Bsd.
1. Maimónides legisla en [su código, Mishné Torá,] (al final de) Hiljot Janucá (Leyes de Janucá): "[Quien] sólo dispone de una vela, para [iluminar] su hogar o para la vela de Janucá — la de su hogar tiene prioridad". (O sea:) Si sólo tiene dinero suficiente para comprar una vela [y debe escoger entre dos opciones:] para [cumplir el precepto de su encendido en] Janucá o para [cumplir el de su encendido en] Shabat — la de Shabat tiene prioridad y debe optar por esta última. [Esto es así] pues las velas de Shabat tienen por finalidad el Shalom Báit –la paz hogareña–. Y Maimónides concluye [diciendo]: "Grande [y por eso superior] es el shalom ("la paz"), pues toda la Torá fue entregada con el fin de forjar la paz en el mundo".
Esta declaración demanda una explicación: ¿A qué se debe que Maimónides haga referencia a la grandeza de la paz precisamente en las leyes de Janucá? ¡Podría haberlo adosado a muchas leyes enunciadas antes [en su obra], en las que la paz es un tema relevante! Otro punto en cuestión: esta norma en su conjunto –que la vela para [iluminar] su hogar (la vela de Shabat), tiene prioridad y preeminencia por sobre la vela de Janucá– debería haberse incluido en las leyes de Shabat. Allí, Maimónides podría haber agregado 'Grande es el shalom…'. [La cuestión se torna más incomprensible] particularmente, pues junto con la norma que [en Leyes de Janucá] trata [el dilema entre] 'la vela de su hogar y la vela de Janucá', Maimónides1 cita [también] la ley de [un dilema similar, cuando debe optarse por una de dos:] '[Quien sólo tiene dinero para] la vela de Shabat o [para lo requerido] para el kidush del día [de Shabat]', ¡que nada tiene que ver con las Leyes de Janucá!
2. En varias ocasiones hemos explicado la diferencia existente entre las luminarias del Beit HaMikdash –el Sagrado Templo de Jerusalén– y las velas de Janucá [siendo la diferencia entre ambas, principalmente, en dos aspectos]: [1)] la mitzvá del encendido de las luminarias del Gran Templo se cumplía en el recinto interior del Santuario y [2) se llevaba a cabo] precisamente de día, mientras reinaba buena claridad; en contraste, las velas de Janucá [1)] deben ubicarse 'en la entrada de la casa, del lado de afuera' y [2)] deben ser encendidas con la puesta del sol.
Las luminarias del Gran Templo se encendían en un sitio en el que la Divinidad irradiaba manifiesta, donde la ocultación [de Divinidad que resulta] del mundo [carecía de acceso], estaba totalmente ausente. Por lo tanto, cuando los greco-sirios introdujeron la impureza en el Gran Templo, el servicio de éste, en general, se interrumpió, y sucedió lo mismo, particularmente, con el encendido de las luminarias. El [singular y especial] logro de las velas de Janucá radica en que iluminan incluso el "exterior", también incluso la "oscuridad" nocturna, el galut –exilio diaspórico– al grado de anular por completo toda la condición de leumat ze –lit.: 'el otro lado'–, [el lado de la impureza que es contrario a la santidad, por lo que el período de su encendido se extiende] 'hasta que desaparezcan [de la vía pública] los pies [es decir, el deambular] de los Tarmudeos2 (y [las letras de la palabra] tarmod (תמרוד) son las mismas que las de morédet (מורדת, "que se subleva") 3 .
En este aspecto las velas de Janucá son superiores a las luminarias del Beit HaMikdash, como se desprende [del comentario a la Torá] de Najmánides4 – pues las luminarias del Gran Templo se abolieron cuando los griegos profanaron el Beit HaMikdash, mientras que las velas de Janucá 'nunca serán abolidas'; éstas brillan incluso en el galut, en la época de la más densa oscuridad.
Esta idea guarda correlativa similitud con la virtud distintiva de los baaléi teshuvá –los judíos retornantes a la senda de la Torá– por sobre los tzadikím –los judíos justos5 –. Los tzadikím nada tienen que ver con [la dimensión de] el mal; los baaléi teshuvá, en cambio, mediante la teshuvá –su sincero retorno a Di-s– tienen el poder de transformar incluso los zedonot –sus pecados cometidos adrede– en zejuiot –actos meritorios–, [es decir, que] el mal propiamente dicho se transforma en bien.
También la cantidad de luces [que se encienden en los candelabros] de Janucá es superior al número de luminarias [que se encendían] en el Beit HaMikdash: las lámparas de la Menorá del Gran Templo eran siete, mientras que las de Janucá son ocho. El número siete alude a los 'shivá ieméi hahekef' – lit.: 'los siete días del sistema' ([en referencia a] todo el sistema temporal de la existencia creada), lo que implica el Orden de Hishtalshelut –el progresivo orden cadenoide descendente de la Luz Creadora–. El número ocho, en cambio, alude al nivel [de Luz Divina] que trasciende este hishtalshelut6 . A ello se debe que en el Beit HaMikdash, donde se percibía abiertamente la Divinidad, bastaba con el número [de] siete [luminarias], [la proyección hacia allí de] la Luz [Divina preestablecida para cada ámbito y ocasión] conforme el [Orden de] hishtalshelut, mientras que para iluminar también el ámbito de la oscuridad se requiere [la manifestación de] el nivel de Luz Divina que trasciende [los límites de] el hishtalshelut - las ocho lámparas de Janucá7 .
