Un largo drama había acontecido. Moisés había conducido al pueblo de la esclavitud al camino de la libertad. El pueblo había visto a Di-s en el Monte Sinaí. Momento único en la historia en el que un pueblo entero recibe la revelación. Luego, Moisés se retiró a su larga estadía en lo alto del monte, lo que llevó a los israelitas al mayor pecado colectivo de su historia: la construcción del becerro de oro. Finalmente, Moisés regresó al monte para suplicar perdón, lo cual le es concedido.

El símbolo de dicho perdón fueron las dos tablas de la ley. De ahí en más, la vida debía volver a comenzar. Era tiempo de reconstruir un pueblo disgregado. ¿Cómo actúa Moisés? La clave se encuentra en el primer versículo de esta porción.

Y reunió Moisés a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: “Estas son las cosas que ordenó hacer el Eterno”1 .

El verbo vaiakel, que le da nombre a esta parashá, es crucial para entender la tarea que le toca llevar adelante a Moisés. Dicho verbo funciona, en su nivel más simple, como una palabra que refiere a un motivo trayendo a la memoria un versículo previo. En este caso, el versículo resulta bastante obvio:

Y como viese el pueblo que Moisés demoraba mucho en descender de la montaña, se acercó el pueblo a Aarón y le dijo: “Levántate y haznos dioses que nos protejan”2 .

La acción de Moisés es lo que los Kabalistas denominan tikun: un acto de reparación, de volver a hacer las cosas bien, de redención por un acto erróneo. Del mismo modo en que el pecado fue cometido por el pueblo en su totalidad, actuando como kahal o kehila, la expiación también debían conseguirla actuando como kehila. Pero esta vez, debían construir un hogar donde residiera la Divina Presencia, ya que previamente, habían buscado un sustituto para esta. Moisés organizó al pueblo para que hicieran una obra de bien, dado que anteriormente se habían organizado para hacer el mal. (La diferencia no radica en el objetivo, sino en la forma del verbo, el cual cambia de pasivo, en el caso del becerro, a activo, en el caso de Moisés. La pasividad permite que ocurran cosas malas: “Siempre que diga ‘y aconteció’ es signo de una tragedia inminente”3 . La proactividad es lo que vence a la tragedia: “Siempre que diga ‘y acontecerá’ es signo de felicidad inminente”4 .

En un nivel más profundo, sin embargo, el versículo inicial nos advierte sobre la naturaleza de la comunidad judía.

En el hebreo clásico, existen tres palabras diferentes para referirse a comunidad: edá, tzibur y kehilá, y cada una representa un tipo diferente de vínculo.

La palabra edá tiene su origen en la palabra ed que significa “testigo”. El verbo ia´ad significa “designar, fijar, asignar, destinar, separar, determinar”. El verbo hebreo moderno teudá significa “certificado, documento, testimonio, objeto, objetivo, misión”. Aquellas personas que constituyen una edá tienen un fuerte sentido de identidad colectiva, han presenciado las mismas cosas y tienden a los mismos objetivos. El pueblo judío se convirtió en una edá –una comunidad de fe compartida– solo cuando recibió el primer mandato:

Decid a toda la congregación de Israel: “El día décimo de este mes tomareis un cordero por cada casa paterna, uno por cada familia”5 .

Una edá puede hacer referencia a un grupo que se reúne tanto para hacer el mal como para hacer el bien. La congregación de Israel, al oír el relato de los espías, se siente desalentada y quiere volver a Egipto. Aquí se los refiere como una edá (“¿Hasta cuándo he de soportar a esta mala gene que murmura contra Mí?”6 ). A su vez, se utiliza el mismo término para denominar al pueblo cuando, motivados por Koraj, se rebelan contra la autoridad de Moisés y Aarón (“¿Por un hombre que peque castigarás a toda la congregación?”7 ). En la actualidad, esta palabra se usa, generalmente, para referirse a un subgrupo étnico o religioso. Una edá es una comunidad de personas que piensan de la misma manera. La palabra enfatiza el sentido de una marcada identidad. Es un grupo cuyos miembros tienen muchas cosas en común.

