La orden Divina que figura en el principio de nuestra Parshá: "cuando hagas subir a las luminarias" representa, en su trasfondo espiritual, al pueblo judío todo. Esto lo vemos reflejado en la Haftará semanal (el capítulo de los profetas con el que cierra la lectura de la Torá), donde el candelabro de oro de siete brazos simboliza el pueblo judío. Resulta entonces que la orden de elevar a las luminarias se refiere a cada judío, que debe encender la vela de Di-s –el alma Divina- que se encuentra en su seno y en el de su semejante, para que brille con la máxima intensidad.
El candelabro (del Templo) era encendido sólo en el "Heijal" el lugar más sagrado del Santuario de Jerusalem, que seguía en categoría al Kodesh Hakodashim ("el santo de los santos"). Había otros lugares sagrados en el Templo, sin embargo el candelabro podía encenderse sólo en el "Heijal" y no en otro recinto. El encendido de la Menorá podía llevarse a cabo solamente en el alto nivel de santidad prescripto por la Torá.
Menos - No
Así debe ser también con respecto al encendido de la vela de Hashem de nuestro fuero interior y del semejante. Podría uno argumentar que siendo que en la práctica cumple con lo prescripto por la ley judía, y no se le exige obligatoriamente alcanzar un nivel de santidad tan elevado, ¿por qué justamente él debe llegar a ello? La respuesta será que cada cosa y cada persona tienen el nivel de exigencia de santidad que le corresponde (más allá de lo obligatorio por el código de leyes judío, que es el mismo para todos)
Tal como el candelabro del Templo podía encenderse sólo en el "Heijal", y no en un recinto de menor santidad, así también cada judío debe aspirar y alcanzar el nivel de máxima santidad, de acuerdo a sus fuerzas y posibilidades. El mismo hecho de que la persona está en condiciones de alcanzar un nivel de santidad específico, eso constituye por sí mismo una prueba, de que de él se exige ese nivel. El Altísimo no exige de la persona más que sus fuerzas y posibilidades, pero tampoco no menos que ellas.
El Deber para Hoy
Así como existen diferencias entre una persona y otra en lo que se refiere a lo que se exige de cada uno, así también en lo que se requiere de cada generación. Hay quienes se escabullen de estudiar las enseñanzas del jasidismo ("Torat Hajasidut") con el argumento de que en generaciones anteriores había judíos íntegros y temerosos de Hashem que no se dedicaron en absoluto a su estudio.
Debe recordarse, que cada generación posee sus necesidades y requerimientos específicos. Es verdad que en generaciones anteriores había judíos íntegros y plenos en su Irat Shamaim sin estudiar el jasidismo, pero una vez que el Altísimo reveló la parte interna de la Torá en estas últimas generaciones, eso es prueba de que Él desea que la estudiemos. En nuestra generación no es posible darse por satisfecho sólo con el estudio del nivel revelado de la Torá ("Nigle"), sino que se exige de cada uno alcanzar un nivel de mayor santidad y estudiar también el nivel interno de comprensión de la Torá, las enseñanzas del jasidismo.
Un Fuego Débil y Otro Brillante
También esto se expresa en las luminarias. En la llama de la vela hay un fuego más opacado, el que está cercano a la mecha, y otro más claro y brillante- el que se eleva hacia arriba. Así también ocurre con la Torá de Di-s: está el nivel de la Torá revelada (el fuego opacado) el que está vinculado con la realidad terrenal y los temas materiales, y está el nivel interno de la Torá (el fuego brillante) que trata sobre los temas elevados de la Divinidad.
Para ser una luminaria completa, debe iluminar con ambas luces y fuegos- con la luz de la Torá revelada ("nigle") y la luz de la dimensión interior de la Torá ("pnimiut"). El estudio de las enseñanzas de Torat Hajasidut proporciona la fuerza y la fortaleza para superar las pruebas de nuestra época y brinda inspiración y entusiasmo para el estudio de la dimensión revelada de Nigle y el cumplimiento de los preceptos.
(Likutei Sijot Tomo 2, Pág. 318)
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