Un judío marcado, una monja complaciente y un nazi moribundo.

Esos personajes ocupan el papel central en el drama moral presentado por Simón Wiesenthal en su mundialmente famoso libro "El Girasol", lectura obligatoria en muchas escuelas de todo el mundo debido a la profunda y estimulante discusión ética que genera.

El autor —un judío de Auschwitz enfrentando una muerte probable a manos de los crueles carceleros nazis —es llevado ante un soldado de las SS fatalmente herido, a punto de expirar. Antes de morir, el nazi pide perdón a nuestro judío por participar en atrocidades contra el pueblo judío.

Un extracto de su confesión:

"Tras las ventanas del segundo piso, vi a un hombre con un pequeño niño en sus brazos. Sus ropas estaban en llamas. A su lado estaba parada una mujer, indudablemente la madre del niño. Con su mano libre, el hombre cubrió los ojos del niño… entonces saltó a la calle. Segundos después, la madre lo siguió. Entonces de las otras ventanas cayeron cuerpos en llamas… Disparamos…".

Viendo a Simón como un representante de su pueblo, buscaba absolverse y aliviar su implacable conciencia mediante la confesión y expresarle su arrepentimiento. Pidió —no, rogó —una respuesta, la confirmación de que su remordimiento es aceptado; en vano, desesperadamente aguardó las palabras consoladoras que le proveerían una muerte pacífica. El joven Simón, llorando y confundido, él mismo aun cautivo en un infierno viviente manejado por los camaradas de este hombre, se mantuvo en silencio.

Ese silencio lo persiguió para siempre, pesando en su conciencia hasta su último día.

El autor concluye su libro con:

"Ustedes, que han leído este triste y trágico episodio en mi vida, pueden cambiar de lugar conmigo mentalmente y formularse la pregunta crucial, '¿Qué habría hecho yo?'"

Posteriormente esta pregunta fue formulada a cincuenta y tres destacados pensadores religiosos y mundiales (treinta y dos en la primera edición) y sus respuestas concluyeron en un simposio presentado como libro dos.

¿Cuál debe ser la perspectiva de la Torá sobre este delicado tema? ¿Qué tiene que decir acerca de esto el libro que comunica la sabiduría de Di-s, que habla por el creador de la moral y la ética? Si Di-s fuera enfrentado, digamos, con este complejo interrogante moral ¿cómo respondería?

Un Examen Ético

Interesantemente, debe señalarse que, sin excepción, todo cristiano que fuera interrogado (como también algunos representantes de otras creencias) sintió que Simón se equivocó al no perdonar al asesino nazi, mientras que los que eran judíos creyeron que tenía razón.

Ha sido sugerido que este asombroso hecho no brota de la frágil naturaleza del hombre, la tendencia de ponerse del lado de los propios —en este caso los judíos con sus correligionarios y los cristianos con los suyos —sino de las enseñanzas fundamentalmente diferentes de esas respectivas religiones.

Sobre este tema, el judaísmo se aparta radicalmente de las otras religiones del mundo, ofreciendo un punto de vista único y una muy necesaria contribución al pensamiento ético.

El Pecado Imperdonable

La única generación completamente malvada registrada en la Biblia es indudablemente la que fue aniquilada completamente, siendo borrada totalmente por el Gran Diluvio.

Nunca antes y nunca desde entonces ha visto el mundo una destrucción tan completa, puesto que el antiguo modelo fue considerado irredimible. La generación del Diluvio fue vista como carente de méritos para ser redimida, de ahí la necesidad de su completa desaparición.

¿Cuán inconcebible es esto?

¿No es el Di-s al que adoramos un Di-s perdonador, siempre listo para aceptar la penitencia, no apartando a nadie? ¿No es Di-s la fuente misma del perdón?

Combate Hombre a Hombre

La respuesta está en una mejor comprensión de la causa de la destrucción de esta población. ¿Por qué fueron ellos, entre todas las generaciones que vivirían, considerados sin esperanza e incurables? ¿En el judaísmo hay algún pecado considerado imperdonable y no merecedor de la absolución?

La Mishná dice:

"Para los pecados contra Di-s, el Día de Expiación (Iom Kipur) trae perdón. Para los pecados contra el prójimo, el Día de Expiación no trae perdón hasta que uno no se reconcilie con su prójimo"

¿No es irónico? Ese temible Día del Perdón tiene el poder de absolver a uno de todos los pecados contra Di-s, ¡pero es completamente inútil frente a los crímenes cometidos contra el prójimo!

