Cuentan (Midrash, Bereshit Rabá 33:1) de Alejandro Magno que fue a visitar un país lejano. Al llegar, pidió ver cómo funcionaba la justicia en ese país.
Lo invitaron a presenciar un caso.
Entran dos hombres y el primero plantea su caso:
Compré un campo de este señor y encontré allí una caja llena de diamantes. Fui a devolverle la caja, ya que le compré un campo y no un tesoro, y no me lo quiere aceptar.
“¿Ud., qué dice?” preguntó el juez al otro hombre.
Yo le vendí el campo con todo lo que contiene. Si encontró un tesoro es de él.
Alejandro Magno no pudo creer lo que estaba presenciando. Miró al juez para ver cómo fallaría.
“Dígame,” dijo el rey al primero. “¿Tienes hijos?”
Sí. Tengo un hijo.
¿Y Ud.? Preguntó al otro.
Sí. Tengo una hija.
Pues, sugiero que sus hijos se casen entre sí. De este modo el tesoro quedará en la familia.
Una vez concluido el juicio, el rey pidió la palabra.
No puedo creer lo que acabo de ver, dijo.
¿Por qué, juzgué mal? ¿Cómo fallarían en su país?
En mi país, mataríamos a los dos y el gobierno se quedaría con el tesoro.
Dígame, dijo el juez al rey. ¿Llueve en su país?
Si, por supuesto, dijo el rey.
¿Sale el sol en su país?
Por supuesto.
¿Tienen animales en su país?
Claro.
Pues, debe ser en mérito de los animales que el sol sale y la lluvia cae…
¿Hasta qué punto debe uno ser honesto?
Nuestros sabios enseñan que el “sello” de D-os es la verdad (Talmud, Shabat 55a).
¿Qué quiere decir?
La respuesta está en la estructura de las palabras hebreas por verdad y falsedad, Emet y Shéker, respectivamente.
La palabra Emet se compone de la primera letra del alfabeto hebreo, seguida por la letra del medio y concluida por la última letra del alfabeto. A su vez, cada letra tiene dos pies. Esto nos enseña que algo que es verdad es siempre verdad desde el principio hasta el final y cada detalle de la verdad puede sostenerse solo. En contradistinción, la palabra hebrea por falsedad, Shéker, se compone de tres letras que vienen juntas al final del alfabeto hebreo, y cada letra tiene un sólo pie. Esto enseña que una mentira no perdura mucho y necesita de más mentiras para sostenerse ya que cada detalle en sí caería. El sello de D-os es la verdad, ya que, como la verdad, está en todas partes y perdura para siempre.
La Torá nos prohíbe engañar en una transacción comercial, tanto con judíos como quienes no lo son. Si tengo un auto a la venta y nadie puede darse cuenta que había chocado, tengo la obligación de informarle al potencial comprador del hecho.
Abundan las historias que nuestros sabios nos cuentan para enfatizar la importancia y el valor de decir la verdad siempre, aunque aparentemente no convenga.
Excepciones
Las excepciones que encontramos a esa regla son:
- Está permitido cambiar los hechos para lograr o mantener la paz;
- Está permitido mentir para salvarse la vida.
Un ejemplo que encontramos de una mentira para salvar la paz es con Aharón, hermano de Moisés, que buscaba siempre reconciliar a los que estaban en conflicto.
Si se enteró de dos personas que estaban peleadas, se acercaba a uno y le decía mira que fulano realmente quiere reconciliarse contigo pero no se anima a ser el primero por miedo a que lo rechaces. Fue y dijo lo mismo al segundo. Como resultado, cuando se encontraban los dos en la calle se abrazaban y se reconciliaban, gracias a la “mentira” de Aharón.
En cuanto a mentir para salvarse la vida, no hace falta explicar demasiado…
Quiero no obstante compartir una historia estremecedora que ocurrió durante la segunda guerra mundial.
El Rebe y su esposa se encontraban en Paris. Cuando los nazis tomaron Paris ordenaron un censo de todos los habitantes de la ciudad. Uno de los habitantes de la vivienda del Rebe respondió “ortodoxo” a la pregunta “¿Religión?”. Cuando el Rebe volvió a casa y se enteró de esto fue a la oficina de registro para aclarar que era judío ortodoxo, para que quede claro que “ortodoxo” no se refería a la religión “ortodoxa rusa”… No quiso renegar de su condición de judío aunque sea meramente en los registros nazis y aunque estuviera poniendo su vida en peligro…
Cuando un amigo te pide una opinión sobre una compra, ¿debes decir la verdad o lo que quiere escuchar?
Depende. Si todavía no hizo la compra debes decirle lo que opinas verdaderamente. Una vez que hizo la compra, y no lo puede devolver, debes decirle que está muy bien.
De hecho, hay una discusión en el Talmud (Ketubot, 17a) entre Beit Shamai y Beit Hillel en cuanto a qué decir delante de una novia en su boda. Beit Shamai dice que hay que decir la verdad. Beit Hillel dice que hay que decir que es linda. Explican nuestros sabios que la opinión de Hillel no es que hay que mentir, sino que de hecho es linda… para su novio. O sea, es una verdad desde cierto punto de vista.
Hay un dicho que dice que un tonto dice toda la verdad, mientras que un sabio no miente. Hay que saber a veces - sin mentir - no decir una verdad que puede herir gratuitamente.
El Soborno
Encontramos que la Torá (Exodo 23:8) prohíbe explícitamente que un juez acepte soborno en un juicio, aun para juzgar correctamente, “porque el soborno cegará los ojos de los sabios y torcerá las palabras de los justos”.
Hay muchas historias en el Talmud de jueces que se recusaron porque sintieron que uno de los litigantes les había hecho un favor que podría tener el efecto del soborno.
Efectos secundarios
Había una vez un jugador que se arrepintió de su conducta y quiso cambiarla, ya que había causado mucho daño a su familia con lo que gastaba en el juego. Le resultó muy difícil mantener su resolución, ya que era adicto.
Desesperado, fue a consultar con su rabino quien le dio el siguiente consejo. “Nunca digas una mentira.” El hombre no pudo entender cómo esto lo iba a ayudar, si su problema era otro.
A poco rato se dio cuenta de la sabiduría del consejo. Si iba a jugar, al volver a casa le iban a preguntar dónde estaba. ¿Qué iba a decir? Decir la verdad iba a causar mucho enojo, tampoco pudo mentir…. Así que fue la verdad lo que lo salvó de su problema.
No es siempre fácil decir la verdad y a veces es difícil no decirla. Para eso hace falta sabiduría y sensibilidad para con el prójimo.
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