Hashem dijo a Moshé, “El Faraón rehúsa dejar ir al pueblo. Adviértele a él que a menos que Me escuche, Yo le causaré una plaga devastadora a él y a su pueblo. Baja al Nilo temprano en la mañana para encontrar al Faraón y adviértelo a él allí. El finge ser un dios y por consiguiente va al Nilo a cumplir sus funciones corporales en secreto.”

Cuatro reyes alegaron falsamente ser divinos, y todos ellos fueron humillados por Hashem.

►Jirám, rey de Tzur, se proclamó a sí mismo un dios. En medio del mar, erigió un maravilloso palacio para sí mismo que alcanzaba siete pisos de altura a imitación de los Siete Cielos. Iluminó su palacio con luces que se asemejaban a aquéllas de los planetas e imitó los sonidos de truenos y relámpagos usando fricción generada por piedras preciosas.

Hashem dio instrucción al profeta Iejézkel, “Ve a Jirám, rey de Tzur, y repróchalo, diciendo, “¿Por qué eres presuntuoso? ¡Tú sólo eres humano!”

“Señor del Universo,” contestó Iejézkel, “¿cómo puedo presentarme ante él? ¡El sabe cómo estar suspendido en el aire!” Hashem trajo un viento que llevó a Iejézkel arriba hasta lo de Jirám. Cuando Jirám vio al profeta, tembló.

“¿Cómo llegasteis vos aquí?” preguntó a Iejézkel.

El profeta respondió, “Hashem me comandó a mi deciros ‘¿Por qué te consideras espléndido tú mismo? ¡Sólo eres humano!

“Yo pude haber nacido de una mujer, pero soy inmortal,” respondió Jirám. “Al igual que Di- s tiene dominio sobre las profundidades del mar, así está mi palacio en las profundidades del mar. Al igual que Di- s está sobre los Siete Cielos, así estoy yo. Ved a cuántos reyes he sobrevivido durante mi vida; veintiún reyes de la dinastía de David fueron sepultados y también veintiún reyes del reino de Israel, y cincuenta profetas y diez kohanim. Vos veis, por consiguiente, que soy divino.” (Jirám se refería a todos los reyes que rigieron hasta la destrucción del Beit Hamikdash. El vivió un muy largo tiempo- casi años.) Iejézkel lo reprochó y dijo, “¡Existieron personas más grandes que vos que no se volvieron vanidosas!”

El orgullo de Jirám se originaba en el hecho de que él había asistido al Rey Shlomo en construir el Beit Hamikdash enviándole árboles de cedro.

Hashem finalmente castigó a Jirám enviando al emperador Nevujadnetzar (Nabucodonosor) quien lo venció, abusó de su madre, y lo expulsó de su encumbrada posición.

Todos los días, Nevujadnetzar cercenaba una capa de carne de Jirám del ancho de dos dedos, la sumergía en vinagre y la devoraba.

Nevujadnetzar también fingió ser divino. Exclamó, “¡Ascenderé al Cielo en una nube!”

Hashem replicó, “¡Tú serás arrojado al interior de las más hondas profundidades!”

Hashem lo desterró al desierto donde el ex- emperador tuvo que sustentarse a sí mismo con hierbas, como las bestias. Las bestias lo consideraron uno de su propia clase. Incluso después de que Nevujadnetzar muriera, fue sujeto a la más grande vergüenza y humillación puesto que los Babilonios no creyeron a su hijo Evil Merodaj que su padre estaba realmente muerto hasta que él arrastró el cadáver de su padre fuera de la sepultura, atado con cadenas de hierro, y lo mostró al pueblo.

