Imagínate que una persona invita a gente a comer en su casa. Le presenta los invitados a su familia, se sienta a la mesa, les da la bienvenida y antes de que pasen tres minutos, antes de que se sirva el primer bocado de comida, se les muestra a los invitados la puerta y se les pide que salgan.

En un primer momento, supondríamos que los invitados hicieron o dijeron algo inapropiado o irreverente y perdieron así su derecho a sentarse a la mesa, pero no sucedió eso. Los invitados hasta elogiaron a los anfitriones. ¡Cuesta creerlo!

¿Y si les dijera que esto se repite cada semana del año en varios miles de hogares?

Todos invitamos a dos ángeles ‒uno “bueno” y otro “malo”‒ a nuestro hogar cada viernes a la noche. El Talmud (Shabat 119.ª) cuenta que el viernes a la noche dos ángeles nos acompañan cuando volvemos a casa de la sinagoga, y cuando ven que la casa está llena de luz y de ese único e inigualable aroma del Shabat, y ven que nosotros y toda la familia llevan puesta la mejor ropa en honor del Shabat, el ángel bueno declara que corresponde que la semana que viene encuentren lo mismo, y el ángel malo se ve forzado a responder “Amén”.

Es en su honor que entonamos el himno Shalom Aleijem el viernes a la noche (haz clic aquí para el texto completo). En este himno, les deseamos paz a estos ángeles, les damos la bienvenida, les pedimos que nos bendigan y luego les damos la despedida:

La paz sea con ustedes, ángeles ministrantes, mensajeros del Altísimo…

Que su arribo sea en paz, ángeles de paz, mensajeros del Altísimo…

Bendígannos con paz, ángeles de paz…

Que su partida sea en paz, ángeles de paz…

¿Por qué no pueden quedarse?

Si bien se ofrecen distintas respuestas a esta pregunta1, yo quisiera compartir con ustedes una fascinante respuesta que oí, que dio el Rebe de Slonim, el Netivot Shalom.

En el capítulo 32 del Génesis, vemos cómo Jacob, tras huir de su suegro Labán para irse de Jarán, confrontó el hecho de que su hermano Esav, que durante años estuvo distanciado de él, se aproximaba ahora con un ejército de cuatrocientos hombres. Lo último que supo de Esav fue que quería matarlo. Al ver esta escena, pensó que no era precisamente un comité de bienvenida de Canaán…

Jacob se apresta para la guerra y para la paz. Hace que su familia cruce el límite y, entonces, por alguna razón inexplicable, él cruza furtivamente al otro lado del río2. Allí se ve confrontado por un hombre. Todos los comentaristas coinciden en que este hombre era un ángel que representaba a Esav.

Jacob se quedó solo y un hombre forcejeó con él hasta el despunte del alba (Génesis 32: 25).

Nuestros sabios describen esta confrontación como una batalla por la eterna superioridad moral. Pero no es eso lo que me interesa en este momento. Lo que me interesa es el hecho de que Jacob estuvo solo todo ese tiempo. El Jizkuni, que fue un comentarista bíblico de la Edad Media, hasta amonesta a los hijos de Jacob por haberle permitido a su padre que se ponga a sí mismo, él solo, en una situación tan precaria y opina que la prohibición de comer el nervio ciático, que fue la consecuencia resultante de este encuentro, era para castigar a las tribus por optar por irse a dormir en una noche en la que iba a tener lugar uno de los conflictos más grandes de la historia.

Sin embargo, el Rebe de Slonim adopta un enfoque completamente diferente. Él nos enseña que al estar solo uno alcanza el más alto nivel de reunión con el Todopoderoso. En una instancia anterior del Libro del Génesis (28: 12-15), se nos cuenta acerca del sueño más grande de Jacob. Este vio Una escalera apoyada en la tierra cuyo extremo llegaba al cielo y he aquí que ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Di-s le habló a Jacob durante los momentos en que no había ángeles a su lado, es decir, después de que los ángeles ascendieran y antes de que volvieran a descender; los ángeles terrestres habían retornado al Cielo y los ángeles celestiales todavía no habían llegado a la tierra. Ese fue el momento más sagrado porque, finalmente, nosotros los seres humanos somos más grandes que los ángeles. El súmmum de la santidad se encuentra en la privacidad.

Del mismo modo, Jacob no se encontraba junto a sus hijos ni junto al resto de su entorno en el momento en que tuvo lugar su gran lucha. Jacob estaba solo.

En Yom Kipur (el día más sagrado de todo el año), el Sumo Sacerdote (que es la encarnación de la mayor santidad que existe sobre la tierra) entraba al Santo de Santos del Templo Sagrado (que era el sitio de mayor santidad de toda la tierra). En relación con dicha entrada, dice la Torá:

No había ninguna persona en la Tienda cuando [el Sumo Sacerdote] venía a ofrendar expiación en el Santo, hasta que salía (Levítico 16:17).

En este momento tan extraordinariamente sagrado, el Sumo Sacerdote se encontraba a solas con el Todopoderoso.

Este versículo emplea el término kodesh para describir “el Santo”. Otra palabra que surge de la misma raíz es kidushín, o sea, casamiento. Inmediatamente después de la ceremonia de casamiento, los novios tienen que ir a una habitación en la que puedan estar a solas (ijud). Ijud significa “aislado, singular”. Uno puede estar a solas meramente en virtud de que no tiene a nadie a su lado; pero “solo” también puede significar que algo es singular o especial o único.

Existe un Midrash muy bello (Midrash Rabá, Génesis 77: 1) que expresa este mismo concepto:

Con respecto a Di-s está escrito: “Y solamente Di-s será exaltado ese día’ (Isaías 2: 11). Vemos que en el caso de Jacob se emplea una expresión similar: ‘Y Jacob se quedó solo”.

En Shabat, queremos estar a solas con el Todopoderoso y, por eso, nos excusamos ante los ángeles. “¡Ángeles sagrados!” ‒exclamamos‒ “Apreciamos enormemente el que hayan llegado a nuestros hogares, valoramos su presencia y atesoramos sus bendiciones, ¡por favor, vuelvan!, pero por favor, perdónennos si ahora les pedimos que se vayan, ¡es que ahora queremos estar a solas con Di-s!”.

En la mayoría de los libros de oraciones, se menciona la costumbre de recitar dos versículos del Libro de Salmos inmediatamente después de decir Shalom Aleijem:

Porque dará encargo a Sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos (Salmos 91: 11).

Di-s cuidará tu ida y tu venida desde ahora y para siempre (Salmos 121: 8).

¿Por qué se yuxtaponen ambos versículos? El primero nos recuerda que Di-s nos envía ángeles, pero el objetivo no es el mensajero, sino el hecho de estar a solas con el Todopoderoso; a fin de cuentas, confiamos únicamente en Di-s para sentirnos protegidos en nuestras idas y venidas.