Recuerdo cuando mi esposo y yo estábamos saliendo, que él me llamaba "gordita". Lo miré mientras yo me tocaba la cintura y le pregunté "¿como puedes decir eso?" Yo sabía que no era gorda. De hecho, yo era demasiado flaca, pero de todas formas me sentía herida e insegura por su comentario. Él rápidamente me tranquilizó "Elana, en México, gordita es una palabra cariñosa. Es como decir linda".

Esa fue solo la primera de muchas molestias culturales a las que tuve que acostumbrarme desde que estoy junto a mi marido. La próxima fue con mi suegra que me llamaba todos los días, tres veces por día. Yo me sentía como si me estuviera interrogando la KGB cada vez que me llamaba y me preguntaba, "¿Qué estas haciendo? ¿Qué hiciste? ¿Qué vas a hacer?"

Más tarde, aprendí que mi suegra es solo una mujer sociable que llama a todos a los que ama y se preocupa por ellos. Aprendí que mis respuestas en realidad no importaban y las preguntas no eran realmente un interrogatorio, sino una forma de decir "Estoy aquí si me necesitas. Solo estoy chequeando".

Hace cientos de años la gente se casaba o con el "muchacho o muchacha del barrio" o se casaban con un pariente. Conocían la cultura y la familia de su esposo y por supuesto que hablaban el mismo idioma. Ahora con las telecomunicaciones y el transporte rápido, las parejas se han vuelto multiculturales. Tengo amigos canadienses que se han casado con franceses, americanos que se han casado con israelíes, brasileños que se han casado con españoles, sin mencionarme a mí, una americana que se casó con un mexicano. Las comunicaciones se han convertido en algo instantáneo, pero también en algo más difícil.

A través de prueba y error, y ahora años de experiencia, me he dado cuenta que comunicarse no se trata de hablar y escuchar; se trata de comprender. Cuando escuchas a un ser querido o amigo diciendo algo que te parece invasivo o hiriente, pregúntate a ti mismo "¿esta persona quiere herirme?". Sabes en tu corazón que la respuesta es por supuesto que no. Entonces ¿por qué lo dicen? No lo sé, pero puede ser que de hecho no comprendí lo que se dijo y debes saber que no fue dicho para herirte.

A veces tenemos que dar un paso atrás para intentar comprender a la otra persona y realmente escuchar lo que nos están intentando decir. Aun si te casas con tu vecino de enfrente, cada persona es un mundo por si mismo y trae su propio lenguaje a cualquier relación. Las relaciones llevan trabajo y lleva tiempo aprender el arte de comprender. Pero si comienzas juzgando a la otra persona favorablemente verás que tus reacciones negativas desaparecen y tendrás una vida más fácil en cuanto a las comunicaciones se refiere.