CUERPO
Toma un pedacito de cualquier verdura comestible (papa, cebolla, etc.)
Hacemos todo lo posible por suscitar las preguntas de los niños. Si ellos dicen: “¡Eh! ¡Papá, mamá, la mesa está servida para una gran cena. ¿No se supone que ahora tenemos que comer comida real? ¿Por qué solamente nos dan este pedacito tan chiquitito de papa?” – entonces sabrás que estás haciendo las cosas bien.
¿Y qué les respondes? Les dices: “Todo esto que estamos haciendo es para que ustedes hagan preguntas”. Y si ellos dicen: “Entonces ¿cuál es la respuesta?”, simplemente repite lo que dijiste antes. Esa es la mejor respuesta. Porque el que no hace preguntas no aprende. Y lo primero que hay que aprender es que no todas las preguntas tienen respuestas.
Ese es el sello distintivo de la educación judía: más que enseñarles a nuestros hijos a responder, les enseñamos a preguntar, y a ser pacientes en su búsqueda de respuestas.
Moja el pedacito de verdura en el agua salada.
Así como antes nos reclinamos para beber la copa de vino, ahora otra vez participamos en un despliegue de soberanía, imitando las costumbres de los nobles y los estirados que anteceden sus comidas con un aperitivo y un bocadito untado con alguna salsa de gourmet…
Además: si leemos el término karpas (la palabra hebrea que significa “verdura”) de atrás para adelante, se forma la sigla de una frase que significa “600.000 [fueron esclavizados con] labores que quebrantaban el espíritu” y el agua salada en la que se moja el karpas son las lágrimas que ellos derramaron.
Esta dualidad se va a repetir a lo largo del Seder. El relato de la historia del Éxodo implica revivir la realidad anterior (la esclavitud y el sufrimiento) y lo que se logró (la libertad). Bebemos vino (alegría, libertad) y comemos maror (amargura, sometimiento). A veces, el mismo alimento o ritual corporiza ambos aspectos.
Di la bendición de las verduras (“Boré Pri Haadamá”) y ten en mente también las “hierbas amargas” que vamos a comer más adelante. Cómetelo.
Mastícalo bien. No vas a recibir mucho más durante un buen rato.
ALMA
Necesitamos volver a saborear las duras labores de Egipto a fin de liberarnos de ellas una vez más. Fue ese duro trabajo el que nos preparó para la libertad. Y fue ese trabajo el que nos dio un espíritu humilde con el que aceptar la sabiduría.
Hoy también puedes elegir alcanzar este espíritu humilde soportando la batalla para sobrevivir la febril competividad de la vida moderna. Hay una infinidad de trabajos fútiles, trabajos sin sentido como la rueda del hámster, que son capaces de doblegarte.
O también puedes elegir el otro sendero: alcanzar la verdadera humildad al tomar conciencia de lo insignificantes que somos los seres terrenales. Eso te va a liberar de la necesidad de experimentar la futilidad materialista.
Elige qué batalla prefieres. De ti depende.
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