En realidad no solo se usa sal con la Jala, sino cada vez que comemos pan debemos asegurarnos de sumergirlo en una pizca de sal. Una de las razones por las cuales hacemos esto es que la mesa de la persona es comparada con el Mizbeaj (Altar) y de la misma forma que todos los sacrificios eran salados antes de ser ofrendados, así también nosotros siempre debemos tener sal en nuestro altar.

La sal tiene dos características fundamentales. La primera es que la sal no se arruina, es decir, puede estar varios años y nunca se va a pudrir. La segunda característica de la sal es añadir sabor a las comidas. Complementa y realza el sabor natural del alimento. Luego de ver estas dos características de la sal, uno puede comprender cuál es la semejanza con el pueblo judío.

Muchas veces la persona se encuentra en una situación espiritual bastante baja. Uno cree que ya no puede servir a Di-s, que en la situación en la que se encuentra no puede conectarse ni en lo más mínimo con Hashem.

El judaísmo no es solo una elección que uno puede aceptar según lo considere conveniente. Una persona que nació judía, siempre lo será. No importa en que situación se encuentre ni en el nivel espiritual en el que crea estar. Incluso el más alejado de la religión sigue siendo un judío para Di-s. El motivo es muy simple. Así como la sal, que nunca se arruina ni se pudre, así también es el judío. Nunca va a arruinar su conexión esencial con Di-s. Siempre podrá reconectarse y servir a Di-s con todo su corazón.

Como dijimos anteriormente, la sal da gusto a las comidas. Lo mismo ocurre con el pueblo judío. Uno le puede dar sabor al mundo realizando actos de bien, influenciando no solo el lugar donde se encuentra sino a todo el mundo. Uno como judío tiene la posibilidad y la responsabilidad de dar sabor y transformar al mundo entero.