Una vez, hubo dos mendigos que solían mendigar juntos. Uno era judío y el otro era gentil.
Como la noche de Pésaj se acercaba, el mendigo judío le ofreció ayuda a su amigo no judío para que pudiera ser invitado a un séder (la comida festiva de Pésaj, acompañada de muchos mandamientos y rituales) a tener una buena cena.
"Sólo tenés que ponerte algo de la ropa que usan los judíos y venir conmigo a la sinagoga. Todo el mundo invita a los pobres a su séder. Es muy fácil, ya vas a ver".
El mendigo gentil accedió a la propuesta con alegría. La primera noche de Pésaj, concurrieron a la sinagoga, y ambos fueron invitados a pasar la ceremonia festiva en diferentes casas.
Horas después, se encontraron en un punto del parque local que ya habían predeterminado; pero para sorpresa del mendigo judío, su amigo estaba completamente fuera de sí.
"¿Qué me hiciste? Gritaba. "¿A eso le llamás comida? ¡Fue una tortura! ¡Fue un infierno! Me las voy a cobrar por esto, ya vas a ver…"
"¿Qué querés decir? ¿Qué pasó?" preguntó el judío.
"¿Qué? ¿Qué pasó? ¡Como si no lo supieras! Ustedes, los judíos, están locos, ¡eso es lo que pasó!
Primero tomamos una copa de vino. A mí me gusta el vino, pero con el estómago vacío… Se me empezó a subir todo a la cabeza, pero supuse que en pocos segundos íbamos a empezar a comer. El olor de la comida que venía de la cocina era genial. Después comimos un poco de perejil. Después empezaron a hablar, y hablar, y hablar; en hebreo. Yo sonreía y asentía con la cabeza todo el tiempo, como si entendiera lo que estaban diciendo -y como vos me habías dicho- pero de verdad me dolía la cabeza y me sentía mal del vino que había tomado. Además estaba famélico."
"El olor a comida que venía de la cocina me estaba volviendo loco, pero no la traían más. ¡Pasaron dos horas, y en la mesa todavía no había nada de comer! Sólo hablaban, y no paraban de hablar. Y después, justo lo que precisaba, ¡otra copa más de vino! Después nos levantamos, nos lavamos las manos, nos volvimos a sentar, y comimos (recostados contra la izquierda, aún no entiendo por qué) esta galleta que se llama Matzá y que tiene gusto a cartón. Me empecé a ahogar. Finalmente me dieron una lechuga, yo le di un mordisco enorme y ¡zas!, me salía fuego de la boca. ¡Mi garganta! ¡Tenía rábano picante adentro! ¡No había nada más de comer que rábano picante..! Ustedes están locos…"
"Simplemente me levanté y me fui. ¡Ya había tenido suficiente!".
"Uy, debería haberte dicho," respondió el judío. ¡Qué pena! Después de las hierbas amargas viene una comida fabulosa. Sufriste tanto tiempo, ¡tendrías que haber aguantado unos minutos más…!
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