Jacobo.—Sara, ¿qué te compro para tu cumpleaños de cincuenta? ¿Te gustaría un nuevo Cartier?

Sara .—No, no creo.

Jacobo.—¡Vayamos de viaje a París!

Sara.—No, gracias.

Jacobo.—¿Y qué tal si finalmente compramos el yate?

Sara.—¡No, no!

Jacobo.—Sara, dime qué te hará feliz

Sara.—Un divorcio.

Jacobo.—Bueno, no estaba pensando gastar tanta plata.

Actualmente, la tasa de divorcios es alta. Sin embargo, mientras la tasa de divorcios ha ido en aumento en cada década, hay que tener presente que nunca ha sido fácil lograr que el matrimonio funcione.

En algún momento, al principio de mi matrimonio, mi mentora me dijo categóricamente: “El matrimonio no es para los débiles, no es para los de rodillas frágiles”. Y así es, se necesita una gran capacidad de comprensión y la resolución de llevarse bien.

Pero ¿por qué será que es tan difícil? Si Di-s creó al hombre y a la mujer como pareja, ¿no debería ser el matrimonio una transición suave y natural? Si estamos supuestos a ser compañeros biológicos, ¿no debería ser fácil trabajar en equipo?

Hace quinientos años, un judío místico, erudito talmúdico, respondió esta misma pregunta. Su nombre era Yehuda Loew, más conocido como El Maharal. Nacido en 1520, sirvió de rabino en Praga durante la mayor parte de su vida.

¿Qué podría saber un rabino del siglo xiv sobre el matrimonio moderno, basado en la igualdad y el individualismo? Más de lo que nos imaginamos. En su fascinante comentario sobre la Torá, el Maharal analiza la frase que está en el principio de Génesis (2: 18): “No es bueno que el hombre esté solo, haré una ayuda frente a él”.

Después de crear al hombre, Di-s decide que es hora de crear una mujer y, antes de hacerlo, expresa la dinámica de su forma de relación: “una ayuda frente él”. Esta descripción es una contradicción clásica, una “ayuda” implica asistencia, mientras que “frente a él” implica resistencia.

El Maharal ve en estas palabras una instrucción muy reveladora acerca de la intención del matrimonio. “Una persona –escribe-puede ser de ayuda para sus padres, por ejemplo, pero no debe nunca oponerse a ellos. Pero una mujer –continúa- “que es de igual valor e importancia para un hombre, puede ayudarloy, también, oponerse a él”. Tal vez, lo puede ayudar a través de oponerse y desafiar su punto de vista, a veces. Los desacuerdos en el matrimonio pueden ser un ejercicio verdadero de humildad y madurez, y nos pueden forzar a trascender nuestra subjetividad. Si aceptamos la incomodidad de la disputa, podemos salir con mucho más que el ego herido.

El Talmud relata sobre dos grandes sabios, Rabi Iojanan y Reish Lakish. Ellos eran amigos muy cercanos y compañeros de estudio (además de cuñados). Cuando Reish Lakish murió, Rabi Iojanan lo lloró tan profundamente que no podía ser consolado. Sin su compañero de estudio él no podía seguir con su vida. Los alumnos de Rabi Iojanan le rogaron que vuelva al salón de estudio y estudie con ellos. Rabi Iojanan accedió y sus alumnos se aliviaron. Pero Rabi Iojanan no se había consolado, él lloraba en alto diciendo “¡Ay! cuando expuse mi propuesta, ustedes me mostraron numerosas pruebas para apoyar mi argumento, pero cuando estudiaba con Reish Lakish, ¡él solía traer la misma cantidad de argumentos para contradecir la validez del mismo!”.

Crecemos cuando nuestras opiniones son desafiadas.

Y luego, El Maharal trae una segunda explicación para las palabras:

El poder de la mujer -dice él- es directamente opuesto al del hombre. Cuando dos poderes opuestos se unen, una nueva fuerza emerge, una que tiene mucha más intensidad que cualquiera de las dos por separado. Si paz y unión prevalecen entre la fuerza masculina y la femenina, los dos son verdaderamente afortunados.

No se trata únicamente de tolerancia y humildad, se trata de utilizar las diferencias para crear un equipo poderoso. En mi mente, veo este equilibrio como la dinámica de peso y empuje utilizada para lanzar un cohete. El tira y afloja de las fuerzas propulsa el cohete fuera de su ambiente nativo hacia una órbita totalmente nueva.

Entonces, tal vez, esté bien ser opuestos y hasta desafiarnos el uno al otro. Después de todo, la mujer fue creada para ser una ayuda frente a él.