Otro rey que se volvió arrogante y pensó que era divino fue el Rey Ioash. Ioash, rey de Iehudá, permaneció oculto en el Kodesh Hakodashím (Sanctasanctórum) por seis años para escapar de la ira de Ataliahu, madre del rey Ajaziahu, quien quería destruir la progenie real de Jehudá. Cuando Ataliahu fue muerta, y él pudo abandonar su lugar de escondite y establecerse a sí mismo como el soberano, los príncipes de Iehudá lo ensalzaron, diciendo, “¡Vos debéis ser divino! El kohén gadol entra al kodesh hakodashím sólo una vez al año, y la nación entera ora para que él sea permitido partir en paz; no obstante, vos emergisteis del kodesh hakodashim ileso después de seis años.” Ellos se postraron a sí mismos ante el rey y Ioash en su corazón creyó lo que habían dicho. Hashem por consiguiente hizo que el ejército de Aram lo atacara al fin del año, y ellos derrotaron a Ioash, dejándolo muy enfermo. Después de eso, sus propios sirvientes conspiraron en su contra, y lo mataron, sin darle siquiera el honor de sepultarlo en las tumbas de los reyes.

El Faraón Egipcio también alegó falsamente que él se había creado a si mismo y que él era el creador del río Nilo. Hashem por consiguiente lo humilló, enviando a Moshé a revelarle quién es el verdadero Di~s.

Hashem ordenó a Moshé, “Ve al río temprano en la mañana para probar al Faraón que él no es divino. Lleva contigo el bastón que fue convertido en una serpiente porque él lo reconocerá, recordará los milagros ejecutados con él, y se atemorizará.Dile, “Hashem, Di- s de los Hebreos, me ha enviado a comandaros, ‘Deja ir a Mi pueblo para que ellos puedan servirme en el desierto. Mas si tú rehúsas escuchar, sabe que con este bastón en mi mano Yo golpearé al agua en el río, y ella se volverá sangre.¡A través de esto tú sabrás que YO SOY HASHEM!”’

La estrategia de Hashem en castigar al Faraón fue enteramente diferente de la contienda armada conducida por seres humanos. Si un hombre desea derrotar a su enemigo, él prepara su ataque con la más grande reserva a fin de tomar a la otra persona por sorpresa. Hashem por el contrario, envió a Moshé anteriormente a la primera Plaga para dar una advertencia explícita al Earaón. De esto es evidente que Hashem esperaba que él hiciera teshuvá y la plaga por consiguiente fuera innecesaria.

Moshé encontró al Faraón temprano en la mañana junto al Nilo y lo censuró, diciendo, “Vos alegáis divinidad. ¿Qué, entonces, estáis vos haciendo aquí ahora? ¿Cumple también un dios funciones humanas?”

“¿Quién dijo que yo soy divino?” El Faraón le preguntó a él.

“¿No les decís eso a los Egipcios?”

“¿Y quiénes son los Egipcios? Esos tontos, no son seres humanos, ¡son asnos! ¿Importa lo que yo les digo a ellos?” el Faraón se mofó.

Moshé repitió las palabras de Hashem al Faraón, advirtiéndole a él que el Nilo se volvería sangre, mas el Faraón hizo caso omiso de la advertencia.

Hashem por consiguiente ordenó a Moshé, “¡Extiende tu mano y golpea al río!”

Moshé objetó, “¿Es correcto que yo golpee al Nilo? Alguien que bebió de un pozo no debería después arrojar piedras dentro de él. Al ser puesto en el Nilo cuando fui bebé, las aguas del río no hundieron la canasta sino en lugar de ello me protegieron. ¿Debería yo ahora golpear a esa misma agua?”

Hashem desafió a Moshé intencionalmente, esperando que él respondiera como lo hizo. De la respuesta de Moshé nosotros somos requeridos aprender el alcance de nuestra obligación en demostrar gratitud. Debiéramos razonar que si nosotros debemos ser agradecidos a cualquiera quien nos hizo una bondad, cuán más grande debe ser nuestra gratitud a Hashem Mismo Quien es la causa de todos los beneficios que una persona recibe y Quien siempre se propone hacernos bondad a nosotros.