En contraposición, la palabra tzibur, que pertenece al hebreo de la mishná más que al hebreo bíblico, proviene de la raíz tz‑b‑r, que significa “amontonar” o “apilar”8 . Para entender el concepto de tzibur, debemos pensar en un grupo de personas rezando en el Kotel. Puede que no se conozcan entre sí. Puede que nunca vuelvan a encontrarse. Pero sin embargo, en ese momento, están reunidos en el mismo lugar y, si son diez hombres, constituyen quórum para poder rezar. Un tzibur es una comunidad en un sentido minimalista, un mero conjunto formado por un número de personas más que por una identidad. Puede que los miembros no tengan nada en común, excepto el lugar en el que se encuentran en ese preciso momento y, por ende, constituyen un “público” para rezar o para cumplir con cualquier otro precepto que requiera de un minian.

Una kehilá es diferente de los otros dos tipos de comunidades. Sus miembros son diferentes los unos de los otros, y en este sentido, se asemeja a un tzibur. Sin embargo, no son orquestados en forma conjunta para llevar a cabo algún objetivo colectivo, algo que los involucre en una contribución distintiva. El peligro de una kehilá yace en el hecho de que puede convertirse en una masa, un rebaño, una multitud.

Ese es el significado que adquiere la palabra cuando Moisés, al bajar del monte, se refiere al pueblo que baila alrededor del becerro:

Y vio Moisés al pueblo, corrompido por Aarón, que corría salvajemente y que se había convertido en motivo de burla para sus enemigos9 .

La belleza de una kehilá, sin embargo, radica en el hecho de que cuando sus miembros están encaminados y tienen objetivos constructivos, se logra reunir los aportes de cada uno de ellos, de forma tal que todos pueden decir: “He ayudado a conseguir esto”. Es por eso que Moisés, al reunir a todo el pueblo en esta ocasión, enfatiza que cada uno tiene algo diferente para aportar: “Tomen lo que tengan y ofrézcanlo a Di-s. Todo aquel que esté dispuesto a traer una ofrenda a Di-s de oro, plata o cobre… Aquellos que sean habilidosos de entre ustedes vendrán a realizar todo aquello que el Señ-r ha ordenado…”.

Moisés pudo transformar a la kehilá con toda su diversidad en una edá con un objetivo singular y preservar la diversidad de los obsequios que trajeron para Di-s:

Y se retiraron todos los hijos de Israel de la presencia de Moisés. Y vinieron luego los de corazón generoso y trajeron las ofrendas para el Eterno para la obra del tabernáculo, para todo su servicio y para los vestidos sagrados. Tanto hombres como mujeres, todos de corazón generoso, trajeron broches, aros, sortijas y brazaletes y otros objetos de oro para el Eterno. Todo aquel que tenía telas celeste, púrpura o carmesí… También, presentaron ofrendas de plata y cobre al Eterno… Toda mujer de mano hábil hilaba tejidos y los traía… Y los jefes trajeron piedras de ónix y otras piedras preciosas… Todo hombre y toda mujer de corazón dispuesto para contribuir a la obra que el Eterno había ordenado hacer a Moisés, trajeron sus ofrendas10 .

La grandeza del Tabernáculo radica en que fue un logro colectivo en el cual no todos hicieron lo mismo. Cada uno aportó cosas diferentes, y cada contribución fue valiosa, lo que hizo que cada uno de los contribuyentes se sintiera valorado. Uno de los mayores logros de Moisés fue Vayakel, tener la capacidad para construir de un pueblo disuelto, una kehilá genuina.

Muchos años después, Moisés, según los sabios, vuelve sobre este tema. Al ver que su liderazgo estaba llegando al final, le reza a Di-s para que designe un sucesor: “Designe el Eterno, Di-s de los espíritus de toda carne, a un hombre que dirija la congregación”11 . Rashi, siguiendo lo que dicen los sabios, explica la inusual frase “Di-s de los espíritus de toda carne” de la siguiente forma:

Le dijo: Di-s del universo, el carácter de cada persona te es conocido, y Tú sabes que cada uno es diferente. Por lo tanto, designa para ellos un líder que sea capaz de tratar con cada una de las personas conforme a lo que requiera su temperamento12.

Preservar la diversidad de un tzibur al igual que la unidad de sentido de una edá, es el principal desafío en la formación y construcción de una kehila y, por lo tanto, la tarea más importante de un gran líder.