encaje bien en la capacidad de mi hija de recibir. Y esto requeriría que yo conozca su capacidad de recibir, que yo me sintonice más con su sensibilidad, con el tamaño de su corazón, con la fragilidad y la fuerza de sus emociones, con su capacidad de entender su propia conducta y la mía, y también para mantener este entendimiento para siempre en mi mente y corazón.
Volviendo de nuevo al Jasidut y el orden de las Sefirot, relacioné este nivel de conocimiento a la sefirá de Daat que precede e influye en la sefirá de Jesed—lo expansivo, expresión—y Gevurá—la restricción, la contención.
Aunque Daat está precedida por la combinación de las sefirot de Jojmá (sabiduría) y Biná (entendimiento) no es un conocimiento intelectual, no es algo que se entienda desde la mente sino un conocimiento más profundo—una intimidad con el otro que hace de puente entre el sujeto y el objeto, entre el conocedor y lo conocido.
Mientras pensaba en mi hija, relacioné Daat al tipo de conocimiento que hay entre los padres y los hijos. El tipo de conocimiento que hay entre aquellos creados de la misma sangre, semilla y huevo, del mismo ADN y alma, de la misma familia y hogar. Era difícil para mí contemplar este nivel de conocimiento sin imaginar el profundo amor que resultaría y el gran deseo de dar y ser amable con lo que llega a conocerse de esta manera intrínseca.
Pensando en esto y en mi pequeña Jaia, mi amor y afecto hacia ella llenaron mi conciencia, y mientras recordaba los gritos de esa desafortunada mañana, mi conducta me era detestable e intolerablemente cruel.
Viendo ahora qué feo había actuado y el dolor que le había causado, me maravillé de lo amable que mi esposa había sido conmigo. En ese momento, yo no hubiera podido escuchar una descripción de mi falta de compostura sin defenderme. Con sabiduría, ella había elegido palabras que yo podía escuchar y aprender. No me había hablado de falta de compostura, sino de dignidad.
Ahora tenía esa extraña sensación de que las enseñanzas jasídicas me estaban diciendo cómo ser un buen padre y marido, y mi hija y esposa estaban enseñándome cómo entender bien el Jasidut y a mí mismo.
Empecé a entender que no habría por qué negar la espontaneidad, como antes lo habría temido. Mi conducta ya no sería controlada por los arranques de emoción, ni sería el resultado artificial de un pensamiento premeditado. Vi la posibilidad de llegar a conocer a mi hija—o mi esposa—de la manera que describe el Jasidut, de expresarme desde un tipo distinto de espontaneidad, desde lo mejor de mí, desde mi corazón abierto, desde mi cuidado y mi amor.
Vi la posibilidad de mantener mi dignidad, dándole a mi hija la capacidad para recibir y aprender lo que quería que aprendiese, de la misma manera que mi esposa me la había dado a mí.
Y vi que el resultado sería hermoso, de la misma manera que todo es hermoso cuando surge y se transmite con el corazón, para luego expresarla con nuestras acciones y palabras.
A mi hija, mis disculpas. A mi esposa, mi gratitud. Al Jasidut, mi aprecio por el refinamiento que trae a mi vida.
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