Moshé advirtió al Faraón por un período de más de tres semanas,* pero el Faraón no hizo caso.

Luego, los egipcios despertaron una mañana encontrando al Nilo fulgurando con un inusual color rojo. La espantosa noticia pronto se esparció. El líquido que llenaba el río, lucía, sabía, y olía como sangre.Todos los peces en el río habían muerto, y el río hedía. (La plaga acarreada a Egipto fue, de una forma, aún más severa que el mabul durante el cual los peces permanecieron con vida)Los Egipcios comenzaron a buscar diferentes fuentes de agua, diciendo, “Debe haber agua subterránea que esté limpia. Moshé pudo golpear sólo al agua que es perceptible al ojo.”

Ellos cavaron pozos alrededor del río, mas incluso el agua subterránea se había tornado sangre. Egipto pareció estar saturado con sangre. Sangre chorreaba de los pilares del palacio del Faraón; sangre goteaba de madera y piedras; sangre fluía de sus ídolos. Las frutas ya no producían jugo de fruta, porque cuando los Egipcios exprimían una fruta, sangre se escurría fuera. Incluso la saliva que salía de sus bocas se volvía sangre.

Existía sólo una fuente de clara, pura agua potable - el agua de la tierra de Goshen. Los Benei Israel tenían tanta agua como ellos querían. Los egipcios corrían a Goshen para obtener un poco de aquel precioso líquido, pero tan pronto como ellos intentaban tomar un sorbo de agua, ella se convertía en sangre. Aún si un egipcio compartía una jarra de agua con un judío, el judío bebía agua mientras que el líquido que corría por la garganta del egipcio era sangre. Pronto, sin embargo, los egipcios descubrieron que si pagaban dinero por el agua, ella permanecía agua. Fueron a Goshen trayendo oro y plata y así enriquecieron a los Benei Israel

En las profundidades de sus corazones, los egipcios sabían por qué Hashem los había afligido con esta plaga. Ellos adoraban al Nilo. El Di- s de los Judíos les estaba demostrando que el río no era, de hecho, divino. Por añadidura, la vista de la sangre recordó a los Egipcios la inocente sangre Judía que habían derramado.Además, Hashem los estaba castigando por medio del Nilo porque los Egipcios habían intentado impedir a las mujeres Judías sumergirse a sí mismas en el río para estar puras para sus maridos.

El Faraón citó a sus magos y los interrogó. “¿Sabéis vosotros convertir agua en sangre?”

“Nosotros lo sabemos,” ellos replicaron.

Los hechiceros egipcios convirtieron agua en sangre con magia. Viendo esto, el Faraón decidió ignorar la plaga lo mismo que él había ignorado la señal del bastón que había devorado a los otros bastones.

Esta primera plaga no dañó personalmente al Faraón por tres razones:

Hashem era paciente con él en su sufrimiento a causa de que Moshé había sido nutrido y criado en su casa.

Hashem esperaba que él aún hiciera teshuvá.

Hashem causó que el Faraón se tornara eminente a los ojos de los Egipcios para que su subsecuente caída pareciera tanto más drástica .

La Plaga de la Sangre duró siete días y fue acompañada por una Plaga de Pestilencia secundaria que mató a muchos Egipcios. Todas las Plagas subsiguientes fueron también acompañadas por la adicional Plaga de Pestilencia

Cuando los siete días de la Plaga finalizaron, Hashem ordenó a Moshé advertir al Faraón acerca de la próxima plaga, diciendo, “Di al Faraón, ‘Si tú rehúsas despedir a los Benel Israel, Yo afligiré todas tus fronteras con ranas. ¡El río pululará con ranas, y ellas entrarán en tus casas y alcobas, en tus camas y en las casas de tus sirvientes, en tu pueblo y en tus hornos y tus artesas de amasar!”’

Moshé advirtió al Faraón por tres semanas acerca de la Plaga de las Ranas, mas el Faraón no hizo caso de la advertencia.