Por lo general, quienes viven en armonía con su cónyuge, tienen su estrategia secreta. Saben cómo sacar a relucir las mejores características de su pareja y cómo evitar las confrontaciones. Posiblemente hayan aprendido estas técnicas observando a sus padres, a través de libros, asistiendo a cursos, estudiando la Torá (¡la fuente de toda la sabiduría!) o quizás traigan desde la cuna el don de la paciencia y la madurez. Cualquiera sea la fuente de su conocimiento, tienen la habilidad de aplicar la estrategia correcta en el momento indicado.

Una de las estrategias que se elogian en el Talmud es la de mantener la boca cerrada ante lo que puede ser tomado como una provocación. En efecto, el Talmud nos dice que quien es capaz de lograr esta proeza, merece "una recompensa que es más brillante que el sol"; y tengamos presente que este comentario proviene de una fuente que pocas veces hace mención a recompensas específicas por nuestras acciones en este mundo. Si bien no sabemos exactamente qué tipo de recompensa espiritual es "más brillante que el sol", sí sabemos que su luminosidad no se parece a nada que hayamos experimentado en nuestra vida.

La Prueba

Está claro que todos queremos triunfar en el fortalecimiento y la reafirmación de la armonía marital. El tema es cómo lograrlo. Por ejemplo, cómo podemos quedarnos en silencio ante una provocación. Y, digamos de paso, que el silencio sanador del que hablamos no es el silencio glacial, de retraimiento que puede durar horas, días o semanas después de una discusión. Mejor dicho, es el silencio momentáneo con el que rechazamos dar una respuesta, herir de la misma manera. Es un breve silencio en el cual una persona se autocensura para evitar infligir un daño y, minutos después, retoma la comunicación habitual, afectuosa. Es un silencio pasajero, cuyo objetivo es restaurar y/o mantener la paz.

Y, aunque parezca que es algo sencillo de hacer, simplemente mantener los labios herméticamente cerrados, es muy difícil al aumentar el nivel de adrenalina. Cuando nos sentimos como si nos hubieran dado un golpe en el estómago o una puñalada con un cuchillo puntiagudo; cuando nos sentimos amenazados, disminuidos, atacados o de alguna forma heridos: es muy difícil mantener los labios herméticamente cerrados durante esos pocos minutos. En realidad, esas palabras hirientes parecen pasar velozmente por la boca con voluntad propia, sin permiso. Tienen su propio programa para defenderse contra "el enemigo". Apenas están bajo el control consciente. Su energía proviene del hemisferio derecho del cerebro, el centro emocional, subconsciente. Poco después, cuando el hemisferio izquierdo del cerebro vuelve a estar conectado, la fría lógica reevalúa la escena con una variedad de opciones maduras que podrían y deberían haber sido aplicadas. Sin embargo, en el momento de la amenaza, estas opciones generalmente no están disponibles. Es como si estuviéramos operando con un "cerebro dividido", siendo el hemisferio derecho del cerebro el que domina temporalmente.

Pasando la Prueba

El problema en sí mismo apunta a la solución. Necesitamos que el hemisferio derecho del cerebro disponga del cuadro completo en el instante en que éste lo necesita, es decir, en el momento del enojo. Analicemos acá dos maneras de llegar a esta solución.

Una es, según las enseñanzas del Ramban (Najmanides), el gran sabio del medioevo, programar por adelantado el hemisferio derecho del cerebro. El Ramban, en su famoso testamento ético (la Iggéret HaRambán), nos dice que nos imaginemos a nosotros mismos actuando de la manera que quisiéramos hacerlo cuando se nos provoca. Las imágenes son el campo de acción del hemisferio derecho del cerebro. Mediante la instalación de la imagen adecuada en ese lugar, hay muchas más probabilidades de acceder al programa cuando se esté bajo estrés. Después de todo, es el estrés el que gatillará al hemisferio derecho del cerebro para que empiece a actuar. El Ramban nos aconseja generar las provocaciones repetitivas que se producen en nuestras relaciones con las respuestas deseables (es decir, quedarnos en silencio) y diariamente 'pasar las películas' en nuestra mente para que las podamos recuperar en el momento necesario.

