CUERPO

Continuación de las instrucciones de los “tecnólogos”: suelta con cuidado la matzá de abajo. Recita la bendición con la matzá entera que queda y la matzá rota: “Bendito eres Tú, Hashem nuestro Dios, Rey del Universo, Quien nos santificó con Sus preceptos y nos dio órdenes con respecto a comer la matzá”.

Corta un pedazo de cada una de las matzot para ti mismo y para cada uno de los presentes. Repártelos.

Lo que estamos haciendo es cubrir ambas bases, asegurándonos de experimentar tanto la pobreza como la humildad que simbolizan la matzá (partida) y la libertad y la curación que trae (la matzá entera).

A los dos pedazos de matzá del Plato del Seder agrégales más matzá del paquete, para que todos reciban por lo menos 60 g de matzá en total (aproximadamente dos tercios de una matzá shemurá grande).

¡Ey, no se olviden de que esto, al fin y al cabo, es una mitzvá!

No se olviden de reclinarse mientras mastican la matzá, igual que con el vino.

ALMA

Desde la destrucción del Templo en Jerusalem, la matzá es la única oportunidad que tenemos de verdaderamente comer una mitzvá. Así es: la matzá que estás comiendo es pura Divinidad. De hecho, posee suficiente energía Divina como para hacer que tu alma salga volando del foso más profundo hasta alcanzar las máximas alturas.

El Zohar llama a la matzá “Pan de la Fe” y “Pan de la Curación”. ¿Dije “fe”? Bueno, en realidad esa es una traducción bastante pobre. En hebreo, se dice “Emuná”, que significa muchísimo más que decir “¿Sabes que yo creo?”. La fe muchas veces es algo en lo que la gente confía cuando no quieren pensar demasiado. La Emuná es ir más allá del pensamiento y llegar a un lugar al que nunca podrías haber llegado solamente con la mente.

La Emuná es cuando tocas ese lugar en el que tu alma y la esencia de la Luz Infinita son una misma cosa. Es ese punto que no se puede describir. En el que no hay palabras, ni dudas, ni incertidumbre, ni confusión. En el que no hay nada excepto una magnífica unidad ante la cual todos los desafíos de la vida se disipan como una bocanada de vapor.

Comer matzá es una forma de enchufar todo tu ser en esa reserva. El cuerpo físico digiere la Emuná de tu alma, y todo se integra de nuevo en una misma unidad. El cuerpo y el espíritu se unen en perfecta armonía.

Tal vez preguntes cómo es posible que una mezcla de agua y trigo horneados puedan contener una cura espiritual. Bueno, en ese caso, bienvenido al pueblo judío, en el que no existe la dicotomía de espíritu y materia, alma y cuerpo. En el que lo espiritual se transforma en físico y los objetos materiales se elevan, tornándose espirituales en una perpetua química de intercambio. En el que los cuerpos se curan fortaleciendo el alma y las almas se nutren a través de los rituales del cuerpo.

Al fin y al cabo, vivimos en el mundo de un único Dios.