3. Sin embargo, si bien el servicio de los baaléi teshuvá tiene una virtud [por sobre el de los tzadikím –el hecho de] que 'llega' a una dimensión [de Luz Espiritual] superior a la del servicio de los tzadikím– también la avodá de los tzadikím tiene su punto sobresaliente [por encima de la de los baaléi teshuvá]: los primeros no tienen en absoluto relación ni contacto con [la dimensión de] el mal; su servicio a Di-s, en un todo, consiste en [la auto-superación dentro de] los planos de [la santidad y] el bien y, asimismo, la Luz Divina se encuentra en ellos más manifiesta.
Así expuesto, la avodá perfecta consiste en la fusión de ambos modos de servicio – la avodá de los tzadikím y la avodá de los baaléi teshuvá. La conjunción perfecta de estos se producirá con la llegada del Mashíaj, pues éste vendrá "para que también los tzadikím hagan teshuvá" 8 . La fusión de ambos servicios resultará de [la revelación de] una Luz que los trasciende a ambos y [por lo tanto] los unifica.
Esta virtud –conjugar ambos tipos de avodá– se insinúa también en las velas de Janucá9 : ellas mismas iluminan la oscuridad de la noche y el galut pero, no obstante, emanan y son una continuación de las luminarias del Gran Templo, fueron instauradas en recuerdo, y por causa, del milagro acontecido con las lámparas del Beit HaMikdash.
Esta es una alusión adicional presente en el número 'ocho' de las velas de Janucá: éste alude a la revelación [de Luz Divina] que tendrá lugar en el Futuro Venidero, al estilo del arpa de los días del Mashíaj, que no será como el de siete cuerdas que había en el Beit HaMikdash, sino de ocho10 . Esto no es sólo una manifestación de Luz Divina que trasciende el hishtalshelut [simbolizado por el número siete, el orden natural temporal], como se dijera antes, sino la proyección del Atzmut –la Esencia Divina–, el más auténtico bli gvul –infinito, ilimitado e irrestricto– que [al carecer de toda restricción] puede conjugar ambas dimensiones: el hishtalshelut (tzadikím) y la Luz que trasciende el hishtalshelut (teshuvá).
4. Lo explicado nos permitirá entender [los planteos formulados inicialmente:] por qué señala [y resalta] Maimónides la grandeza de la paz precisamente en las Leyes de Janucá. Paz, armonía, significa la unión de dos cosas que por sí solas son antagónicas, opuestas11 . Y en cuanto a antagonismos, hay niveles diversos. En lo que a nosotros atañe, es la armonía [implantada] en la diversidad de las cuestiones del hogar aunándolas en pos de [un único objetivo: atraer la Presencia Divina en todos los quehaceres cotidianos, de modo que se manifieste en el hogar] el veshajantí betojám – Yo [Di-s] moraré dentro de ellos'. Y en particular [cuando se trata del vínculo entre cónyuges, es prioritario que el hombre 'lime las asperezas' de la convivencia, esforzándose por constatar qué aspectos necesita modificar, y también prestar atención a] el kenegdó –los rasgos de carácter antagónico– de su esposa12 (pues beitó –su casa– alude a ishtó –su esposa–) y hacer todo lo que esté a su alcance para transformarla en ézer13 – una ayuda y complemento. Esta armonía es lograda mediante las velas de Shabat14 . Un antagonismo más pronunciado (y en consecuencia una unión más profunda) es cuando se plantea el antagonismo entre la oscuridad ('desde que se pone el sol') y la luz; [dicho en otras palabras,] entre [los límites de] el histalshelut y aquello que trasciende el hishtalshelut. Y éste es [precisamente] el concepto de Janucá: 1) el servicio a Di-s en el espíritu de teshuvá, de modo que incluso la oscuridad sea iluminada, ([es decir,] la concordia y unión entre los aspectos y cuestiones 'separados' [de lo Divino] con lo Divino); 2) la conjunción de ambos estilos de servicio a Di-s: [la avodá de los] tzadikím y [la avodá de] los baaléi teshuvá; [y cuando el judío logra plasmar en su propio servicio a Di-s la combinación de ambas formas, une todos los niveles de] el hishtalshelut con la dimensión que trasciende el hishtalshelut.
No obstante, cuando la persona [siente que] no tiene las fuerzas suficientes [para tamaño servicio espiritual], se sobreentiende que debe encomendarse al 'Moraré dentro de ellos' en su hogar, obviando [por el momento] iluminar [la oscuridad de] el exterior; [en ese caso,] de él se demanda que encienda las velas de Shabat: shalom beitó adif – la paz de su hogar tiene la prioridad.
(De una Sijá de Shabat Vaieshév 5722)
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