Las fechas festivas en el calendario judío, son más que conmemorativas; son vivenciales.

Generalmente la gente compara el tiempo con una línea recta o con un círculo. Se puede comparar con una línea recta, porque tal como la línea recta el tiempo nunca vuelve. Por otro lado se puede comparar con un círculo ya que el tiempo es cíclico. Tenemos ciclos semanales, mensuales, anuales, etc. Las estaciones y las fechas se repiten.

En realidad el tiempo no es ni una cosa ni la otra sino la combinación de las dos: un espiral.

Cuando uno sube por una escalera caracol pasa continuamente por los mismos puntos, pero cada vez que pasa por un mismo punto se encuentra en un nivel más elevado. Del mismo modo, cada vez que llegamos a una fecha conmemorativa no es simplemente que volvemos a recordar lo mismo que recordamos el año anterior como si estuviéramos yendo en un círculo; la vivenciamos nuevamente de una manera diferente que el año anterior. Si bien los acontecimientos conmemorados son los mismos; su mensaje e implicancias para nosotros cambian de año en año. Para poder vivenciar las fechas de esa manera, hace falta antes que nada elucidar la esencia de los acontecimientos celebrados.

La esencia de la historia de Purim está expresada en el nombre del libro que leemos en Purim, Meguilat Esther o el Rollo de Esther. Según las enseñanzas místicas la palabra Meguilá está relacionada con la palabra “Guilui” o revelación y la palabra Esther está relacionada con la palabra “Hester” u ocultamiento. “Meguilat Esther”, entonces, quiere decir “Revelación de lo Oculto”. Esta viene a ser la esencia de Purim: revelar la esencia de lo oculto.

¿Qué es lo que está oculto? Y ¿Qué es lo que logramos revelar en Purim?

La verdad.

La vida en general nos presenta continuamente con situaciones en las que debemos distinguir entre cómo son las cosas y cómo aparentan ser. No es nada fácil.

Si es así en todos los órdenes de la vida, cuánto más difícil es cuando de la esencia misma de las cosas se trata; la esencia de uno, la esencia de la vida y la esencia de D-os.

Purim celebra el haber logrado superar el desafío de discernimiento más grande de la vida: penetrar el velo de la naturaleza para percibir ahí la mano de D-os (con permiso de Maradona y Suarez…).

Durante la historia de Purim el pueblo judío se encontraba bajo la amenaza de exterminio total. El Rey de la Superpotencia de ese entonces, Ajashverosh, había decretado que se matara a todos los judíos de su reino en un solo día. No había escapatoria ya que todos los judíos de esa época se encontraban bajo su dominio. Desde el punto de vista lógico y Realpolitik no había otra alternativa que abandonar el judaísmo para escapar las garras del decreto. Todos los detalles de la historia de Purim apuntan a que en realidad detrás de la intriga palaciega estaba desempeñándose el plan Divino de la salvación. Hacía falta nada más que el pueblo judío suscriba a esa realidad “oculta”. De hecho es lo que efectivamente sucedió en aquel entonces y lo que intentamos revivir cada año al celebrar Purim.

La manera de conectarnos con la esencia de las cosas es por medio de conectarnos primero con nuestra propia esencia. Según el judaísmo nuestra esencia es el alma divina. Puede que por la inercia de la vida quede opacada, pero sigue intacta igual. Hace falta nada más que destaparla.

Esto explica porque Iom Kipur se llama también Iom Kipurim que significa tanto Día del Perdón como “Un día como Purim”: en cuanto al tema de revelar la esencia Purim es superior a Iom Kipur y Iom Kipur es nada más que “similar a” Purim. (Pedíle a tu Rabino que te lo explique más extensamente.)

Me hace recordar una conversación que tuve con unos jóvenes en anticipación del amistoso Uruguay-Israel antes de iniciarse el mundial de 2010. Les pregunté por quién hincharían y me dijeron que por Uruguay ya que se consideraban más “uruguayo” que “judío”.

“Si hubieran nacido en la Argentina ¿serían uruguayos?” pregunté.
“No,” respondieron.
“¿Serían judíos?”
“Si.”
“Si hubieran nacido en Francia ¿serían uruguayos?”
“No.”
“¿Serían judíos?” “Si.”
“¿No les demuestra esto que son más judío que uruguayo?”

El tema es que han desarrollado más su faceta uruguaya por más circunstancial que sea, e ignorado su faceta judía por más esencial que sea…

Durante la historia de Purim así como cada año en el día de Purim accedemos y expresamos esa faceta esencial de nuestro ser.

Este concepto está expresado en un versículo del libro de Esther (9:28): Y estos días están recordados y hechos en cada generación… El Arizal explica que por medio de “recordarlos” volvemos a “hacerlos”. Las Mitzvot de Purim sirven no sólo para recordar la historia de Purim del pasado, sino para revivirla nuevamente.

Un buen ejemplo para ilustrar este concepto es el prender la tele para captar el programa que está al aire. El programa está aunque no prendamos la tele. Es através de prender la tele al canal correcto que podemos conectarnos con el programa que está en el momento. Lo mismo pasa con nuestras fechas conmemorativas. Al llegar la fecha, el “programa” del día está nuevamente “al aire”. Es por medio de cumplir con los preceptos adecuados que nos conectamos con la misma.

Los preceptos de Purim son:

  1. Escuchar la lectura de la Meguilá una vez de noche y otra vez de día;
  2. Matanot LaEvionim: Dar dádivas a por lo menos dos pobres;
  3. Mishloaj Manot: Mandar por lo menos dos tipos de comida a por lo menos un amigo;
  4. Seudat Purim: Comer un banquete festivo.

Todos estos preceptos tienen el objetivo de expresar la unión del pueblo judío, condición que manifiesta la esencia común a todos.

Hay quienes tienen la costumbre de disfrazarse en Purim. La razón es porque en la historia de Purim D-os se había “disfrazado” y en Purim, como consecuencia del hecho que los judíos de aquel entonces habían sacado su disfraz para reafirmar su condición esencial, sacó finalmente Su disfraz.