De estatura mediana, sesenta cinco años de edad, con lentes y un poco encorvado, el Sr. Schwartz estaba deprimido.
Durante los primeros veinte años, había sido un área completamente judía en Brooklyn; pero entonces gradualmente los judíos se fueron. Sus mejores clientes ya no vivían allí. Las cosas se estaban poniendo mal; el crimen aumentaba; era peligroso pasear por las calles. La mercadería no se movía de los estantes y él no se molestaba en renovarla. Se sentía triste en su auto-servicio barrial.
Lo había construido de la nada y no quería irse y empezar en otra parte. Tampoco deseaba jubilarse. Estaba perdiendo el deseo de despertarse por la mañana.
Un día vio un artículo en el diario sobre un Rebe en Brooklyn- el Lubavitcher Rebe- que aconseja a las personas y decidió probar.
Tomó el subterráneo, bajó en la Avenida Kingston, y llegó a la oficina principal de Jabad Lubavitch.
Jóvenes barbados con ojos agradables bullían en los pasillos y la melodía del estudio de Torá llenaba el aire. Alguien le dio la mano, tres personas dijeron ¡Shalom Aleijem! y de pronto estaba en la oficina, concertando una cita para dentro de tres semanas.
Llegó la noche. La cita con el Rebe era a las 23 hs. Entró hasta las 3 a.m.
El cuarto del Rebe estaba brillantemente iluminado y calmo. Estantes con libros llenaban las paredes. El Rebe estaba sentado detrás de un gran escritorio de caoba, pilas de cartas, libros y papeles delante.
El Sr. Schwartz le dio la carta que había preparado. El Rebe la leyó cuidadosamente, y preguntó: "¿Quiere dejar el negocio o no?"
El Sr. Schwartz explicó los pro y contra. El Rebe miró su carta y preguntó: "¿Pero qué quiere? ¿Quiere cerrar o no?"
"¡No!" Contestó el Sr. Schwartz enfáticamente. "Quiero quedarme. Pero tengo miedo". El Rebe lo dejó continuar.
"Tengo miedo de los asaltantes y de que no habrá clientes. No quiero irme. Por eso que estoy aquí"
El Rebe lo miró, sonrió y dijo: "No hay nada de que tener miedo. No tema de las personas. Y no se preocupe; usted puede ganar dinero allí también. Que Di-s lo bendiga y le dé mucho éxito y buenas noticias"
El Sr. Schwartz volvió como nuevo. A la mañana fue a la tienda, pidió nueva mercadería y limpió el lugar. Efectivamente, poco a poco las personas empezaron a entrar. Había más judíos de lo que él pensaba y muchos no judíos compraban productos kosher. Todo estaba bien. Hasta el robo.
¡El Sr. Schwartz, en el diario! En un recuadro pequeño, se lo veía de pie con dos policías, uno que rasca su cabeza maravillado y mira los agujeros de bala en el techo del negocio.
El subtítulo decía: "Rabino Derrota Ladrones" y la historia:
Una tarde, cuando el Sr. Schwartz había vaciado el dinero de su registradora en su autoservicio y estaba a punto de cerrar, dos hombres entraron de repente. Uno sacó una arma, el otro abrió la caja. Cuando la vieron vacía, empezaron a golpear y dar puntapiés a la registradora y trataron de agarrar al hombre. Pero él apenas retrocedió un paso, y enfáticamente declaró: "¡Salgan de aquí, o llamaré a la policía!"
El ladrón, para demostrar que hablaba en serio, apuntó al aire, disparó dos tiros y gritó: "¡Dénos el dinero o le volaré los sesos!". Pero el dueño no se movió. Personas empezaron a congregarse en la puerta y a la distancia se oía una sirena. Los ladrones se miraron y huyeron.
El artículo concluía con una cita del Sr. Schwartz explicando cómo se mantuvo tranquilo:
"Hice lo que el Lubavitcher Rebe me indicó. Él dijo que no debo tener miedo. ¡Ya ve! ¡Tenía razón!"
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