Si midiéramos la dureza del pecado, ¿no sería cierto lo contrario? ¿No debería la ofensa contra el humilde hombre, una simple creación y súbdito de Di-s, ser catalogada más bajo que la afrenta a Di-s, su creador y amo?

Pero el tema acá es simple. En esté único día de clemencia, en una muestra de compasión sin restricciones, Di-s perdona cualquier pecado que puede, pero no perdona los que "no puede".

Él no perdona cuando se trata de una ofensa cometida contra el hombre, no debido a una falta de voluntad, que sería bastante no Divino, sino que, como Él Mismo quisiera que fuera, debido a una falta de "derecho" o "poder" para perdonar los pecados cometidos contra otros.

Dio a la parte ofendida un poder que guarda para Él Mismo.

Sólo aquellos que fueron ofendidos pueden corregir.

Sólo aquel que ha sufrido, contra quien ha sido cometido un crimen, tiene el derecho de perdonar, si lo desea. Sólo él puede ejercer ese derecho.

Los pecadores que provocaron el Diluvio no pecaron contra Di-s, pues la mayor parte de lo que hicieron fue contra sus vecinos. Robaron y engañaron uno al otro. Vivieron y respiraron engaño. Eran una sociedad podrida, completamente en bancarrota ética. Todo lo que querían en la vida era hacer caer al otro, regocijándose con el sufrimiento de los demás.

Nunca antes ni después de esta malvada época, fue tan corrupta la humanidad.

Y sin embargo, tan malvados como eran esos hombres, mantenían un residuo de conciencia. A veces sentían remordimientos. Raros, pero existentes, hubo momentos en que buscaron resolver sus conflictos. Pero a diferencia de aquellos que experimentaban esos momentos, sus vecinos, no afligidos por la culpa en esa hora, no querían oír nada de reconciliación. Con mal disimulado placer, aquellos que buscaban el perdón eran rechazados. Y cuando eran visitados por los mismos individuos que los rechazaron, respondían de la misma forma.

Finalmente, no importa cuan cercanos estuvieran esas personas al apaciguamiento, el resultado final siempre fue el mismo: sentimientos duros y el intercambio de palabras y acciones más duras. "Ellos estaban "próximos pero no unidos".

Por fracasar en su intento de obtener el perdón uno del otro, permanecieron realmente sin perdón, se sentenciaron a si mismos a salir de este mundo en el que la decencia, la civilidad y el decoro son lo máximo.

Pues Di-s no pudo perdonar en tanto aquellos que fueron ofendidos no lo hicieron.

NO Con Letras Mayúsculas

Volviendo pues a nuestro interrogante acerca de cómo la Torá responde a la pregunta presentada por Wiesenthal.

La cuestión no es moral, correspondiente a lo correcto o lo incorrecto, a pesar de que está muy relacionada; sino que es una cuestión de hechos, referida a la posibilidad. ¿Tiene uno el poder de perdonar por otro?

Por lo tanto la cuestión real, pasada por alto por muchos de los que respondieron, no es si Simón debía perdonar o no al nazi, sino si podía o no perdonarlo.

Quizás su respuesta debía haber sido "Yo quiero (especialmente dadas las circunstancias) pero simplemente no puedo hacerlo".

Esa es la respuesta y la actitud de la Torá, derivada de una generación eliminada que buscaba la absolución de Di-s por pecados contra el hombre: un inequívoco no.

Sólo la víctima tiene el derecho de perdonar a los criminales que han cometido crímenes contra él. Cualquiera que habla por él, sin permiso, no es diferente de un simple ladrón.

¿Qué Hay en Esto Para Mi?

Esta simple, pero sin embargo, novel idea subraya el poder confiado al hombre por Di-s. Sólo él, entre toda la creación, puede cometer y absolver un acto que cae fuera de la jurisdicción de Di-s, por así decir. El único dominio que Di-s nos ha entregado, dándonos total autonomía, es la esfera del perdón —por aquellos actos cometidos contra nosotros personalmente.

Innegablemente, es un alto honor, unido a una responsabilidad aun más grande.

Una que Él, en su infinita sabiduría y bondad, vio adecuada para investir a la humanidad sola.

Hagamos que Él se enorgullezca.