Muchas veces recibo mensajes preguntando la clásica pregunta, ¿Por qué a mí? ¿Por qué yo tengo que pasar por esta difícil situación?
Es muy difícil justificar el dolor o explicarlo, especialmente para el que lo esta sufriendo en este momento, pero con perspectiva podemos entender un poco.
Lógicamente que el dolor es inexplicable. La cuestión es si el dolor es bueno o malo, o cómo lo definimos. Según los parámetros humanos, si nos golpeamos, nos duele, y eso es malo; si nos enfermamos, eso es malo; si alguien muere joven, es malo; pero estas apreciaciones son siempre según la definición humana de lo que está bien y lo que está mal.
¿Cuál sería la máxima perfección en la vida de un ser humano? Nacer sanos, sin ningún defecto, en un hogar amoroso y armonioso, con buenas condiciones económicas, crecer y educarnos sin dificultades, tener éxito en todos nuestros proyectos sin enfermarnos ni sufrir nunca.
La realidad es muy distinta, la vida de todos nosotros está marcada por el dolor, pero el dolor, en muchos casos, es lo que nos motiva a crecer y a avanzar. Si no existiera el dolor, no existiría la solidaridad, la preocupación por las necesidades del prójimo, no seríamos sensibles.
Creo que la peor tragedia que una persona puede sufrir en este mundo es la pérdida de un hijo, especialmente cuando ocurre a temprana edad. Pero en mi experiencia, he visto que en muchos casos, aquellos padres golpeados por el dolor de esta tragedia toman conciencia y encauzan sus vidas comprometiéndose con la ayuda y la solidaridad hacia el prójimo.
Hay un caso en particular de una familia cuyo hijo murió en un terrible accidente, el padre sacó del dolor las fuerzas necesarias para concientizar a la sociedad sobre los peligros de los accidentes de tránsito.
Esto no quiere decir que debamos buscar y abrazar el dolor, no debemos afligirnos y mortificarnos, pero debemos saber que el dolor existe, que está ahí, no podemos escapar de él. Lo que sí podemos es tomar la decisión de cómo reaccionamos frente a él.
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