La segunda estrategia para informar a nuestro hemisferio derecho del cerebro es la estimulación bilateral. La estimulación bilateral del cerebro permite que la información contenida en el hemisferio derecho fluya hacia el hemisferio izquierdo en momentos de estrés. Normalmente, ingresamos en el modo de "cerebro dividido" cuando circulan las hormonas del estrés. Esto desencadena las respuestas primitivas, con base en las emociones que se originan en el hemisferio derecho del cerebro (es decir, insultar, atacar, aplicar conductas de agresión). Sin embargo, si cuando percibimos un ataque, golpeamos suavemente y en forma alternada sobre cada uno de los costados de nuestro cuerpo, podremos poner en marcha un intercambio de información entre los dos hemisferios del cerebro.

Esto podría ser logrado manteniendo las manos sobre los costados del cuerpo e ir golpeando suavemente con el dedo índice derecho sobre la cadera derecha, seguido por ir golpeando suavemente con el índice izquierdo sobre la cadera izquierda y continuar con este movimiento alternante en forma disimulada mientras nuestra pareja dice o hace algo que nos resulta provocador. La estimulación izquierda-derecha también puede ser lograda de muchas otras maneras: apretando los dedos del pie derecho y luego los del izquierdo o, con la boca cerrada, ir moviendo la lengua de tocar los dientes del lado derecho y luego los del izquierdo. El resultado es que la información del hemisferio derecho del cerebro influirá sobre el funcionamiento del hemisferio izquierdo. El hemisferio izquierdo sabe, por ejemplo, que guardar silencio es un imperativo espiritual crucial con formidables ramificaciones positivas. También sabe que nuestro cónyuge no es nuestro enemigo y que, en realidad, el tema actual podrá ser resuelto cuando las cosas se calmen. Está al tanto de una variedad de información que puede enviar inmediatamente al hemisferio derecho del cerebro, impidiendo así el influjo habitual de la reacción química de urgencia que gatilla el funcionamiento del hemisferio derecho del cerebro. El corazón permanecerá en calma y será fácil quedarse unos minutos en silencio.

La Pausa que Refresca

Unos pocos momentos de silencio pueden lograr maravillas. Este silencio cumple con la mitzvá de buscar activamente la paz al impedir que sigamos arrojando leños al fuego del enojo. Además de no agravar un episodio, también reduce las tensiones inyectando un calmo control en la comunicación. Nos ayuda a restaurar y mantener un hogar pacífico.

Y, si bien podemos pensar que nuestro comportamiento personal diario es un hecho sin importancia, nada puede estar más lejos de la verdad. Las filmadoras "que van creando nuestro video personal" están funcionando todo el tiempo y esas imágenes son las que nos acompañarán al día del juicio en el Mundo de la Verdad. Registran constantemente cada uno de los momentos de nuestra existencia y transmiten la imagen a la Corte Celestial, donde se hará su revisión.

Más aún, nuestros Sabios enseñan que nuestra capacidad para buscar activamente la paz a través del control tiene efectos cósmicos. Cuando un cónyuge, en la privacidad de una cocina consigue mantener la paz, D-os cambia los acontecimientos mundiales. El pueblo judío y el mundo en su conjunto pueden llegar a experimentar mayor paz por la conducta de esta persona en particular. Cada uno de nosotros debería percibirse como "el punto clave", aquel cuyas acciones en un determinado momento pueden hacer inclinar la balanza de la misericordia Divina. El mundo en su totalidad es juzgado en base a nuestro empeño personal. No hay otro lugar en que el desafío sea mayor que dentro de nuestro propio círculo familiar y, en especial, dentro de nuestra dinámica conyugal.

Sí, el silencio realmente vale oro.