Milenios antes del iPod, una antigua tribu de místicos promulgó la primera experiencia pedagógica multimedia. Mucho más avanzada que lo que podamos tener hoy en día, esta experiencia penetró en lo más profundo de la psiquis humana de todas las formas posibles y en forma simultánea: un audio potente, dinámicos efectos visuales, idioma hablado y texto escrito, y hasta los viscerales sentidos del sabor, el olfato y el tacto.
Fue una experiencia intergeneracional, que abarcó a toda la familia con algo especial para cada uno. Fue adaptable, ajustable a un espectro de personalidades. Fue interactiva, con juego de roles y una activa manipulación de materiales. Fue una experiencia integradora que desarrolló un sentido de liberación interna dentro de cada uno de los que formaron parte de ella.
Pero su aspecto más fascinante fue que cada detalle estaba firmemente arraigado en las enseñanzas místicas de una tradición esotérica. Cada paso tenía no solamente un cuerpo, sino también un alma; un significado simple como así también una profunda lección hacia una conciencia superior.
Esta experiencia tuvo un éxito imponente. No ha habido ningún otro ritual que sobreviviera tanto tiempo y se mantuviera tan fiel a su forma original. No ha habido ninguna otra lección que haya afectado la humanidad con un impacto tan grande, propagando los valores de la dignidad y la libertad humanas y la búsqueda de un sentido más elevado en cada sociedad a la que llegó.
Hasta el día de hoy, en cada confín del mundo, las familias judías se reúnen para reconstruir ese Seder de Pesaj original, una y otra vez, un año tras otro. Y cada año, hay más y más que aprender.
Empecemos…
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